Early Modern Spain


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Diario of 1492

Este es el primer viaje y las derrotas y camino que hizo el Almirante don Cristóval Colón quando descubrió las yndias, puesto sumariamente, sin el prólogo que hizo a los Reyes que va a la letra y comiença desta manera:

YN NOMINE DOMINI NOSTRI IHESU CHRISTI

Porque, cristianíssimos y muy altos y muy excelentes y muy poderosos prínçipes Rey e Reyna de las Españas y de las yslas de la mar Nuestros Señores, este presente año de 1492, después de Vuestras Altezas aver dado fin a la guerra de los moros que reynavan en Europa y aver acabado la guerra en la muy grande çiudad de Granada adonde este presente año a dos días del mes de enero por fuerça de armas vide poner las vanderas reales de Vuestras Altezas en las torres de la Alfambra, que es la fortaleza de la dicha çiudad, y vide salir al rey moro a las puertas de la çiudad y besar las reales manos de Vuestras Altezas y del Príncipe mi Señor; y luego en aquel presente mes, por la informaçión que yo avía dado a Vuestras Altezas de las tierras de Yndia y de un prínçipe que es llamado Gran Can, que quiere dezir en nuestro romançe Rey de los Reyes, cómo muchas vezes él y sus anteçessores avían enbiado a Roma a pedir doctores en nuestra sancta fe porque le enseñasen en ella y que nunca el Sancto Padre le avía proveyýdo, y se perdían tantos pueblos cayendo en ydolatrías e resçibiendo en sí sectas de perdiçión; y Vuestras Altezas como cathólicos cristianos y prínçipes amadores de la sancta fe cristiana y acreçentadores della, y enemigos de la secta de Mahoma y de todas ydolatrías y heregías, pensaron de embiarme a mí, Cristóval Colón, a las dichas partidas de Yndia para ver los dichos prínçipes y los pueblos y las tierras y la disposiçión dellas y de todo y la manera que se pudiera tener para la conversión dellas a nuestra sancta fe; y ordenaron que yo no fuese por tierra al Oriente por donde se costumbra de andar, salvo por el camino de Occidente, por donde hasta oy no sabemos por çierta fe que aya passado nadie. Así que después de aver echado fuera todos los judíos de todos vuestros reynos y señoríos, en el mismo mes de enero, mandaron Vuestras Altezas a mí que con armada suffiçiente me fuese a las dichas partidas de Yndia. Y para ello me hizieron grandes merçedes y me anobleçieron que dende en adelante yo me llamase Don y fuesse Almirante Mayor de la Mar Occéana y Visorey e Governador perpetuo de todas las yslas y tierra firme que yo descubriese y ganasse, y de aquí adelante se descubriesen y ganasen en la mar Occéano y así sucediese mi hijo mayor y él así de grado en grado para siempre jamás. Y partí yo de la çiudad de Granada a doze días del mes de mayo del mesmo año de 1492 en sábado y vine a la villa de Palos que es puerto de mar adonde yo armé tres navíos muy aptos para semejante fecho, y partí del dicho puerto muy abasteçido de muy muchos mantinimientos, y de mucha gente de la mar a tres días del mes de agosto del dicho año en un viernes antes de la salida del sol con media ora, y llevé el camino de las yslas de Canaria de Vuestras Altezas que son en la dicha mar Occéana para de allí tomar mi derrota y navegar tanto que yo llegase a las yndias y dar la embaxada de Vuestras Altezas a aquellos prínçipes y complir lo que así me avían mandado. Y para esto pensé de escrevir todo este viaje muy puntualmente de día en día todo lo que yo hiziese y viese y passasse como adelante se veyrá. También, Señores Prínçipes, allende de escrevir cada noche lo que el día passare, y el día lo que la noche navegare, tengo propósito de hazer carta nueva de navegar; en la qual situaré toda la mar e tierras del mar Occéano en sus proprios lugares debaxo su viento y más componer un libro y poner todo por el semejante por pintura por latitud del equinocial y longitud del Occidente; y sobre todo cumple mucho que yo olvide el sueño y tiente mucho el navegar porque así cumple, las quales serán gran trabajo.

Viernes 3 de agosto

Partimos viernes 3 días de agosto de 1492 años de la barra de Saltés a las ocho oras. Anduvimos con fuerte virazón hasta el poner del sol hazia el sur sesenta millas que son 15 leguas; después al sudueste y al sur quarta del sudueste que era el camino para las Canarias.

El sábado 4o de agosto

Anduvieron al sudueste quarta del sur.

Domingo 5 de agosto

Anduvieron su vía entre día y noche más de quarenta leguas.

Lunes 6 de agosto

Saltó, o desencasóse el governario a la caravela Pinta, donde yva Martín Alonso Pinçón a lo que se creyó, o sospechó por industria de un Gómez Rascón y Cristóval Quintero, cuya era la caravela, porque le pesava yr aquel viaje; y dize el Almirante que antes que partiesen avían hallado en çiertos reveses y grisquetas, como dizen, a los dichos. Vídose allí el Almirante en gran turbaçión por no poder ayudar a la dicha caravela sin su peligro y dize que alguna pena perdía con saber que Martín Alonso Pinçón era persona esforçada y de buen ingenio. En fin, anduvieron entre día y noche veynte y nueve leguas.

Martes 7 de agosto

Tornóse a saltar el governalle a la Pinta, y adobáronlo y anduvieron en demanda de la ysla de Lançarote, que es una de las yslas de Canaria, y anduvieron entre día y noche xxv leguas.

Miércoles 8 de agosto

Ovo entre los pilotos de las tres caravelas opiniones diversas dónde estavan y el Almirante salió más verdadero; y quisiera yr a Gran Canaria por dexar la caravela Pinta porque yva mal acondiçionada del governario y hazía agua, y quisiera tomar allí otra si la hallara; no pudieron tomarla aquel día.

Jueves 9 de agosto

Hasta el domingo en la noche no pudo el Almirante tomar la Gomera y Martín Alonso quedóse en aquella costa de Gran Canaria por mandado del Almirante porque no podía navegar. Después tornó el Almirante a Canaria y adobaron muy bien la Pinta con mucho trabajo y diligençia del Almirante, de Martín Alonso y de los demás y al cabo vinieron a la Gomera. Vieron salir gran huego de la sierra de la ysla de Tenerife que es muy alta en gran manera. Hizieron la Pinta redonda porque era latina. Tornó a la Gomera domingo a dos de setiembre con la Pinta adobada. Dize el Almirante que juravan muchos hombres honrrados españoles que en la Gomera estavan con doña Inés Peraça, madre de Guillén Peraça que después fue el primer Conde de la Gomera, que eran vezinos de la ysla del Hierro, que cada año vían tierra al vueste de las Canarias, que es al poniente; y otros de la Gomera afirmavan otro tanto con juramento. Dize aquí el Almirante que se acuerda que estando en Portogal el año de 1484 vino uno de la ysla de la Madera al Rey a le pedir una caravela para yr a esta tierra que vía, el qual jurava que cada año la vía y siempre de una manera. Y también dize que se acuerda que lo mismo dezían en las yslas de los Açores, y todos estos en una derrota y en una manera de señal y en una grandeza. Tomada, pues, agua y leña y carnes y lo demás que tenían los hombres que dexó en la Gomera el Almirante quando fue a la ysla de Canaria a adobar la caravela Pinta, finalmente se hizo a la vela de la dicha ysla de la Gomera con sus tres caravelas jueves a seys días de setiembre.

Jueves 6 de setiembre

Partió aquel día por la mañana del puerto de la Gomera y tomó la buelta para yr su viaje; y supo el Almirante de una caravela que venía de la ysla del Hierro que andavan por allí tres caravelas de Portugal para lo tomar; devía de ser de enbidia que el Rey tenía por averse ydo a Castilla. Y anduvo todo aquel día y noche en calma, y a la mañana se halló entre la Gomera y Tenerife.

Viernes 7 de setiembre

Todo el viernes y el sábado hasta tres oras de noche estuvo en calmas.

Sábado 8 de setiembre

Tres oras de noche sábado començó a ventar nordeste y tomó su vía y camino al güeste; tuvo mucha mar por proa que le estorvava el camino y andaría aquel día nueve leguas con su noche.

Domingo 9 de setiembre

Anduvo aquel día 15 leguas y acordó contar menos de las que andava porque si el viaje fuese luengo no se espantase y desmayase la gente; en la noche anduvo çiento y veynte millas a diez millas por ora que son 30 leguas. Los marineros governavan mal decayendo sobre la quarta del norueste y aun a la media partida, sobre lo qual les riñó el Almirante muchas vezes.

Lunes 10o de setiembre

En aquel día con su noche anduvo sesenta leguas a diez millas por ora que son dos leguas y media pero no contava sino quarenta y ocho leguas porque no se asombrase la gente si el viaje fuese largo.

Martes 11o de setiembre

Aquel día navegaron a su vía que era el güeste y anduvieron 20 leguas y más y vieron un gran troço de mástel de nao de çiento y veynte toneles y no lo pudieron tomar. La noche anduvieron çerca de veynte leguas y contó no más de diez y seys por la causa dicha.

Miércoles 12 de setiembre

Aquel día yendo su vía anduvieron en noche y día 33 leguas, contando menos por la dicha causa.

Jueves 13 de setiembre

Aquel día con su noche yendo a su vía que era el güeste anduvieron xxxiii leguas y contava tres o quatro menos. Las corrientes le eran contrarias. En este día al comienço de la noche las agujas noruesteavan y a la mañana nordesteavan algún tanto.

Viernes 14 de setiembre

Navegaron aquel día su camino al güeste con su noche y anduvieron xx leguas; contó alguna menos. Aquí dixeron los de la caravela Niña que avían visto un garxao y un rabo de junco, y estas aves nunca se apartan de tierra quando más xxv leguas.

Sábado 15 de setiembre

Navegó aquel día con su noche xxvii leguas su camino al güeste y algunas más, y en esta noche al principio della vieron caer del çielo un maravilloso ramo de huego en la mar lexos dellos quatro o çinco leguas.

Domingo 16 de setiembre

Navegó aquel día y la noche a su camino el güeste; andarían xxxviiii leguas pero no contó sino 36. Tuvo aquel día algunos ñublados; lloviznó. Dize aquí el Almirante que oy y siempre de allí adelante hallaron ayres temperatíssimos, que era plazer grande el gusto de las mañanas, que no faltava sino oyýr rruyseñores, dize él; y era el tiempo como por abril en el Andaluzía. Aquí començaron a ver muchas manadas de yerva muy verde que poco avía (según le pareçía) que se avía desapegado de tierra por la qual todos juzgavan que estavan çerca de alguna ysla pero no de tierra firme segúnd el Almirante, que dize: porque la tierra firme hago más adelante.

Lunes 17 de setiembre

Navegó a su camino al güeste y andarían en día y noche çinquenta leguas y más; no asentó sino 47. Ayudávales la corriente. Vieron muchas yerva[s] y muy a menudo y era yerva de peñas y venían las yerva[s] de hazia poniente. Juzgavan estar çerca de tierra. Tomaron los pilotos el norte marcándolo y hallaron que las agujas noruesteavan una gran quarta, y temían los marineros y estavan penados y no dezían de qué. Cognosciólo el Almirante, mandó que tornasen a marcar el norte en amaneçiendo y hallaron que estavan buenas las agujas. La causa fue porque la estrella que pareçe haze movimiento y no las agujas. En amaneçiendo aquel lunes vieron muchas más yervas y que pareçían yervas de ríos en las quales hallaron un cangrejo bivo el qual guardó el Almirante, y dize que aquellas fueron señales çiertas de tierra, porque no se hallan ochenta leguas de tierra. El agua de la mar hallavan menos salada desde que salieron de las Canarias. Los ayres siempre más suaves. Yvan muy alegres todos y los navíos quien más podía andar andava por ver primero tierra. Vieron muchas toninas y los de la Niña mataron una. Dize aquí el Almirante que aquellas señales eran del poniente, donde espero en aquel alto Dios en cuyas manos están todas las victorias que muy presto nos dará tierra. En aquella mañana dize que vido una ave blanca que se llama rabo de junco que no suele dormir en la mar.

Martes 18 de setiembre

Navegó aquel día con su noche y andarían más de çinquenta y çinco leguas; pero no asentó sino 48. Llevava en todos estos días mar muy bonanço como en el río de Sevilla. Este día Martín Alonso con la Pinta que era gran velera no esperó porque dixo al Almirante desde su caravela que avía visto gran multitud de aves yr hazia el poniente y que aquella noche esperava ver tierra y por eso andava tanto. Apareçió a la parte del norte una gran çerrazón que es señal de estar sobre la tierra.

Miércoles 19 de setiembre

Navegó su camino y entre día y noche andaría xxv leguas porque tuvieron calma. Escrivió xxii. Este día a las diez oras vino a la nao un alcatraz y a la tarde vieron otro, que no suelen apartarse xx leguas de tierra. Vinieron unos llovizneros sin viento, lo que es señal çierta de tierra. No quiso detenerse barloventeando el Almirante para averiguar si avía tierra, más de que tuvo por çierto que a la vanda del norte y del sur avía algunas yslas, como en la verdad lo estavan, y él yva por medio dellas; porque su voluntad era de seguir adelante hasta las yndias, y el tiempo es bueno porque, plaziendo a Dios, a la buelta todo se vería. Estas son sus palabras. Aquí descubrieron sus puntos los pilotos: el de la Niña se hallava de las Canaria[s] 440 leguas; el de la Pinta, 420; el de la donde yva el Almirante, 400 justas.

Jueves 20 de setiembre

Navegó este día al güeste quarta del norueste y a la media partida, porque se mudaron muchos vientos con la calma que avía. Andarían hasta siete o ocho leguas. Vinieron a la nao dos alcatraçes y después otro, que fue señal de estar çerca de tierra, y vieron mucha yerva aunque el día passado no avían visto della. Tomaron un páxaro con la mano que era como garjao; era páxaro de río y no de mar; los pies tenía como gaviota. Vinieron al navío en amaneçiendo dos o tres paxaritos de tierra cantando y después antes del sol salido desapareçieron. Después vino un alcatraz; venía del güesnorueste; yva al sueste, que era señal que dexava la tierra al güesnorueste, porque estas aves duermen en tierra y por la mañana van a la mar a buscar su vida y no se alexan xx leguas.

Viernes 21 de setiembre

Aquel día fue todo lo más calma y después algún viento. Andarían entre día y noche, dello a la vía y dello no, hasta 13 leguas. En amaneçiendo hallaron tanta yerva que pareçía ser la mar quajada della y venía del güeste. Vieron un alcatraz. La mar muy llana como un río y los ayres los mejores del mundo. Vieron una vallena que es señal que estavan çerca de tierra porque sienpre andan çerca.

Sábado 22 de setiembre

Navegó al güesnorueste más o menos acostándose a una y a otra parte; andarían xxx leguas. No vían quasi yerva. Vieron unas pardelas y otra ave. Dize aquí el Almirante: Mucho me fue neçessario este viento contrario, porque mi gente andavan muy estimulados, que pensavan que no ventavan en estos mares vientos para bolver a España. Por un pedaço de día no ovo yerva; después muy espessa.

Domingo 23 de setiembre

Navegó al norueste y a las vezes a la quarta del norte y a las vezes a su camino que era el güeste y andaría hasta xxvii leguas. Vieron una tórtola, y un alcatraz y otro paxarito de río y otras aves blancas. Las yervas eran muchas y hallavan cangrejos en ellas. Como la mar estuviese mansa y llana, murmurava la gente diziendo que pues por allí no avía mar grande que nunca ventaría para bolver a España. Pero después alçóse mucho la mar y sin viento que los asombrava; por lo qual dize aquí el Almirante: Así que muy neçessario me fue la mar alta que no pareçió salvo el tiempo de los judíos quando salieron de Egipto contra Moysén que los sacava de captiverio.

Lunes 24 de setiembre

Navegó a su camino al güeste día y noche y andarían quatorze leguas y media; contó doze. Vino al navío un alcatraz y vieron muchas pardelas.

Martes 25 de setiembre

Este día ovo mucha calma y después ventó, y fueron su camino al güeste hasta la noche. Yva hablando el Almirante con Martín Alonso Pinçón, capitán de la otra caravela Pinta, sobre una carta que le avía enbiado tres días avía a la caravela donde segúnd pareçe tenía pintadas el Almirante ciertas yslas por aquella mar. Y dezía el Martín Alonso que estavan en aquella comarca y respondía el Almirante que así le pareçía a él; pero puesto que no oviesen dado con ellas lo devía[n] de aver causado las corrientes que siempre avían echado los navíos al nordeste y que no avían andado tanto como los pilotos dezían. Y estando en esto díxole el Almirante que le enbiase la carta dicha, y enbiada con alguna cuerda començó el Almirante a cartear en ella con su piloto y marineros. Al sol puesto, subió el Martín Alonso en la popa de su navío y con mucha alegría llamó al Almirante pidiéndole albriçias que vía tierra. Y quando se lo oyó dezir con afirmación el Almirante dize que se echó a dar gracias a Nuestro Señor de rodillas, y el Martín Alonso dezía Gloria in excelsis Deo con su gente. Lo mismo hizo la gente del Almirante y los de la Niña. Subiéronse todos sobre el mástel y en la xarçia y todos affirmaron que era tierra y al Almirante así pareçió y que avría a ella 25 leguas. Estuvieron hasta la noche affirmando todos ser tierra. Mandó el Almirante dexar su camino que era el güeste y que fuesen todos al sudueste adonde avía pareçido la tierra. Avrían andado aquel día al güeste 4 leguas y media y en la noche al sud[u]este 17 leguas, que son xxi, puesto que dezía a la gente 13 leguas, porque siempre fingía a la gente que hazía poco camino porque no les pareçiese largo; por manera que escrivió por dos caminos aquel viaje: el menor fue el fingido; y el mayor el verdadero. Anduvo la mar muy llana por lo qual se echaron a nadar muchos marineros. Vieron muchos dorados y otros peçes.

Miércoles 26 de setiembre

Navegó a su camino al güeste hasta después de mediodía; de allí fueron al sudueste hasta cognosçer que lo que dezían que avía sido tierra no lo era sino çielo. Anduvieron día y noche 31 leguas, y contó a la gente 24. La mar era como un río, los ayres dulçes y suavíssimos.

Jueves 27 de setiembre

Navegó a su vía al güeste. Anduvo entre día y noche 24 leguas; contó a la gente 20 leguas. Vinieron muchos dorados; mataron uno. Vieron un rabo de junco.

Viernes 28 de setiembre

Navegó a su camino al güeste. Anduvieron día y noche con calmas 14 leguas; contó treze. Hallaron poca yerva; tomaron dos peçes dorados, y en los otros navíos más.

Sábado 29 de setiembre

Navegó a su camino al güeste. Anduvieron 24 leguas; contó a la gente xxi. Por calmas que tuvieron anduvieron entre día y noche poco. Vieron un ave que se llama rabiforçado que haze gomitar a los alcatraçes lo que comen para comerlo ella y no se mantiene de otra cosa. Es ave de la mar pero no posa en la mar ni se aparta de tierra 20 leguas. Ay destas muchas en las yslas de Cabo Verde. Después vieron dos alcatraces. Los ayres eran muy dulçes y sabrosos que dizque no faltava sino oyýr el ruyseñor y la mar llana como un río. Pareçieron después en tres vezes tres alcatraçes y un forçado. Vieron mucha yerva.

Domingo 30 de setiembre

Navegó su camino al güeste. Anduvo entre día y noche por las calmas 14 leguas; contó onze. Vinieron al navío quatro rabos de junco que es gran señal de tierra; porque tantas aves de una naturaleza juntas es señal que no andan desmandadas ni perdidas. Viéronse quatro alcatraçes en dos vezes; yerva mucha. Nota que las estrellas que se llaman las Guardias quando anocheçe están junto al braço de la parte del poniente; y quando amaneçe están en la línea debaxo del braço al nordeste, que pareçe que en toda la noche no andan salvo tres líneas, que son 9 oras, y esto cada noche; esto dize aquí el Almirante. También en anocheçiendo las agujas noruestean una quarta, y en amaneçiendo están con la estrella justo. Por lo qual pareçe que la estrella haze movimiento, como las otras estrellas; y las agujas piden siempre la verdad.

Lunes 1o de otubre

Navegó su camino al güeste. Anduvieron 25 leguas; contó a la gente 20 leguas. Tuvieron grande aguaçero. El piloto del Almirante tenía oy en amaneçiendo que avían andado desde la ysla del Hierro hasta aquí 578 leguas al güeste. La cuenta menor que el Almirante mostrava a la gente eran 584, pero la verdadera que el Almirante juzgava y guardava eran 707.

Martes 2 de otubre

Navegó a su camino al güeste noche y día 39 leguas; contó a la gente obra de 30 leguas. La mar llana y buena siempre, a Dios muchas graçias sean dadas, dixo aquí el Almirante. Yerva venía de leste a güeste por el contrario de lo que solía. Pareçieron muchos peçes; matóse uno. Vieron un[a] ave blanca que pareçía gaviota.

Miércoles 3 de otubre

Navegó su vía ordinaria. Anduvieron 47 leguas; contó a la gente 40 leguas. Aparecieron pardelas; yerva mucha, alguna muy vieja y otra muy fresca y trayýa como fruta. No vieron aves algunas y creyýa el Almirante que le quedavan atrás las yslas que trayýa pintadas en su carta. Dize aquí el Almirante que no se quiso detener barloventeando la semana passada y estos días que vía tantas señales de tierra aunque tenía noticia de çiertas yslas en aquella comarca, por no se detener, pues su fin era passar a las yndias y si se detuviera dize él que no fuera buen seso.

Jueves 4o de otubre

Navegó a su camino al güeste. Anduvieron entre día y noche 63 leguas; contó a la gente 46 leguas. Vinieron al navío más de quarenta pardales juntos y dos alcatraçes y al uno dio una pedrada un moço de la caravela. Vino a la nao un rabiforçado y una blanca como gaviota.

Viernes 5o de otubre

Navegó a su camino. Andarían onze millas por ora; por noche y día andarían 57 leguas porque afloxó la noche algo el viento. Contó a su gente 45. La mar bonança y llana, a Dios, dize, muchas gracias sean dadas. El ayre muy dulçe y temprado; yerva ninguna; aves, pardelas muchas; peces golondrinos volaron en la nao muchos.

Sábado 6 de otubre

Navegó su camino al vueste o güeste que es lo mismo. Anduvieron 40 leguas entre día y noche; contó a la gente 33 leguas. Esta noche dixo Martín Alonso que sería bien navegar a la quarta del güeste a la parte del sudueste; y al Almirante pareçió que no. Dezía esto Martín Alonso por la ysla de Çipango, y el Almirante vía que si la erravan que no pudieran tan presto tomar tierra, y que era mejor una vez yr a la tierra firme y después a las yslas.

Domingo 7 de otubre

Navegó a su camino, el güeste. Anduvieron 12 millas por ora dos oras y después 8 millas por ora y andaría hasta una ora de sol 23 leguas; contó a la gente 18. En este día al levantar del sol la caravela Niña que yva delante por ser velera y andavan quien más podía por ver primero tierra por gozar de la merced que los Reyes a quien primero la viese avía[n] prometido, levantó una vandera en el topo del mástel y tyró una lombarda por señal que vían tierra, porque así lo avía ordenado el Almirante. Tenía también ordenado que al salir del sol y al ponerse se juntasen todos los navíos con él, porque estos dos tiempos son más proprios para que los humores den más lugar a ver más lexos. Como en la tarde no viesen tierra la que pensavan los de la caravela Niña que avían visto, y porque passavan gran multitud de aves de la parte del norte al sudueste, por lo qual era de creer que se yvan a dormir a tierra o huyýan quiçá del invierno que en las tierras de donde venían devía de querer venir, porque sabía el Almirante que las más de las yslas que tienen los Portugueses, por las aves las descubrieron; por esto el Almirante acordó dexar el camino del güeste, y pone la proa hazia güesu[du]este con determinaçión de andar dos días por aquella vía. Esto començó antes una ora del sol puesto. Andaría en toda la noche obra de çinco leguas, y xxiii del día. Fueron por todas veynte y ocho leguas noche y día.

Lunes 8 de otubre

Navegó al güesudueste y andarían entre día y noche onze leguas y media o doze y a ratos parece que anduvieron en la noche quinze millas por ora, si no está mentirosa la letra. Tuvieron la mar como el río de Sevilla, gracias a Dios, dize el Almirante; los ayres muy dulces, como en abril en Sevilla, que es plazer estar a ellos, tan olorosos son. Pareció la yerva muy fresca; muchos paxaritos de campo, y tomaron uno, que yvan huyendo al sudueste; grajaos y ánades y un alcatraz.

Martes 9 de otubre

Navegó al sudueste. Anduvo 5 leguas; mudóse el viento y corrió al güeste quarta al norueste y anduvo 4 leguas. Después con todas xi leguas de día y a la noche xx leguas y media. Contó a la gente 17 leguas. Toda la noche oyeron passar páxaros.

Miércoles 10 de otubre

Navegó al güesudueste; anduvieron a diez millas por ora y a ratos 12 y algún rato a 7 y entre día y noche 59 leguas; contó a la gente 44 leguas no más. Aquí la gente ya no lo podía çufrir; quexávase del largo viaje; pero el Almirante los esforçó lo mejor que pudo dándoles buena esperança de los provechos que podrían aver. Y añidía que por demás era quexarse, pues que él avía venido a las yndias y que así lo avía de proseguir hasta hallarlas, con el ayuda de Nuestro Señor.

Jueves 11o de otubre

Navegó al güesudueste. Tuvieron mucha mar, más que en todo el viaje avían tenido. Vieron pardelas y un junco verde junto a la nao. Vieron los de la caravela Pinta una caña y un palo, y tomaron otro palillo labrado a lo que pareçía con hyerro y un pedaço de caña, y otra yerva que naçe en tierra, y una tablilla. Los de la caravela Niña también vieron otras señales de tierra y un palillo cargado de escaramojos; con estas señales respiraron y alegráronse todos. Anduvieron en este día hasta puesto el sol 27 leguas. Después del sol puesto navegó a su primer camino al güeste; andarían doze millas cada ora y hasta dos oras después de media noche andarían 90 millas que son 22 leguas y media. Y porque la caravela Pinta era más velera e yva delante del Almirante halló tierra y hizo las señas que el Almirante avía mandado. Esta tierra vido primero un marinero que se dezía Rodrigo de Triana, puesto que el Almirante a las diez de la noche, estando en el castillo de popa, vido lumbre aunque fue cosa tan çerrada que no quiso affirmar que fuese tierra. Pero llamó a Pero Gutiérrez, repostero de estrados del Rey e díxole que parecía lumbre, que mirasse él, y así lo hizo y vídola; díxolo también a Rodrigo Sánches de Segovia que el Rey y la Reyna enbiavan en el armada por veedor el qual no vido nada porque no estava en lugar do la pudiese ver. Después que el Almirante lo dixo, se vido una vez o dos, y era como una candelilla de cera que se alçava y levantava, lo qual a pocos pareçiera ser indiçio de tierra; pero el Almirante tuvo por çierto estar junto a la tierra. Por lo qual quando dixeron la Salve, que la acostumbran dezir e cantar a su manera todos los marineros, y se hallan todos, rogó y amonestólos el Almirante que hiziesen buena guarda al castillo de proa y mirasen bien por la tierra; y que al que le dixese primero que vía tierra le daría luego un jubón de seda, sin las otras merçedes que los Reyes avían prometido, que eran diez mill maravedís de juro a quien primero la viese. A las dos oras después de media noche pareçió la tierra de la qual estarían dos leguas. Amaynaron todas las velas y quedaron con el treo, que es la vela grande sin bonetas y pusiéronse a la corda temporizando hasta el día viernes que llegaron a una ysleta de los Lucayos que se llamava en lengua de yndios Guanahaní. Luego vieron gente desnuda, y el Almirante salió a tierra en la barca armada y Martín Alonso Pinçón y Viçeynte Anes, su hermano, que era capitán de la Niña. Sacó el Almirante la vandera real; y los capitanes con dos vanderas de la cruz verde que llevava el Almirante en todos los navíos por seña, con una F y una Y, ençima de cada letra su corona, una de un cabo de la + y otra de otro. Puestos en tierra vieron árboles muy verdes, y aguas muchas y frutas de diversas maneras. El Almirante llamó a los dos capitanes y a los demás que saltaron en tierra y a Rodrigo de Escobedo, escrivano de toda el armada, y a Rodrigo Sánches de Segovia, y dixo que le diesen por fe y testimonio como él por ante todos tomava como de hecho tomó possessión de la dicha ysla por el Rey e por la Reyna sus señores, haziendo las protestaciones que se requirían, cómo más largo se contiene en los testimonios que allí se hizieron por escripto. Luego se ayuntó allí mucha gente de la ysla. Esto que se sigue son palabras formales del Almirante en su libro de su primera navegaçión y descubrimiento destas yndias. Yo, dize él, porque nos tuviesen mucha amistad, porque cognoscí que era gente que mejor se libraría y convertería a nuestra sancta fe con amor que no por fuerça, les di a algunos dellos unos bonetes colorados y unas cuentas de vidro que se ponían al pescueço y otras cosas muchas de poco valor con que ovieron mucho plazer y quedaron tanto nuestros que era maravilla. Los quales después venían a las barcas de los navíos adonde nos estávamos, nadando; y nos trayýan papagayos y hylo de algodón en ovillos y azagayas y otras cosas muchas y nos las trocavan por otras cosas que nos les dávamos como cuentezillas de vidro y cascaveles. En fin, todo tomavan y davan de aquello que tenían de buena voluntad. Mas me pareçió que era gente muy pobre de todo. Ellos andan todos desnudos como su madre los parió, y también las mugeres, aunque no vide más de una farto moça. Y todos los que yo vi eran todos mancebos, que ninguno vide de edad de más de xxx años, muy bien hechos de muy fermosos cuerpos y muy buenas caras; los cabellos gruessos quasi como sedas de cola de cavallos e cortos. Los cabellos traen por encima de las çejas salvo unos pocos detrás que traen largos que jamás cortan. Dellos se pintan de prieto, y ellos son de la color de los canarios, ni negros ni blancos; y dellos se pintan de blanco; y dellos de colorado; y dellos de lo que fallan. Y dellos se pintan las caras; y dellos todo el cuerpo; y dellos solos los ojos; y dellos sólo el nariz. Ellos no traen armas ni las cognosçen, porque les amostré espadas y las tomavan por el filo, y se cortavan con ignorançia. No tienen algún fierro; sus azagayas son unas varas sin fierro y algunas dellas tienen al cabo un diente de peçe y otras de otras cosas. Ellos todos a una mano son de buena estatura de grandeza y buenos gestos, bien hechos. Yo vide algunos que tenían señales de feridas en sus cuerpos y les hize señas qué era aquello, y ellos me amostraron cómo allí venían gente de otras yslas que estavan açerca y los querían tomar y se defendían. Y yo creyý e creo que aquí vienen de tierra firme a tomarlos por captivos. Ellos deven ser buenos servidores y de buen ingenio, que veo que muy presto dizen todo lo que les dezía. Y creo que ligeramente se harían cristianos, que me pareçió que ninguna secta tenían. Yo, plaziendo a Nuestro Señor, levaré de aquí al tiempo de mi partida seys a Vuestras Altezas para que deprendan fablar. Ninguna bestia de ninguna manera vide salvo papagayos en esta ysla. Todas son palabras del Almirante.

Sábado 13 de otubre

Luego que amaneçió vinieron a la playa muchos destos hombres, todos mançebos como dicho tengo; y todos de buena estatura, gente muy fermosa; los cabellos no crespos salvo corredíos y gruessos como sedas de cavallo; y todos de la frente y cabeça muy ancha, más que otra generaçión que fasta aquí aya visto, y los ojos muy fermosos y no pequeños. Y ellos ninguno prieto, salvo de la color de los canarios; ni se deve esperar otra cosa pues está lestegüeste con la ysla del Fierro en Canaria so una línea. Las piernas muy derechas, todos a una mano; y no barriga salvo muy bien hecha. Ellos vinieron a la nao con almadías que son hechas del pie de un árbol como un barco luengo y todo de un pedaço y labrado muy a maravilla según la tierra y grandes en que en algunas venían 40 y 45 hombres; y otras más pequeñas fasta aver dellas en que venía un solo hombre. Remavan con una pala como de fornero y anda a maravilla, y si se le trastorna luego se echan todos a nadar y la endereçan y vazían con calabaças que traen ellos. Trayýan ovillos de algodón filado y papagayos y azagayas y otras cositas que sería tedio de escrevir y todo davan por qualquiera cosa que se los diese. Y yo estava atento y trabajava de saber si avía oro, y vide que algunos dellos trayýan un pedaçuelo colgado en un agujero que tienen a la nariz. Y por señas pude entender que yendo al sur o bolviendo la ysla por el sur que estava allí un rey que tenía grandes vasos dello y tenía muy mucho. Trabajé que fuesen allá, y después vide que no entendían en la yda. Determiné de aguardar fasta mañana en la tarde y después partir para el subdueste que según muchos dellos me enseñaron dezían que avía tierra al sur y al sudueste y al norueste, y que estas del norueste les venían a combatir muchas vezes; y así yr al sudueste a buscar el oro y piedras preciosas. Esta ysla es bien grande y muy llana y de árboles muy verdes y muchas aguas y una laguna en medio muy grande sin ninguna montaña y toda ella verde que es plazer de mirarla. Y esta gente farto mansa y por la gana de aver de nuestras cosas y temiendo que no se les a de dar sin que den algo y no lo tienen, toman lo que pueden y se echan luego a nadar. Mas todo lo que tiene[n] lo dan por qualquiera cosa que les den, que fasta los pedaços de las escudillas y de las taças de vidro rotas rescatavan fasta que vi dar 16 ovillos de algodón por tres çeotís de Portugal que es una blanca de Castilla, y en ellos avría más de un arrova de algodón filado. Esto defendiera y no dexara tomar a nadie salvo que yo lo mandara tomar todo para Vuestras Altezas si oviera en cantidad. Aquí nace en esta ysla mas por el poco tiempo no pude dar así del todo fe; y también aquí nace el oro que traen colgado a la nariz, mas por no perder tiempo quiero yr a ver si puedo topar a la ysla de Çipango. Agora como fue noche todos se fueron a tierra con sus almadías.

Domingo 14 de otubre

En amaneçiendo mandé adereçar el batel de la nao y las barcas de las caravelas, y fui al luengo de la ysla en el camino del nornordeste para ver la otra parte, que era de la parte del leste, qué avía; y también para ver las poblaçiones, y vide luego dos o tres, y la gente que venía todos a la playa llamándonos y dando gracias a Dios. Los unos nos trayýan agua; otros, otras cosas de comer; otros, quando veyýan que yo no curava de yr a tierra, se echavan a la mar nadando y venían y entendíamos que nos preguntavan si éramos venido del çielo. Y vino uno viejo en el batel dentro y otros a bozes grandes llamavan todos, hombres y mugeres: "Venid a ver los hombres que vinieron del çielo; traedles de comer y de bever". Vinieron muchos y muchas mugeres cada uno con algo dando gracias a Dios, echándose al suelo, y levantavan las manos al çielo y después a bozes nos llamavan que fuésemos a tierra mas yo temía de ver una grande restinga de piedras que çerca toda aquella ysla alrededor. Y entremedias queda hondo y puerto para quantas naos ay en toda la cristiandad, y la entrada dello muy angosta. Es verdad que dentro desta çintha ay algunas baxas, mas la mar no se mueve más que dentro en un pozo. Y para ver todo esto me moví esta mañana porque supiese dar de todo relación a Vuestras Altezas, y también adónde pudiera hazer fortaleza. Y vide un pedaço de tierra que se haze como ysla, aunque no lo es, en que avía seys casas; el qual se pudiera atajar en dos días por ysla, aunque yo no veo ser neçessario, porque esta gente es muy símplice en armas, como verán Vuestras Altezas de siete que yo hize tomar para le llevar y deprender nuestra fabla y bolvellos, salvo que Vuestras Altezas quando mandaren puédenlos todos llevar a Castilla o tenellos en la misma ysla captivos, porque con çinquenta hombres los terná[n] todos sojuzgados, y les hará[n] hazer todo lo que quisiere[n]. Y después, junto con la dicha ysleta están güertas de árboles las más hermosas que yo vi e tan verdes y con sus hojas como las de Castilla en el mes de abril y de mayo, y mucha agua. Yo miré todo aquel puerto y después me bolví a la nao y di la vela y vide tantas yslas que yo no sabía determinarme a quál yría primero. Y aquellos hombres que yo tenía tomado me dezían por señas que eran tantas y tantas que no avía número; y anombraron por su nombre más de çiento. Por ende yo miré por la más grande y [a] aquella determiné andar y así hago y será lexos desta de Sant Salvador çinco leguas, y las otras, dellas más, dellas menos. Todas son muy llanas sin montañas y muy fértiles y todas pobladas y se hazen guerra la una a la otra, aunque estos son muy símplices y muy lindos cuerpos de hombres.

Lunes 15 de otubre

Avía temporejado esta noche con temor de no llegar a tierra a sorgir antes de la mañana, por no saber si la costa era limpia de baxas, y en amaneçiendo cargar velas. Y como la ysla fuese más lexos de çinco leguas, antes será siete, y la marea me detuvo, sería mediodía quando llegué a la dicha ysla. Y fallé que aquella haz que es de la parte de la ysla de San Salvador se corre norte sur y an en ella 5 leguas; y la otra que yo seguí se corría leste güeste, y an en ella más de diez leguas. Y como desta ysla vide otra mayor al güeste, cargué las velas por andar todo aquel día fasta la noche, porque aún no pudiera aver andado al cabo del güeste, a la qual puse nombre la ysla de Sancta María de la Concepçión. Y quasi al poner del sol sorgí acerca del dicho cabo por saber si avía allí oro, porque estos que yo avía hecho tomar en la ysla de San Salvador me dezían que ayý trayýan manillas de oro muy grandes a las piernas y a los braços. Yo bien creyý que todo lo que dezían era burla para se fugir. Con todo, mi voluntad era de no passar por ninguna ysla de que no tomase possessión, puesto que, tomado de una, se puede dezir de todas. Y sorgí e estuve hasta oy martes, que en amaneçiendo fue a tierra con las barcas armadas; y salí y ellos que eran muchos así desnudos y de la misma condiçión de la otra ysla de San Salvador nos dexaron yr por la ysla y nos davan lo que les pedía. Y porque el viento cargava a la traviesa sueste, no me quise detener y partí para la nao. Y una almadía grande estava a bordo de la caravela Niña, y uno de los hombres de la ysla de Sant Salvador que en ella era se echó a la mar y se fue en ella. Y la noche de antes a medio echado el otro y fue atrás la almadía, la qual fugió, que jamás fue barca que le pudiese alcançar, puesto que le teníamos grande avante. Con todo, dio en tierra y dexaron la almadía y alguno[s] de los de mi compañía salieron en tierra tras ellos, y todos fugeron como gallinas. Y la almadía que avían dexado la llevamos a bordo de la caravela Niña, adonde ya de otro cabo venía otra almadía pequeña con un hombre que venía a rescatar un ovillo de algodón, y se echaron algunos marineros a la mar porque él no quería entrar en la caravela y le tomaron. Y yo, que estava a la popa de la nao, que vide todo, enbié por él y le di un bonete colorado y unas cuentas de vidro verdes pequeñas que le puse al braço, y dos cascaveles que le puse a las orejas, y le mandé bolver su almadía que también tenía en la barca y le enbié a tierra. Y di luego la vela para yr a la otra ysla grande que yo vía al güeste. Y mandé largar también la otra almadía que trayýa la caravela Niña por popa. Y vide después en tierra al tiempo de la llegada del otro a quien yo avía dado las cosas susodichas y no le avía querido tomar el ovillo de algodón, puesto que él me lo quería dar. Y todos los otros se llegaron a él y tenía a gran maravilla e bien le pareció que éramos buena gente, y que el otro que se avía fugido nos avía hecho algún daño y que por esto lo llevávamos. Y a esta razón usé esto con él de le mandar alargar y le di las dichas cosas porque nos tuviese en esta estima, porque otra vez quando Vuestras Altezas aquí tornen a enbiar no hagan mala compañía. Y todo lo que yo le di no valía quatro maravedís. Y así partí que serían las diez oras con el viento sueste y tocava de sur para passar a estotra ysla, la qual es grandíssima y adonde todos estos hombres que yo traygo de la de San Salvador hazen señas que ay muy mucho oro, y que lo traen en los braços en manillas y a las piernas y a las orejas y al nariz y al pescueço. Y avía desta ysla de Sancta María a esta otra nueve leguas leste güeste, y se corre toda esta parte de la ysla norueste sueste. Y se pareçe que bien avría en esta costa más de veynte ocho leguas en esta faz. Y es muy llana sin montaña ninguna, así como aquella de Sant Salvador y de Sancta María, y todas playas sin roquedos, salvo que a todas ay algunas peñas açerca de tierra debaxo del agua, por donde es menester abrir el ojo quando se quiere surgir e no surgir mucho açerca de tierra aunque las aguas son siempre muy claras y se vee el fondo. Y desviado de tierra dos tyros de lombarda, ay en todas estas yslas tanto fondo que no se puede llegar a él. Son estas yslas muy verdes y fértiles y de ayres muy dulçes, y puede aver muchas cosas que yo no sé porque no me quiero detener por calar y andar muchas yslas para fallar oro. Y pues éstas dan así estas señas, que lo traen a los braços y a las piernas, y es oro porque les amostré algunos pedaços del que yo tengo; no puedo errar con el ayuda de Nuestro Señor que yo no le falle adonde naçe. Y estando a medio golpho destas dos yslas, es de saber de aquella de Sancta María y desta grande a la qual pongo nombre la Fernandina, fallé un hombre solo en una almadía que se passava de la ysla de Sancta María a la Fernandina y trayýa un poco de su pan que sería tanto como el puño y una calabaça de agua y un pedaço de tierra bermeja hecha en polvo y después amassada, y unas hojas secas, que deve ser cosa muy apreçiada entre ellos, porque ya me truxeron en San Salvador dellas en presente. Y trayýa un çestillo a su guisa en que tenía un ramalejo de cuentezillas de vidro y dos blancas, por las quales cognoscí que él venía de la ysla de Sant Salvador y aví[a] passado a aquella de Sancta María y se passava a la Fernandina. El qual se llegó a la nao; yo le hize entrar, que así lo demandava él, y le hize poner su almadía en la nao y guardar todo lo que él trayýa y le mandé dar de comer pan y miel y de bever. Y así le passaré a la Fernandina y le daré todo lo suyo, porque dé buenas nuevas de nos por a Nuestro Señor aplaziendo, quando Vuestras Altezas enbíen acá, que aquellos que vinieren resçiban honrra y nos den de todo lo que oviere.

Martes y miércoles 16 de otubre

Partí de las ysla[s] de Sancta María de Concepçión, que sería ya çerca de mediodía, para la ysla Fernandina, la qual amuestra ser grandíssima al güeste y navegué todo aquel día con calmería. No pude llegar a tiempo de poder ver el fondo para surgir en limpio porque es en esto mucho de aver gran diligençia por no perder las anclas. Y así temporizé toda esta noche hasta el día que vine a una poblaçión adonde yo surgí e adonde avía venido aquel hombre que yo hallé ayer en aquella almadía a medio golfo. El qual avía dado tantas buenas nuevas de nos, que toda esta noche no faltó almadías a bordo de la nao que nos trayýan agua y de lo que tenían. Yo a cada uno le mandava dar algo, es a saber, algunas contezillas, diez o doze dellas de vidro en un filo, y algunas sonajas de latón destas que valen en Castilla un maravedí cada una, y algunas agujetas, de que todo tenían en grandíssima exçelençia, y también los mandava dar para que comiesen quando venían en la nao, y miel de açúcar. Y después a oras de tercia embié el batel de la nao en tierra por agua, y ellos de muy buena gana le enseñavan a mi gente adónde estava el agua y ellos mesmos trayýan los barriles llenos al batel y se folgavan mucho de nos hazer plazer. Esta ysla es grandíssima y tengo determinado de la rodear, porque según puedo entender en ella o açerca della ay mina de oro. Esta ysla está desviada de la de Sancta María 8 leguas quasi leste güeste y este cabo adonde yo vine y toda esta costa se corre nornorueste y sursudueste, y vide bien veynte leguas della mas ayý no acabava. Agora, escriviendo esto, di la vela con el viento sur para pujar a rodear toda la ysla, y trabajar hasta que halle Samaot que es la ysla o ciudad adonde es el oro, que así lo dizen todos estos que aquí vienen en la nao y nos lo dezían los de la ysla de San Salvador y de Sancta María. Esta gente es semejante a aquella de las dichas yslas y una fabla y unas costumbres salvo que estos ya me pareçen algún tanto más doméstica gente y de tracto y más sotiles. Porque veo que an trayýdo algodón aquí a la nao y otras cositas que saben mejor refetar el pagamento que no hazían los otros. Y aun en esta ysla vide paños de algodón fechos como mantillos, y la gente más dispuesta, y las mugeres traen por delante su cuerpo una cosita de algodón que escassamente les cobija su natura. Ella es ysla muy verde y llana y fertilíssima y no pongo duda que todo el año siembran panizo y cogen y así todas otras cosas. Y vide muchos árboles muy diformes de los nuestros, y dellos muchos que tenían los ramos de muchas maneras y todo en un pie, y un ramito es de una manera y otro de otra; y tan disforme, que es la mayor maravilla del mundo quánta es la diversidad de la una manera a la otra. Verbigracia: un ramo tenía las fojas de manera de cañas, y otro de manera de lantisco, y así en un solo árbol de çinco o seys destas maneras, y todos tan diversos. Ni estos son enxeridos porque se pueda dezir que el enxerto lo haze; antes son por los montes, ni cura dellos esta gente. No le cognozco secta ninguna y creo que muy presto se tornarían cristianos, porque ellos son de muy buen entender. Aquí son los peçes tan disformes de los nuestros que es maravilla. Ay algunos hechos como gallos, de las más finas colores del mundo, azules, amarillos, colorados y de todas colores, y otros pintados de mill maneras; y las colores son tan finas, que no ay hombre que no se maraville y no tome gran descanso a verlos. También ay vallenas. Bestias en tierra no vide ninguna de ninguna manera, salvo papagayos y lagartos. Un moço me dixo que vido una grande culebra. Ovejas ni cabras ni otra ninguna bestia vide, aunque yo e estado aquí muy poco, que es medio día; mas si las oviese, no pudiera errar de ver alguna. El çerco desta ysla escriviré después que yo la oviere arrodeada.

Miércoles 17 de otubre

A mediodía partí de la poblaçión adonde yo estava surgido y adonde tomé agua para yr rodear esta ysla Fernandina y el viento era sudueste y sur. Y como mi voluntad fuese de seguir esta costa desta ysla adonde yo estava al sueste porque así se corre toda nornorueste y sursueste, y quería llevar el dicho camino del sur y sueste, porque aquella parte todos estos yndios que traygo y otro de quien ove señas en esta parte del sur a la ysla a que ellos llaman Samoet adonde es el oro, y Martín Alonso Pinçón, capitán de la caravela Pinta, en la qual yo mandé a tres destos yndios, vino a mí y me dixo que uno dellos muy çertificadamente le avía dado a entender que por la parte del nornorueste muy más presto arrodearía la ysla. Yo vide que el viento no me ayudava por el camino que yo quería llevar y era bueno por el otro, di la vela al nornorueste y quando fue açerca del cabo de la ysla a dos leguas, hallé un muy maravilloso puerto con una boca, aunque dos bocas se le puede dezir, porque tiene un ysleo en medio y son ambas muy angostas y dentro muy ancho para çien navíos si fuera fondo y limpio y fondo al entrada. Parecióme razón del ver bien y sondear y así surgí fuera de él y fuy en él con todas las barcas de los navíos y vimos que no avía fondo. Y porque pensé quando yo le vi que era boca de algún río, avía mandado llevar barriles para tomar agua y en tierra hallé unos ocho o diez hombres que luego vinieron a nos y nos amostraron ayý çerca la poblaçión adonde yo enbié la gente por agua, una parte con armas, otros con barriles, y así la tomaron. Y porque era lexuelos me detuve por espaçio de dos oras. En este tiempo anduve así por aquellos árboles que eran la cosa más fermosa de ver que otra que se aya visto, veyendo tanta verdura en tanto grado como en el mes de mayo en el Andaluzía. Y los árboles todos están tan disformes de los nuestros como el día de la noche, y así las frutas y así las yervas y las piedras y todas las cosas. Verdad es que algunos árboles eran de la naturaleza de otros que ay en Castilla; por ende avía muy gran diferençia, y los otros árboles de otras maneras eran tantos que no ay persona que lo pueda dezir ni asemejar a otros de Castilla. La gente toda era una con los otros ya dichos, de las mismas condiçiones y así desnudos y de la misma estatura, y davan de lo que tenían por qualquiera cosa que les diesen. Y aquí vide que unos moços de los navíos les trocaron azagayas [por] unos pedaçuelos de escudillas rotas y de vidro, y los otros que fueron por el agua me dixeron cómo avían estado en sus casas, y que eran de dentro muy barridas y limpias, y sus camas y paramentos de cosas que son como redes de algodón. Ellas, las casas, son todas a manera de alfaneques y muy altas y buenas chimeneas, mas no vide entre muchas poblaçiones que yo vide ninguna que passasse de doze hasta quinze casas. Aquí fallaron que las mugeres casadas trayýan bragas de algodón; las moças no, sino salvo algunas que eran ya de edad de diez y ocho años. Y ayý avía perros mastines y branchetes, y ayý fallaron uno que avía al nariz un pedaço de oro que sería como la mitad de un castellano, en el qual vieron letras. Reñí yo con ellos porque no se lo resgataron y dieron quanto pedía por ver qué era y cúya esta moneda era, y ellos me respondieron que nunca se lo osó resgatar. Después de tomada la agua bolví a la nao y di la vela y salí al norueste tanto que yo descubrí toda aquella parte de la ysla hasta la costa que se corre leste güeste. Y después todos estos yndios tornaron a dezir que esta ysla era más pequeña que no la ysla Samoet, y que sería bien bolver atrás por ser en ella más presto. El viento allí luego nos calmó y començó a ventar güesnorueste, el qual era contrario para donde avíamos venido, y así tomé la buelta y navegué toda esta noche passada al leste sueste, y quando al leste todo, quando al sueste, y esto para apartarme de la tierra porque hazía muy gran çerrazón y el tiempo muy cargado; el [viento] era poco y no me dexó llegar a tierra a surgir. Así que esta noche llovió muy fuerte después de medianoche hasta quasi el día y aun está nublado para llover y nos al cabo de la ysla de la parte del sueste adonde espero surgir fasta que aclaresca para ver las otras yslas adonde tengo de yr. Y así todos estos días después que en estas Yndias estoy a llovido poco o mucho. Crean Vuestras Altezas que es esta tierra la mejor e más fértil y temperada y llana y buena que aya en el mundo.

Jueves 18 de otubre

Después que aclaresció seguí el viento y fui en derredor de la ysla quanto pude y surgí al tiempo que ya no era de navegar; mas no fui en tierra y en amaneçiendo di la vela.

Viernes 19 de otubre

En amaneçiendo levanté las anclas y envié la caravela Pinta al leste y sueste, y la caravela Niña al sursueste, y yo con la nao fui al sueste, y dado orden que llevasen aquella buelta fasta mediodía y después que ambas se mudasen las derrotas y se recogieron para mí. Y luego, antes que andássemos tres oras, vimos una ysla al leste sobre la qual descargamos y llegamos a ella todos tres los navíos antes de mediodía a la punta del norte, adonde haze un isleo y un[a] restinga de piedra fuera de él al norte y otro entre él y la ysla grande, la qual anombraron estos hombres de San Salvador que yo traygo la ysla Saomete, a la qual puse nombre la Ysabela. El viento era norte y quedava el dicho ysleo en derrota de la ysla Fernandina de adonde yo avía partido leste güeste, y se corría después la costa desde el ysleo al güeste, y avía en ella doze leguas fasta un cabo y a qui yo llamé el Cabo Hermoso que es de la parte del güeste. Y así es fermoso, redondo y muy fondo, sin baxas fuera de él y al comienço es de piedra y baxo y más adentro es playa de arena como quasi la dicha costa es. Y ayý surgí esta noche viernes hasta la mañana. Esta costa toda, y la parte de la ysla que yo vi es toda quasi playa, y la ysla, la más fermosa cosa que yo vi, que si las otras son muy hermosas, esta es más. Es de muchos árboles y muy verdes y muy grandes. Y esta tierra es más alta que las otras yslas falladas, y en ella alguno altillo, no que se le pueda llamar montaña, mas cosa que afermosea lo otro y parece de muchas aguas. Allá al medio de la ysla desta parte al nordeste haze una grande angla y a muchos arboledos y muy espessos y muy grandes. Yo quise yr a surgir en ella para salir a tierra y ver tanta fermosura, mas era el fondo baxo y no podía surgir salvo largo de tierra y el viento era muy bueno para venir a este cabo adonde yo surgí agora; al qual puse nombre Cabo Fermoso, porque así lo es. Y así no surgí en aquella angla y aun porque vide este cabo de allá tan verde y tan fermoso, así como todas las otras cosas y tierras destas yslas que yo no sé adónde me vaya primero, ni me sé cansar los ojos de ver tan fermosas verduras y tan diversas de las nuestras. Y aun creo que a en ellas muchas yervas y muchos árboles que valen mucho en España para tinturas y para medicinas de espeçería, mas yo no los cognozco de que llevo grande pena. Y llegando yo aquí a este cabo vino el olor tan bueno y suave de flores o árboles de la tierra que era la cosa más dulçe del mundo. De mañana antes que yo de aquí vaya yré en tierra a ver qué es aquí en el cabo. No es la poblaçión salvo allá más dentro adonde dizen estos hombres que yo traygo que está el rey y que trae mucho oro. Y yo de mañana quiero yr tanto avante que halle la poblaçión y vea o aya lengua con este rey que, según éstos dan las señas, él señorea todas estas yslas comarcanas, y va vestido y trae sobre sí mucho oro; aunque no doy mucha fe a sus dezires, así por no los entender yo bien, como en cognosçer que ellos son tan pobres de oro que qualquiera poco que este rey trayga los pareçe a ellos mucho. Este a qui yo digo Cabo Fermoso creo que es ysla apartada de Saometo y aun ay ya otra entremedias pequeña. Yo no curo así de ver tanto por menudo, porque no lo podría fazer en çinquenta años, porque quiero ver y descubrir lo más que yo pudiere para bolver a Vuestras Altezas, a Nuestro Señor aplaziendo, en abril. Verdad es que, fallando adónde aya oro o espeçería en cantidad, me deterné fasta que yo aya dello quanto pudiere. Y por esto no fago sino andar para ver de topar en ello.

Sábado 20 de otubre

Oy al sol salido levanté las anclas de donde yo estava con la nao surgido en esta ysla de Saometo al cabo del sudueste adonde yo puse nombre el Cabo de la Laguna y a la ysla, la Ysabela, para navegar al nordeste y al leste de la parte del sueste y sur, adonde entendí destos hombres que yo traygo que era la poblaçión y el rey della, y fallé todo tan baxo el fondo que no pude entrar ni navegar a ella, y vide que siguiendo el camino del sudueste era muy gran rodeo. Y por esto determiné de me bolver por el camino que yo avía trayýdo del nornordeste de la parte del güeste y rodear esta isla para [a]yý. Y el viento me fue tan escasso que yo no nunca pude aver la tierra al longo de la costa salvo en la noche. Y porque es peligro surgir en estas yslas salvo en el día que se vea con el ojo adónde se echa el ancla porque es todo manchas, una de limpio y otra de non, yo me puse a temporejar a la vela toda esta noche del domingo. Las caravelas surgieron porque [se] hallaron en tierra temprano y pensaron que a sus señas que eran costumbradas de hazer, yría a surgir, mas no quise.

Domingo 21 de otubre

A las diez oras llegué aquí a este Cabo del Ysleo y surgí y asimismo las caravelas. Y después de aver comido fui en tierra, adonde aquí no avía otra población que una casa, en la qual no fallé a nadie, que creo que con temor se avían fugido, porque en ella estavan todos sus adereços de casa. Yo no le dexé tocar nada salvo que me salí con estos capitanes y gente a ver la ysla, que si las otras ya vistas son muy fermosas y verdes y fertibles, ésta es mucho más y de grandes arboledos y muy verdes. Aquí es unas grandes lagunas y sobre ellas y a la rueda es el arboledo en maravilla. Y aquí y en toda la ysla son todos verdes y las yervas como en el abril en el Andaluzía. Y el cantar de los paxaritos que pareçe que el hombre nunca se querría partir de aquí. Y las manadas de los papagayos que ascureçen el sol, y aves y paxaritos de tantas maneras y tan diversas de las nuestras que es maravilla. Y después ha árboles de mill maneras y todos [dan] de su manera fruto, y todos güelen que es maravilla; que yo estoy el más penado del mundo de no los cognosçer, porque soy bien çierto que todos son cosa de valía y dellos traygo la demuestra, y asimismo de las yervas. Andando así en çerco de una destas lagunas, vide una sierpe, la qual matamos y traygo el cuero a Vuestras Altezas. Ella como nos vido se echó en la laguna, y nos le seguimos dentro, porque no era muy fonda, fasta que con lanças la matamos. Es de siete palmos en largo. Creo que destas semejantes ay aquí en estas lagunas muchas. Aquí cognosçí del lignáloe y mañana e determinado de hazer traer a la nao diez quintales porque me dizen que vale mucho. También andando en busca de muy buena agua, fuimos a una poblaçión aquí çerca adonde estoy surto media legua, y la gente della como nos sintieron dieron todos a fugir y dexaron las casas y escondieron su ropa y lo que tenían por el monte. Yo no dexé tomar nada ni la valía de un alfilel. Después se llegaron a nos unos hombres dellos y uno se llegó aquí. Yo di unos cascaveles y unas cuentezillas de vidro y quedó muy contento y muy alegre. Y porque la amistad creciese más y los requiriese algo le hize pedir agua. Y ellos después que fui en la nao vinieron luego a la playa con sus calabaças llenas y folgaron mucho de dárnosla. Y yo les mandé dar otro ramalejo de cuentezillas de vidro y dixeron que de mañana vernían acá. Yo quería hinchar aquí toda la vasija de los navíos de agua; por ende si el tiempo me da lugar luego me partiré a rodear esta isla fasta que yo aya lengua con este rey y ver si puedo aver de él el oro que oyo que trae, y después partir para otra isla grande mucho que creo que deve ser Cipango según las señas que me dan estos yndios que yo traygo, a la qual ellos llaman Colba, en la qual dizen que a naos y mareantes muchos y muy grandes. Y desta ysla [a] otra que llaman Bofío que también dizen que es muy grande. Y a las otras que son entremedio veré así de passada, y según yo fallare recaudo de oro o espeçería, determinaré lo que e de fazer. Mas todavía tengo determinado de yr a la tierra firme y a la çiudad de Quisay y dar las cartas de Vuestras Altezas al Gran Can y pedir respuesta y venir con ella.

Lunes 22 de otubre

Toda esta noche y oy estuve aquí aguardando si el rey de aquí o otras personas traherían oro o otra cosa de sustançia y vinieron muchos desta gente semejantes a los otros de las otras yslas así desnudos y así pintados dellos de blanco, dellos de colorado, dellos de prieto, y así de muchas maneras. Trayýan azagayas y algunos ovillos de algodón a resgatar, el qual trocavan aquí con algunos marineros por pedaços de vidro, de taças quebradas, y por pedaços de escudillas de barro. Algunos dellos trayýan algunos pedaços de oro colgado al nariz, el qual de buena gana davan por un cascavel destos de pie de gavilano, y por cuentezillas de vidro, mas es tan poco que no es nada, que es verdad que qualquier poca cosa que se les dé; ellos también tenían a gran maravilla nuestra venida y creyýan que éramos venidos del çielo. Tomamos agua para los navíos en una laguna que aquí está açerca del Cabo del Ysleo que así anombré. Y en la dicha laguna Martín Alonso Pinçón, capitán de la Pinta, mató otra sierpe tal como la otra de ayer de siete palmos. Y fize tomar aquí del liñáloe quanto se falló.

Martes 23 de otubre

Quisiera oy partir para la ysla de Cuba que creo que deve ser Çipango según las señas que dan esta gente de la grandeza della y riqueza, y no me deterné más aquí ni [andaré] esta ysla alrededor para yr a la población como tenía determinado para aver lengua con este rey o señor. Que es por no me detener mucho, pues veo que aquí no ay mina de oro y al rodear destas yslas a menester muchas maneras de viento, y no vienta así como los hombres querrían. Y pues es de andar adonde aya trato grande, digo que no es razón de se detener, salvo yr a camino y calar mucha tierra fasta topar en tierra muy provechosa aunque mi entender es que ésta sea muy provechosa de espeçería mas que yo no la cognozco, que llevo la mayor pena del mundo; que veo mill maneras de árboles que tienen cada uno su manera de fruta y verde agora como en España en el mes de mayo y junio y mill maneras de yervas, asimesmo con flores, y de todo no se cognosció salvo este liñáloe de que oy mandé también traer a la nao mucho para levar a Vuestras Altezas. Y no e dado ni doy la vela para Cuba porque no ay viento salvo calma muerta y llueve mucho y llovió ayer mucho sin hazer ningún frío, antes el día haze calor y las noches temperadas como en mayo en España en el Andaluzía.

Miércoles 24 de otubre

Esta noche a medianoche levanté las anclas de la ysla Ysabela del Cabo del Ysleo que es de la parte del norte adonde y[o] estava posado para yr a la ysla de Cuba adonde oyý desta gente que era muy grande y de gran trato y avía en ella oro y especerías y naos grandes y mercaderes y me amostró que al güessudueste yría a ella. Y yo así lo tengo, porque creo que si es así como por señas que me hizieron todos los yndios destas yslas y aquellos que llevo yo en los navíos, porque por lengua no los entiendo, es la ysla de Cipango de que se cuentan cosas maravillosas. Y en las esp[h]eras que yo vi y en las pinturas de mapamundos es ella en esta comarca. Y así navegué fasta el día al güesudueste y amaneçiendo calmó el viento y llovió y así cassi toda la noche. Y estuve así con poco viento fasta que passava de mediodía y estonçes tornó a ventar muy amoroso y llevava todas mis velas de la nao: maestra y dos bonetas y triquete y çevadera y mezana y vela de gavia, y el batel por popa. Así anduve al camino fasta que anocheçió; y estonçes me quedava el Cabo Verde de la ysla Fernandina, el qual es de la parte de sur a la parte de güeste, me quedava al norueste y hazía de mí a él siete leguas. Y porque ventava ya rezio y no sabía yo quánto camino oviese fasta la dicha ysla de Cuba y por no la yr a demandar de noche, porque todas estas islas son muy fondas a no hallar fondo todo enderredor salvo a tyro de dos lombardas, y esto es todo manchado, un pedaço de roquedo y otro de arena, y por esto no se puede seguramente surgir salvo a vista de ojo. Y por tanto acordé de amaynar las velas todas, salvo el triquete, y andar con él y de a un rato creçía mucho el viento y hazía mucho camino de que dudava, y hera muy gran çerrazón y llovía. Mandé amaynar el trinquete y no anduvimos esta noche dos leguas, etc.

Jueves 25 de otubre

Navegó después del sol salido al güeste sudueste hasta las nueve oras. Andarían 5 leguas. Después mudó el camino al güeste. Andavan 8 millas por ora hasta la una después de mediodía y de allí hasta las tres [6], y andarían 44 millas. Entonçes vieron tierra y eran siete o ocho yslas en luengo todas de norte a sur; distavan dellas 5 leguas, etc.

Viernes 26 de otubre

Estuvo de las dichas yslas de la parte del sur. Era todo baxo çinco o seys leguas; surgió por allí. Dixeron los yndios que llevava que avía dellas a Cuba andadura de día y medio con sus almadías que son navetas de un madero adonde no llevan vela. Estas son las canoas. Partió de allí para Cuba, porque por las señas que los yndios le davan de la grandeza y del oro y perlas della, pensava que era ella, conviene a saber, Çipango.

Sábado 27 de otubre

Levantó las anclas, salido el sol, de aquellas yslas que llamó las Yslas de Arena por el poco fondo que tenían de la parte del sur hasta seys leguas. Anduvo ocho millas por ora hasta la una del día al sursudueste y avrían andado 40 millas, y hasta la noche andarían 28 millas al mesmo camino; y antes de noche vieron tierra. Estuvieron la noche al reparo con mucha lluvia que llovió. Anduvieron el sábado fasta el poner del sol 17 leguas al sursudueste.

Domingo 28 días de otubre

Fue de allí en demanda de la ysla de Cuba al sursudueste a la tierra della más çercana y entró en un río muy hermoso y muy sin peligro de baxas ni de otros inconvenientes y toda la costa que anduvo por allí era muy hondo y muy limpio fasta tierra. Tenía la boca del río doze braças y es bien ancha para barloventear. Surgió dentro dizque a tyro de lo[m]barda. Dize el Almirante que nunca tan hermosa cosa vido, lleno de árboles, todo çercado el río, fermosos y verdes y diversos de los nuestros con flores y con su fruto cada uno de su manera. Aves muchas y paxaritos que cantavan muy dulçemente. Avía gran cantidad de palmas de otra manera que las de Guinea y de las nuestras, de una estatura mediana y los pies sin aquella camisa y las hojas muy grandes, con las quales cobijan las casas; la tierra muy llana. Saltó el Almirante en la barca y fue a tierra y llegó a dos casas que creyó ser de pescadores y que con temor se huyeron en una de la[s] quales halló un perro que nunca ladró; y en ambas casas halló redes de hilo de palma y cordeles y anzuelo de cuerno y fisgas de güesso y otros aparejos de pescar y muchos huegos dentro y creyó que en cada una casa se ayuntan muchas personas. Mandó que no se tocase en cosa de todo ello y así se hizo. La yerva era grande como en el Andaluzía por abril y mayo. Halló verdolagas muchas y bledos. Tornóse a la barca y anduvo por el río arriba un buen rato y era, dizque, gran plazer ver aquellas verduras y arboledas y de las aves que no podía dexallas para se bolver. Dize que es aquella ysla la más hermosa que ojos ayan visto, llena de muy buenos puertos y ríos hondos y la mar que pareçía que nunca se devía de alçar, porque la yerva de la playa llegava hasta quasi el agua, lo qual no suele llegar donde la mar es brava. Hasta entonçes no avía experimentado en todas aquellas yslas que la mar fuese brava. La isla dize que es llena de montañas muy hermosas aunque no son muy grandes en longura, salvo altas, y toda la otra tierra es alta de la manera de Çeçilia. Llena es de muchas aguas, según pudo entender de los yndios que consigo lleva que tomó en la ysla de Guanahaní, los quales le dizen por señas que ay diez ríos grandes y que con sus canoas no la pueden çercar en XX días. Quando yva a tierra con los navíos salieron dos almadías, o canoas, y como vieron que los marineros entravan en la barca y remavan para yr a ver el fondo del río para saber dónde avían de surgir, huyeron las canoas. Dezían los yndios que en aquella ysla avía minas de oro y perlas, y vido el Almirante lugar apto para ellas y almejas que es señal dellas, y entendía el Almirante que allí venían naos del Gran Can y grandes, y que de allí a tierra firme avía jornada de diez días. Llamó el Almirante aquel río y puerto de San Salvador.

Lunes 29 de otubre

Alçó las anclas de aquel puerto y navegó al poniente para yr dizque a la çiudad donde le pareçía que le dezían los yndios que estava aquel rey. Una punta de la ysla le salía al norueste seys leguas de allí. Otra punta le salía al leste diez leguas. Andada otra legua vido un río no tan grande [de] entrada, al qual puso nombre el Río de la Luna. Anduvo hasta ora de bísperas. Vido otro río muy más grande que los otros y así se lo dixeron por señas los yndios y açerca de él vido buenas poblaçiones de casas; llamó al río el Río de Mares. Enbió dos barcas a una poblaçión por aver lengua y a una dellas un yndio de los que trayýa, porque ya los entendían algo y mostravan estar contentos con los cristianos, de las quales todos los hombres y mugeres y criaturas huyeron, desamparando las casas con todo lo que tenían, y mandó el Almirante que no se tocase en cosa. Las casas dizque eran ya más hermosas que las que avía visto y creyýa que quanto más se allegase a la tierra firme serían mejores. Eran hecha[s] a manera de alfaneques muy grandes y pareçían tiendas en real sin conçierto de calles sino una acá y otra acullá y de dentro muy barridas y limpias y sus adereços muy compuestos. Todas son de ramos de palma, muy hermosas. Hallaron muchas estatuas en figura de mugeres y muchas cabeças en manera de cara[n]tona, muy bien labradas. No sé si esto tienen por hermosura o adoran en ellas. Avía perros que jamás ladraron; avía avezitas salvajes mansas por sus casas; avía maravillosos adereços de redes y anzuelos y artifiçios de pescar. No le tocaron en cosa dello. Creyó que todos los de la costa devían de ser pescadores, que llevan el pescado la tierra dentro porque aquella ysla es muy grande y tan hermosa que no se hartava dezir bien della. Dize que halló árboles y frutas de muy maravilloso sabor, y dize que deve aver vacas en ella y otros ganados, porque vido cabeças en güesso que le parecieron de vaca. Aves y paxaritos y el cantar de los grillos en toda la noche con que se holgava[n] todos. Los ayres sabrosos y dulçes de toda la noche ni frío ni callente, mas por el camino de las otras yslas [a] aquella dizque hazía gran calor y allí no, salvo templado como en mayo. Atrivuye el calor de las otras yslas por ser muy llanas y por el viento que trayýan hasta allí ser leva[n]te y por eso cálido. El agua de aquellos ríos era salada a la boca; no supieron de dónde bevían los yndios aunque tenían en sus casas agua dulçe. En este río podía[n] los navíos boltejar para entrar y para salir y tienen muy buenas señas o marcas; tienen siete o ocho braças de fondo a la boca y dentro çinco. Toda aquella mar dize que le pareçe que deve ser siempre mansa como el río de Sevilla, y el agua aparejada para criar perlas. Halló caracoles grandes sin sabor no como los de España. Señala la disposiçión del río y del puerto que arriba dixo y nombró San Salvador, que tiene sus montañas hermosas y altas como la Peña de los Enamorados y una dellas tiene ençima otro montezillo a manera de una hermosa mezquita. Estotro río y puerto en que agora estava tiene de la parte del sueste dos montañas así redondas y de la parte del güestenorueste un hermoso cabo llano que sale fuera.

Martes 30 de otubre

Salió del Río de Mares al norueste y vido cabo lleno de palmas y púsole Cabo de Palmas después de aver andado quinze leguas. Los yndios que yvan en la caravela Pinta dixeron que detrás de aquel cabo avía un río y del río a Cuba avía quatro jornadas; y dixo el capitán de la Pinta que entendía que esta Cuba era çiudad y que aquella tierra era tierra firme muy grande, que va mucho al norte, y que el rey de aquella tierra tenía guerra con el Gran Can, al qual ellos llamavan Cami, y a su tierra, o çiudad, Faba, y otros muchos nombres. Determinó el Almirante de llegar a aquel río y enbiar un presente al rey de la tierra, y enbiarle la carta de los Reyes. Y para ella tenía un marinero que avía andado en Guinea en lo mismo, y çiertos yndios de Guanahaní que querían yr con él con que después los tornasen a su tierra. Al pareçer del Almirante distava de la línea equinocial 42 grados hazia la vanda del norte, si no está corrupta la letra de donde trasladé esto, y dize que avía de trabajar de yr al Gran Can que pensava que estava por allí o a la çiudad de Cathay que es del Gran Can, que dizque es muy grande según le fue dicho antes que partiese de España. Toda aquesta tierra dize ser baxa y hermosa y fonda la mar.

Miércoles 31 de otubre

Toda la noche martes anduvo barloventeando y vido un río donde no pudo entrar por ser baxa la entrada y pensaron los yndios que pudieran entrar los navíos como entrava[n] sus canoas. Y navegando adelante halló un cabo que salía muy fuera y çercado de baxos y vido una concha o bayýa donde podían estar navío[s] pequeños y no lo pudo encabalgar porque el viento se avía tyrado del todo al norte y toda la costa se corría al nornorueste y sueste, y otro cabo que vido adelante le salía más afuera. Por esto y porque el çielo mostrava de ventar rezio se ovo de tornar al Río de Mares.

Jueves 1o de noviembre

En saliendo el sol enbió el Almirante las barcas a tierra a las casas que allí estavan y hallaron que eran toda la gente huyda. Y desde a buen rato pareçió un hombre, y mandó el Almirante que lo dexasen asegurar y bolviéronse las barcas. Y después de comer tornó a enbiar a tierra uno de los yndios que llevava, el qual desde lexos le dio bozes diziendo que no oviesen miedo porque eran buena gente y no hazían mal a nadie, ni eran del Gran Can, antes dava[n] de lo suyo en muchas yslas que avían estado. Y echóse a nadar el yndio y fue a tierra, y dos de los de allí lo tomaron de braços y lleváronlo a una casa donde se informaron de él. Y como fueron çiertos que no se les avía de hazer mal, se aseguraron y vinieron luego a los navíos más de diez y seys almadías o canoas con algodón hylado y otras cosillas suyas de las quales mandó el Almirante que no se tomasse nada, porque supiesen que no buscava el Almirante salvo oro a que ellos llaman nucay. Y así en todo el día anduvieron y vinieron de tierra a los navíos, y fueron de los cristianos a tierra muy seguramente. El Almirante no vido a alguno dellos oro, pero dize el Almirante que vido a uno dellos un pedaço de plata labrado colgado a la nariz, que tuvo por señal que en la tierra avía plata. Dixeron por señas que antes de tres días vernían muchos mercaderes de la tierra dentro a comprar de las cosas que allí llevan los cristianos, y darían nuevas del rey de aquella tierra, el qual según se pudo entender por las señas que davan, que estava de allí quatro jornadas porque ellos avían enbiado muchos por toda la tierra a le hazer saber del Almirante. Esta gente, dize el Almirante, es de la misma calidad y costumbre de los otros hallados, sin ninguna secta que yo cognozca; que fasta oy [a] aquestos que traygo no e visto hazer ninguna oraçión; antes dizen la Salve y el Ave María con las manos al çielo como le amuestran, y hazen la señal de la cruz. Toda la lengua también es una y todos amigos, y creo que sean todas estas yslas, y que tengan guerra con el Gran Chan a que ellos llaman Cavila y a la provinçia Bafan. Y así andan también desnudos como los otros. Esto dize el Almirante. El río dize que es muy hondo, y en la boca pueden llegar los navío[s] con el bordo hasta tierra; no llega el agua dulçe a la boca con una legua, y es muy dulçe. Y es çierto, dize el Almirante, que esta es la tierra firme y que estoy, dize él, ante Zaytó y Quinsay cien leguas poco más o poco menos lexos de lo uno y de lo otro y bien se amuestra por la mar que viene de otra suerte que fasta aquí no a venido y ayer que yva al norueste fallé que hazía frío.

Viernes 2 de noviembre

Acordó el Almirante enbiar dos hombres españoles, el uno se llamava Rodrigo de Xerez que bivía en Ayamonte, y el otro era un Luys de Torres que avía bivido con el Adelantado de Murçia y avía sido judío y sabía dizque ebrayco y caldeo y aun algo arávigo. Y con estos enbió dos yndios: uno de los que consigo trayýa de Guanahaní, y el otro de aquellas casas que en el río estavan poblados. Dioles sartas de cuentas para comprar de comer si les faltase, y seys días de término para que bolviesen. Dioles muestras de espeçería para ver si alguna della topasen. Dioles ynstruçión de cómo avían de preguntar por el rey de aquella tierra y lo que le avían de hablar de partes de los Reyes de Castilla, cómo enbiavan al Almirante para que les diese de su parte sus cartas y un presente, y para saber de su estado y cobrar amistad con él, y favoreçelle en lo que oviese dellos menester, etc., y que supiesen de çiertas provinçias y puertos y ríos de que el Almirante tenía noticia y quánto distavan de allí, etc. Aquí tomó el Almirante el altura con un quadrante esta noche y halló que estava 42 grados de la línea equinoçial, y dize que por su cuenta halló que avía andado desde la ysla del Hierro mill y çiento y quarenta y dos leguas, y todavía afirma que aquella es tierra firme.

Sábado 3 de noviembre

En la mañana entró en la barca el Almirante y porque haze el río en la boca un gran lago el qual haze un singularíssimo puerto muy hondo y limpio de piedras muy buena playa para poner navíos a monte y mucha leña, entró por el río arriba hasta llegar al agua dulçe que sería çerca de dos leguas, y subió en un montezillo por descubrir algo de la tierra y no pudo ver nada por las grandes arboledas las quales muy frescas, odoríferas. Por lo qual dize no tener duda que no aya yervas aromáticas. Dize que todo era tan hermoso lo que vía, que no podía cansar los ojos de ver tanta lindeza, y los cantos de las aves y paxaritos. Vinieron en aquel día muchas almadías o canoas a los navíos a resgatar cosas de algodón filado y redes en que dormían, que son hamacas.

Domingo 4 de noviembre

Luego en amaneçiendo entró el Almirante en la barca y salió a tierra a caçar de las aves que el día antes avía visto. Después de buelto vino a él Martín Alonso Pinçón con dos pedaços de canela, y dixo que un portugués que tenía en su navío avía visto a un yndio que trayýa dos manojos della grandes, pero que no se la osó resgatar por la pena que el Almirante tenía puesta que nadie resgatase. Dezía más: que aquel yndio trayýa unas cosas bermejas como nuezes. El contramaestre de la Pinta dixo que avía hallado árboles de canela; fue el Almirante luego allá y halló que no eran. Mostró el Almirante a unos yndios de allí canela y pimienta, parez que de la que llevava de Castilla para muestra, y cognosçiéronla, dizque, y dixeron por señas que çerca de allí avía mucho de aquello al camino del sueste. Mostróles oro y perlas, y respondieron çiertos viejos que en un lugar que llamaron Bohío avía infinito y que lo trayýan al cuello y a las orejas y a los braços y a las piernas, y también perlas. Entendió más: que dezían que avía naos grandes y mercaderías y todo esto era al sueste. Entendió también que lexos de allí avía hombres de un ojo, y otros con hoçicos de perros que comían los hombres, y que en tomando uno lo degollavan y le bevían la sangre, y le cortavan su natura. Determinó de bolver a la nao el Almirante a esperar los dos hombres que avía enbiado, para determinar de partirse a buscar aquellas tierras, si no truxesen aquellos alguna buena nueva de lo que deseavan. Dize más el Almirante: Esta gente es muy mansa y muy temerosa, desnuda como dicho tengo, sin armas y sin ley. Estas tierras son muy fértiles; ellos las tienen llenas de mames que son como çanahorias que tienen sabor de castañas, y tienen faxones y favas muy diversas de las nuestras y mucho algodón el qual no siembran y nace por los montes árboles grandes, y creo que en todo tiempo lo aya para coger porque vi lo[s] cogujos abiertos y otros que se abrían y flores todo en un árbol y otras mill maneras de frutas que me no es possible escrevir, y todo deve ser cosa provechosa. Todo esto dize el Almirante.

Lunes 5 de noviembre

En amaneziendo mandó poner la nao a monte y los otros navíos, pero no todos juntos sino que quedasen siempre dos en el lugar donde estavan por la seguridad, aunque dize que aquella gente era muy segura y sin temor se pudieran poner todos los navíos junto en monte. Estando así vino el contramaestre de l[a] Niña a pedir albriçias al Almirante porque avía hallado almáçiga mas no trayýa la muestra porque se le avía cayýdo. Prometióselas el Almirante y enbió a Rodrigo Sánches y a maestre Diego a los árboles y truxeron un poco della, la qual guardó para llevar a los Reyes y también del árbol y dize que se cognosció que era almáçiga aunque se a de coger a sus tiempos, y que avía en aquella comarca para sacar mill quintales cada año. Halló dizque allí mucho de aquel palo que le pareçió lignáloe. Dize más: que aquel puerto de Mares es de los mejores del mundo y mejores ayres y más mansa gente, y porque tiene un cabo de peña altillo, se puede hazer una fortaleza para que, si aquello saliese rico y cosa grande, estaría[n] allí los mercaderes seguros de qualquiera otras naçiones. Y dize: Nuestro Señor, en cuyas manos están todas las victorias, adereza todo lo que fuere su servicio. Dizque dixo un yndio por señas que el almáciga era buena para quando les dolía el estómago.

Martes 6 de noviembre

Ayer en la noche, dize el Almirante, vinieron los dos hombres que avía embiado a ver la tierra dentro y le dixeron cómo avían andado doze leguas que avía hasta una poblaçión de çinquenta casas, donde dizque avría mill vezinos porque biven muchos en una casa. Estas casas son de manera de alfaneques grandíssimos. Dixeron que los avían resçebido con gran solenidad según su costumbre. Y todos así hombres como mugeres los venían a ver, y aposentáronlos en las mejores casas. Los quales los tocavan y les besavan las manos y los pies maravillándose y creyendo que venían del çielo y así se lo davan a entender. Dávanles de comer de lo que tenían. Dixeron que en llegando los llevaron de braços los más honrrados del pueblo a la casa principal, y diéronles dos sillas en que se assentaron, y ellos todos se assentaron en el suelo en derredor dellos. El yndio que con ellos yva les notificó la manera de bivir de los cristianos y cómo eran buena gente. Después saliéronse los hombres, y entraron las mugeres y sentáronse de la misma manera en derredor dellos, besándoles las manos y los pies, palpándolos, atentándolos si eran de carne y de güesso como ellos. Rogávanles que se estuviesen allí con ellos al menos por çinco días. Mostraron la canela y pimienta y otras espeçias que el Almirante les avía dado, y dixéronles por señas que mucha della avía çerca de allí al sueste, pero que en allí no sabían si la avía. Visto cómo no tenían recaudo de çiudad se bolvieron, y que si quisieran dar lugar a los que con ellos se querían venir que más de quinientos hombres y mugeres vinieran con ellos, porque pensavan que se bolvían al çielo. Vino, enpero, con ellos un principal del pueblo y un su hijo y un hombre suyo. Habló con ellos el Almirante, hízoles mucha honrra, señalóle muchas tierras e yslas que avía en aquellas partes. Pensó de traerlo a los Reyes, y dizque no supo qué se le antojó parez que de miedo; y de noche escuro quísose yr a tierra. Y el Almirante dizque porque tenía la nao en seco en tierra, no le queriendo enojar le dexó yr, diziendo que en amaneçiendo tornaría; el qual nunca tornó. Hallaron los dos cristianos por el camino mucha gente que atravesava a sus pueblos mugeres y hombres con un tizón en la mano, yervas para tomar sus sahumerios que acostumbravan. No hallaron poblaçión por el camino de más de çinco casas, y todos les hazían el mismo acatamiento. Vieron muchas maneras de árboles e yervas y flores odoríferas. Vieron aves de muchas maneras diversas de las de España, salvo perdizes y ruyseñores que cantavan y ánsares que destos ay allí hartos. Bestias de quatro pies no vieron, salvo perros que no ladravan. La tierra muy fértil y muy labrada de aquellos niames y faxo[n]es y havas muy diversas de las nuestras; eso mismo panizo y mucha cantidad de algodón cogido y filado y obrado, y que en una sola casa avían visto más de quinientas arrovas, y que se pudiera aver allí cada año quatro mill quintales. Dize el Almirante que le pareçía que no lo sembravan y que da fruto todo el año: es muy fino, tiene el capillo grande. Todo lo que aquella gente tenía dizque dava por muy vil preçio, y que una gran espuerta de algodón dava por cabo de agujeta o otra cosa que se le dé. Son gente, dize el Almirante, muy sin mal ni de guerra, desnudos todos, hombres y mugeres, como sus madres los parió. Verdad es que las mugeres traen una cosa de algodón solamente, tan grande que le cobija su natura y no más. Y son ellas de muy buen acatamiento ni muy negras salvo menos que canarias. Tengo por dicho, sereníssimos prínçipes (dize aquí el Almirante) que sabiendo la lengua dispuesta suya personas devotas religiosas que luego todos se tornarían cristianos. Y así espero en Nuestro Señor que Vuestras Altezas se determinarán a ello con mucha diligençia para tornar a la Iglesia tan grandes pueblos y las convertirán, así como an destruído aquellos que no quisieron confessar el Padre y el Hijo y el Espíritu Sancto; y después de sus días, que todos somos mortales, dexarán sus reynos en muy tranquilo estado, y limpios de heregía y maldad, y serán bien resçebidos delante el Eterno Criador al qual plega de les dar larga vida y acreçentamiento grande de mayores reynos y señoríos, y voluntad y disposiçión para acreçentar la sancta religión cristiana, así como hasta aquí tienen fecho. Amén. Oy tiré la nao de monte y me despacho para partir el jueves en nombre de Dios e yr al sueste a buscar del oro y espeçerías y descobrir tierra. Estas todas son palabras del Almirante, el qual pensó partir el jueves, pero porque le hizo el viento contrario no pudo partir hasta doze días de noviembre.

Lunes 12 de noviembre

Partió del puerto y río de Mares al rendir del quarto de alva para yr a una ysla que mucho affirmavan los yndios que trayýa que se llamava Baveque, adonde según dizen por señas que la gente della coge el oro con candelas de noche en la playa, y después con martillo dizque hazían vergas dello. Y para yr a ella era menester poner la proa al leste quarta del sueste. Después de aver andado ocho leguas por la costa delante halló un río, y dende andadas otras quatro halló otro río que pareçía muy caudaloso y mayor que ninguno de los otros que avía hallado. No se quiso detener ni entrar en alguno dellos por dos respectos: el uno y principal porque el tiempo y viento era bueno para yr en demanda de la dicha ysla de Babeque; lo otro porque si en él oviera alguna populosa o famosa çiudad çerca de la mar se pareçiera, y para yr por el río arriba eran menester navíos pequeños, lo que no eran los que llevava; y así se perdiera también mucho tiempo, y los semejantes ríos son cosa para descobrirse por sí. Toda aquella costa era poblada mayormente çerca del río a quien puso por nombre el Río del Sol. Dixo que el domingo antes, onze de noviembre, le avía pareçido que fuera bien tomar algunas personas de las de aquel río para llevar a los Reyes porque aprendieran nuestra lengua, para saber lo que hay en la tierra y porque bolviendo sean lenguas de los cristianos y tomen nuestras costumbres y las cosas de la fe. Porque yo vi e cognozco (dize el Almirante) que esta gente no tiene secta ninguna ni son ydólatras, salvo muy mansos y sin saber qué sea mal ni matar a otros ni prender y sin armas, y tan temerosos que a una persona de los nuestros fuyen çiento dellos aunque burlen con ellos. Y crédulos y cognosçedores que ay Dios en el çielo, e firmes que nosotros avemos venido del çielo, y muy presto[s] a qualquiera oraçión que nos les digamos que digan y hazen el señal de la cruz +. Así que deven Vuestras Altezas determinarse a los hazer cristianos, que creo que si comiençan en poco tiempo acabará[n] de los aver convertido a nuestra sancta fe multidumbre de pueblos, y cobrando grandes señoríos y riquezas y todos sus pueblos de la España. Porque sin duda es en estas tierras grandíssima suma de oro que no sin causa dizen estos yndios que yo traygo que ha en estas yslas lugares adonde cavan el oro y lo traen al pescueço, a las orejas, y a los braços, e a las piernas, y son manillas muy gruessas. Y también ha piedras y ha perlas preciosas y infinita espeçería. Y en este Río de Mares de adonde partí esta noche sin duda ha grandíssima cantidad de almáçiga, y mayor si mayor se quisiere hazer. Porque los mismos árboles plantándolos prenden de ligero y ha muchos y muy grandes y tienen la hoja como lentisco y el fructo, salvo que es mayor así los árboles como la hoja como dize Plinio e yo e visto en la ysla de Xío en el Arcipiélago. Y mandé sangrar muchos destos árboles para ver si echaría[n] resina para la traer y como aya siempre llovido el tiempo que yo e estado en el dicho río no e podido aver della, salvo muy poquita que traygo a Vuestras Altezas; y también puede ser que no es el tiempo para los sangrar, que esto creo que conviene al tiempo que los árboles comiençan a salir del invierno y quieren echar la flor, y acá ya tienen el fruto quasi maduro agora. Y también aquí se avría grande suma de algodón, y creo que se vendería muy bien acá sin le llevar a España, salvo a las grandes çiudades del Gran Can que se descubrirán sin duda, y otras muchas de otros señores que avrán en dicha servir a Vuestras Altezas y adonde se les darán de otras cosas de España y de las tierras de oriente, pues éstas son a nos en poniente. Y aquí ha también infinito lignáloe aunque no es cosa para hazer gran caudal, mas del almáçiga es de entender bien, porque no la ha salvo en la dicha ysla de Xío, y creo que sacan dello bien çinquenta mill ducados, si mal no me acuerdo. Y ha aquí en la boca del dicho río el mejor puerto que fasta oy vi, limpio e ancho e fondo y buen lugar y asiento para hazer una villa e fuerte e que qualesquier navíos se puedan llegar el bordo a los muros, e tierra muy temperada y alta y muy buenas aguas. Así que ayer vino a bordo de la nao una almadía con seys mancebos y los çinco entraron en la nao; estos mandé detener e los traygo. Y después enbié a una casa que es de la parte del río del poniente y truxeron siete cabeças de mugeres entre chicas e grandes y tres niños. Esto hize porque mejor se comportan los hombres en España aviendo mugeres de su tierra que sin ellas, porque ya otras muchas vezes se acaeçió traer hombres de Guinea para que deprendiesen la lengua en Portugal y después que bolvían y pensavan de se aprovechar dellos en su tierra por la buena compañía que le avían hecho y dádivas que se les avían dado, en llegando en tierra jamás parecía[n]. Otros no lo hazían así. Así que teniendo sus mugeres ternán gana de negociar lo que se les encargare y también estas mugeres mucho enseñarán a los nuestros su lengua. La qual es toda una en todas estas yslas de Yndia, y todos se entienden y todas las andan con sus almadías, lo que no han en Guinea adonde es mill maneras de lenguas que la una no entiende la otra. Esta noche vino a bordo en una almadía el marido de una destas mugeres y padre de tres fijos, un macho y dos fembras, y dixo que yo le dexase venir con ellos y a mí me aplogó mucho, y quedan agora todos consolados con él, que deven todos ser parientes y él es ya hombre de 45 años. Todas estas palabras son formales del Almirante. Dize también arriba que hazía algún frío, y por esto que no le fuera buen consejo en invierno navegar al norte para descubrir. Navegó este lunes hasta el sol puesto 18 leguas al leste quarta del sueste hasta un cabo a que puso por nombre el Cabo de Cuba.

Martes 13 de noviembre

Esta noche toda estuvo a la corda como dizen los marineros que es andar barloventeando y no andar nada, por ver un abra que es un abertura de sierras como entre sierra y sierra que le començó a ver al poner del sol, adonde se mostravan dos grandíssimas montañas, y pareçía que se apartava la tierra de Cuba con aquella de Bofío, y esto dezían los yndios que consigo llevavan por señas. Venido el día claro dio las velas sobre la tierra y passó una punta que le pareçió anoche obra de dos leguas, y entró en un grande golpho çinco leguas al sursudueste y le quedavan otras çinco para llegar al cabo adonde en medio de dos grandes montes hazía un degollado el qual no pudo determinar si era entrada de mar. Y porque deseava yr a la ysla que llamavan Baneque, adonde tenía nueva según él entendía que avía mucho oro la qual isla le salía al leste, como no vido alguna grande poblaçión para ponerse al rigor del viento que le creçía más que nunca hasta allí, acordó de hazerse a la mar y andar al leste con el viento que era norte, y andava 8 millas cada ora y desde las diez del día que tomó aquella derrota hasta el poner del sol anduvo 56 millas que son 14 leguas al leste desde el Cabo de Cuba. Y de la otra tierra de Bohío que le quedava a sotaviento començando del cabo del sobredicho golpho descubrió a su pareçer 80 millas que son XX leguas, y corríase toda aquella costa lesueste y güesnorueste.

Miércoles 14 de noviembre

Toda la noche de ayer anduvo al reparo y barloventeando (porque dezía que no era razón de navegar entre aquellas yslas de noche hasta que las oviese descubierto) porque los yndios que trayýa le dixeron ayer martes que avría tres jornadas desde el Río de Mares hasta la ysla de Baneque que se deve entender jornadas de sus almadías que pueden andar 7 leguas, y el viento también le escaseava y aviendo de yr al leste, no podía sino a la quarta del sueste y por otros ynconvinientes que allí refiere, se ovo de tener hasta la mañana. Al salir del sol determinó de yr a buscar puerto, porque de norte se avía mudado el viento al nordeste, y si puerto no hallara, fuérale neçessario bolver atrás a los puertos que dexava en la ysla de Cuba. Llegó a tierra aviendo andado aquella noche 24 millas al leste quarta del sueste. Anduvo al sur *** millas hasta tierra, adonde vio muchas entradas y muchas ysletas y puertos, y porque el viento era mucho y la mar muy alterada, no osó acometer a entrar; antes corrió por la costa al norueste quarta del güeste mirando si avía puerto y vido que avía muchos pero no muy claros. Después de aver andado así 64 millas, halló una entrada muy honda, ancha un quarto de milla y buen puerto y río, donde entró y puso la proa al sursudueste y después al sur hasta llegar al sueste, todo de buena anchura y muy fondo, donde vido tantas yslas que no las pudo contar todas, de buena grandeza y muy altas tierras llenas de diversos árboles de mill maneras e infinitas palmas. Maravillóse en gran manera ver tantas yslas y tan altas y çertifica a los Reyes que las montañas que desde antier a visto por estas costas y las destas yslas, que le pareçe que no las ay más altas en el mundo, ni tan hermosas y claras, sin niebla ni nieve, y al pie dellas grandíssimo fondo. Y dize que cree que estas yslas son aquellas innumerables que en los mapamundos en fin de oriente se ponen. Y dixo que creía que avía grandíssimas riquezas y piedras preçiosas y espeçería en ellas, y que duran muy mucho al sur y se ensanchan a toda parte. Púsoles nombre la Mar de Nuestra Señora, y al puerto que está çerca de la boca de la entrada de las dichas yslas, puso Puerto del Príncipe, en el qual no entró más de velle desde fuera hasta otra buelta que dio el sábado de la semana venidera, como allí parecerá. Dize tantas y tales cosas de la fertilidad y hermosura y altura destas yslas que halló en este puerto, que dize a los Reyes que no se maravillen de encareçellas tanto, porque los çertifica que cree que no dize la çentéssima parte. Algunas dellas que pareçía que llegan al çielo y hechas como puntas de diamantes; otras que sobre su gran altura tienen ençima como una mesa, y al pie dellas fondo grandíssimo que podrá llegar a ellas una grandíssima carraca, todas llenas de arboledas y sin peñas.

Jueves 15 de noviembre

Acordó de andallas estas yslas con las barcas de los navíos y dize maravillas dellas, y que halló almáçiga e infinito lignáloe, y algunas dellas eran labradas de las rayýzes de que hazen su pan los yndios, y halló aver ençendido huego en algunos lugares. Agua dulçe no vido. Gente avía alguna y huyeron. En todo lo que anduvo halló hondo de quinze y diez [y] seys braças y todo basa que quiere dezir que el suelo de abaxo es arena y no peñas, lo que mucho desean los marineros, porque las peñas cortan los cables de las anclas de las naos.

Viernes 16 de noviembre

Porque en todas las partes, yslas y tierras donde entrava dexava siempre puesta una cruz, entró en la barca y fue a la boca de aquellos puertos y en una punta de la tierra halló dos maderos muy grandes, uno más largo que el otro y el uno sobre el otro hechos cruz, que dizque un carpintero no los pudiera poner más proporcionados. Y adorada aquella cruz, mandó hazer de los mismos maderos una muy grande y alta cruz. Halló cañas por aquella playa que no sabía dónde naçían, y creyýa que las traería algún río y las echava a la playa y tenía en esto razón. Fue a una cala dentro de la entrada del puerto de la parte del sueste (cala es una entrada angosta que entra el agua del mar en la tierra); allí hazía un alto de piedra y peña como cabo, y al pie de él era muy fondo, que la mayor carraca del mundo pudiera poner el bordo en tierra y avía un lugar o rincón donde podían estar seys navíos sin anclas como en una sala. Pareçióle que se podía hazer allí una fortaleza a poca costa, si en algún tiempo en aquella mar de yslas resultase algún resgate famoso. Bolviéndose a la nao halló los yndios que consigo trayýa que pescavan caracoles muy grandes que en aquellas mares ay, y hizo entrar la gente allí e buscar si avía nácaras que son las hostias donde crían las perlas, y hallaron muchas, pero no perlas, y atribuyólo a que no devía de ser el tiempo dellas que creyýa él que era por mayo y junio. Hallaron los marineros un animal que parecía taso o taxo. Pescaron también con redes y hallaron un pece entre otros muchos que pareçía proprio puerco, no como tonina; el qual dizque era todo concha muy tiesta, y no tenía cosa blanda sino la cola y los ojos y un agujero debaxo della para expeler sus superfluydades. Mandólo salar para llevar que lo viesen los Reyes.

Sábado 17 de noviembre

Entró en la barca por la mañana y fue a ver las yslas que no avía visto por la vanda del sudueste. Vido muchas otras y muy fértiles y muy graçiosas y entremedio dellas muy gran fondo. Algunas dellas dividían arroyos de agua dulçe, y creyýa que aquella agua y arroyos salían de algunas fuentes que manavan en los altos de las sierras de las yslas. De aquí yendo adelante halló una ribera de agua muy hermosa y dulçe y salía muy fría por lo enxuto della. Avía un prado muy lindo y palmas muchas y altíssimas más que las que avía visto. Halló nuezes grandes de las de Yndia, creo que dize, y ratones grandes de los de Yndia también, y cangrejos grandíssimos. Aves vido muchas y olor vehemente de almizque y creyó que lo devía de aver allí. Este día, de seys mancevos que tomó en el Río de Mares que mandó que fuesen en la caravela Niña, se huyeron los dos más viejos.

Domingo 18 de noviembre

Salió en las barcas otra vez con mucha gente de los navíos y fue a poner la gran cruz que avía mandado hazer de los dichos dos maderos a la boca de la entrada del dicho Puerto del Prínçipe en un lugar vistoso y descubierto de árboles; ella muy alta y muy hermosa vista. Dize que la mar creçe y descreçe allí mucho más que en otro puerto de lo que por aquella tierra aya visto y que no es más maravilla por las muchas yslas, y que la marea es al revés de las nuestras, porque allí la luna al sudueste quarta del sur es baxamar en aquel puesto. No partió de aquí por ser domingo.

Lunes 19 de noviembre

Partió antes que el sol saliese y con calma, y después al mediodía ventó algo al leste y navegó al nornordeste. Al poner del sol le quedava el Puerto del Prínçipe al sursudueste y estaría de él siete leguas. Vido la ysla de Baneque al leste justo de la qual estaría 60 millas. Navegó toda esta noche al nordeste; escasso andaría 60 millas y hasta las diez del día martes otras doze que son por todas 18 leguas, y al nordeste quarta del norte.

Martes 20 de noviembre

Quedávanle el Baneque o las yslas del Baneque al lesueste de donde salía el viento que llevava contrario. Y viendo que no se mudava y la mar se alterava, determinó de dar la buelta al Puerto del Príncipe, de donde avía salido, que le quedava XXV leguas. No quiso yr a la ysleta que llamó Ysabela que le estava 12 leguas que pudiera yr a surgir aquel día, por dos razones: la una porque vido dos yslas al sur, las quería ver; la otra porque los yndios que trayýa que avía tomado en Guanahaní que llamó San Salvador que estava ocho leguas de aquella Ysabela, no se le fuesen, de los quales dizque tiene necessidad y por traellos a Castilla etc. Tenían dizque entendido que en hallando oro los avía el Almirante de dexar tornar a su tierra. Llegó en paraje del Puerto del Príncipe, pero no lo pudo tomar porque era de noche y porque lo decayeron las corrientes al norueste. Tornó a dar la buelta y puso la proa al nordeste con viento rezio; amansó y mudóse el viento al terçero quarto de la noche, puso la proa en el leste quarta del nordeste; el viento era susueste; y mudóse al alva de todo en sur y tocava en el sueste. Salido el [sol] marcó el Puerto del Príncipe y quedávale al sudueste y quasi a la quarta del güeste y estaría de él 48 millas que son 12 leguas.

Miércoles 21 de noviembre

Al sol salido navegó al leste con viento sur. Anduvo poco por la mar contraria. Hasta oras de bísperas ovo andado 24 millas. Después se mudó el viento al leste y anduvo al sur quarta del sueste y al poner del sol avía andado 12 millas. Aquí se halló el Almirante en 42 grados de la línea equinoçial a la parte del norte como en el Puerto de Mares. Pero aquí dize que tiene suspenso el quadrante hasta llegar a tierra que lo adobe. Por manera que le pareçía que no devía distar tanto y tenía razón porque no era possible como no estén estas yslas sino en *** grados. Para creer que el quadrante andava bueno le movía ver dizque el norte tan alto como en Castilla. Y si esto es verdad mucho allegado y alto andava con la Florida. Pero ¿dónde están luego agora estas yslas que entre manos trayýa? Ayudava a esto que hazía dizque gran calor, pero claro es que si estuviera en la costa de la Florida que no oviera calor, sino frío. Y es también manifiesto que en quarenta y dos grados en ninguna parte de la tierra se cree hazer calor, si no fuese por alguna causa de per acçidens, lo que hasta oy no creo yo que se sabe. Por este calor que allí el Almirante dize que padecía, arguye que en estas yndias y por allí donde andava devía de aver mucho oro. Este día se apartó Martín Alonso Pinçón con la caravela Pinta, sin obediençia y voluntad del Almirante, por cudiçia, dizque pensando que un yndio que el Almirante avía mandado poner en aquella caravela le avía de dar mucho oro. Y así se fue sin esperar, sin causa de mal tiempo, sino porque quiso. Y dize aquí el Almirante: Otras muchas me tiene hecho y dicho.

Jueves 22

Miércoles en la noche navegó al sur quarta del sueste con el viento leste y era quasi calma. Al terçero quarto ventó nornordeste. Todavía yva al sur por ver aquella tierra que por allí le quedava y quando salió el sol se halló tan lexos como el día passado por las corrientes contrarias y quedávale la tierra quarenta millas. Esta noche Martín Alonso siguió el camino del leste para yr a la ysla de Baneque donde dizen los yndios que ay mucho oro, el qual yva a vista del Almirante y avría hasta él 16 millas. Anduvo el Almirante toda la noche la buelta de tierra y hizo tomar algunas de las velas y tener farol toda la noche porque le pareçió que venía hazia él, y la noche hizo muy clara y el ventizillo bueno para venir a él si quisiera.

Viernes 23 de noviembre

Navegó el Almirante todo el día hazia la tierra al sur, siempre con poco viento y la corriente nunca le dexó llegar a ella, antes estava oy tan lexos della al poner del sol como en la mañana. El viento era lesnordeste y razonable para yr al sur sino que era poco. Y sobre este cabo encavalga otra tierra o cabo que va también al leste a quien aquellos yndios que llevava llamava[n] Bohío, la qual dezían que era muy grande y que avía en ella gente que tenía un ojo en la frente, y otros que se llamavan caníbales, a quien mostravan tener gran miedo. Y desque vieron que lleva este camino dizque no podían hablar porque los comían, y que son gente muy armada. El Almirante dize que bien cree que avía algo dello, mas que pues eran armados sería gente de razón, y creyýa que avrían captivado algunos y que porque no bolvían a sus tierras, dirían que los comían. Lo mismo creyýan de los cristianos y del Almirante al prinçipio que algunos los vieron.

Sábado 24 de noviembre

Navegó aquella noche toda y a la ora de tercia del día tomó la tierra sobre la Ysla Llana en aquel mismo lugar donde avía arribado la semana passada quando yva a la ysla de Baneque. Al principio no osó llegar a la tierra porque le pareçió que aquella abra de sierras rompía la mar mucho en ella. Y en fin llegó a la Mar de Nuestra Señora donde avía las muchas yslas, y entró en el puerto que está junto a la boca de la entrada de las yslas, y dize que si él antes supiera este puerto y no se ocupara en ver las yslas de la Mar de Nuestra Señora, no le fuera neçessario bolver atrás, aunque dize que lo da por bien empleado por aver visto las dichas yslas. Así que llegando a tierra enbió la barca y tentó el puerto y halló muy buena barra, honda de seys braços y hasta veynte, y limpio, todo basa. Entró en él poniendo la proa al sudueste y después, bolviendo al güeste, quedando la Ysla Llana de la parte del norte, la qual con otra su vezina hazen una laguna de mar en que cabrían todas las naos de España y podían estar seguras sin amarras de todos los vientos. Y esta entrada de la parte del sueste que se entra poniendo la proa al susudueste tiene la salida al güeste muy honda y muy ancha. Así que se puede passar entremedio de la dichas yslas, y por cognoscimiento dellas, a quien viniese de la mar de la parte del norte que es su travesía desta costa, están las dichas yslas al pie de una grande montaña que es su longura de leste güeste y es harto luenga y más alta y luenga que ninguna de todas las otras que están en esta costa adonde ay infinitas. Y haze fuera una restinga al luengo de la dicha montaña como un banco que llega hasta la entrada. Todo esto de la parte del sueste, y también de la parte de la Ysla Llana haze otra restinga, aunque ésta es pequeña. Y así entremedias de ambas ay grande anchura y fondo grande como dicho es. Luego a la entrada a la parte del sueste dentro en el mismo puerto vieron un río grande y muy hermoso y de más agua que hasta entonçes avían visto, y que benía el agua dulçe hasta la mar. A la entrada tiene un banco, mas después de entra[r] es muy hondo de ocho y nueve braças. Está todo lleno de palmas y de muchas arboledas como los otros.

Domingo 25 de noviembre

Antes del sol salido entró en la barca y fue a ver un cabo o punta de tierra al sueste de la ysleta Llana obra de una legua y media, porque le parecía que devía de aver algún río bueno. Luego a la entrada del cabo de la parte del sueste, andando dos tiros de ballesta, vio venir un grande arroyo de muy linda agua que deçendía de una montaña abaxo y hazía gran ruydo. Fue al río y vio en él unas piedras reluzir con unas manchas en ellas de color de oro, y acordóse que en el río Tejo que al pie de él junto a la mar se halla oro, y pareçióle que çierto devía de tener oro. Y mandó coger çiertas de aquellas piedras para llevar a los Reyes. Estando así, dan bozes los moços grumetes diziendo que vían pinales. Miró por la sierra y vídolos tan grandes y tan maravillosos que no podía encareçer su altura y derechura como husos gordos y delgado[s], donde cognosció que se podían hazer navíos e infinita tablazón y másteles para las mayores naos de España. Vido robles y madroños y un buen río y aparejo para hazer sierras de agua. La tierra y los ayres más templados que hasta allí, por la altura y hermosura de las sierras. Vido por la playa muchas otras piedras de color de hierro, y otras que dezían algunos que eran de minas de plata, todas las quales trae el río. Allí cojó una entena y mástel para la mezana de la caravela Niña. Llegó a la boca del río y entró en una cala al pie de aquel cabo de la parte del sueste muy honda y grande, en que cabrían çient naos sin alguna amarra ni anclas. Y el puerto que los ojos otro tal nunca vieron. La[s] sierras altíssimas de las quales descendían muchas aguas lindíssimas; todas las sierras llenas de pinos y por todo aquello diversíssimas y hermosíssimas florestas de árboles. Otros dos o tres ríos le quedavan atrás. Encareçe todo esto en gran manera a los Reyes y muestra aver resçebido de verlo y mayormente los pinos inextimable alegría y gozo, porque se podían hazer allí quantos navíos desearen, trayendo los adereços si no fuere madera y pez que allí se ha[lla] harta. Y afirma no encareçello la çentíssima parte de lo que es, y que plugo a Nuestro Señor de le mostrar siempre una cosa mejor que otra, y siempre en lo que hasta allí avía descubierto yva de bien en mejor, ansí en las tierras y arboledas y yervas y frutos y flores como en las gentes, y siempre de diversa manera, y así en un lugar como en otro; lo mismo en los puertos y en las aguas. Y finalmente dize que quando el que lo vee le es tan grande admiraçión, quánto más será a quien lo oyere, y que nadie lo podrá creer si no lo viere.

Lunes 26 de noviembre

Al salir del sol levantó las anclas del Puerto de Sancta Cathalina adonde estava dentro de la Ysla Llana, y navegó de luengo de la costa con poco viento sudueste al camino del Cabo del Pico que era al sueste. Llegó al cabo tarde porque le calmó el viento, y llegado vido al sueste quarta del leste otro cabo que estaría de él 60 millas. Y de allí vido otro cabo que estaría hazia el navío al sueste quarta del sur, y parecióle que estaría de él 20 millas, al qual puso nombre el Cabo de Campana, al qual no pudo llegar de día porque le tornó a calmar del todo el viento. Andaría en todo aquel día 32 millas que son 8 leguas, dentro de las quales notó y marcó nueve puertos muy señalados los quales todos los marineros hazían maravillas, y çinco ríos grandes porque yva siempre junto con tierra, para verlo bien todo. Toda aquella tierra es montañas altíssimas muy hermosas y no secas ni de peñas, sino todas andables y valles hermosíssimos. Y así los valles como las montañas eran llenos de árboles altos y frescos que era gloria mirarlos y pareçía que eran muchos pinales. Y también detrás del dicho Cabo del Pico de la parte del sueste, están dos ysletas que terná cada una en çerco dos leguas, y dentro dellas tres maravillosos puertos y dos grandes ríos. En toda esta costa no vido poblado ninguno desde la mar; podría ser averlo y ay señales dello, porque dondequiera que saltavan en tierra hallavan señales de aver gente y huegos muchos. Estimava que la tierra que oy vido de la parte del sueste del Cabo de Canpana era la ysla que llamavan los yndios Bohío y paréçelo porque el dicho cabo está apartado de aquella tierra. Toda la gente que hasta oy a hallado dizque tiene grandíssimo temor de los de Caniba o Canima, y dizen que biven en esta ysla de Bohío, la qual debe de ser muy grande según le pareçe, y cree que van a tomar a aquellos a sus tierras y casas como sean muy cobardes, y no saber de armas. Y a esta causa le parece que aquellos yndios que trayýa no suelen poblarse a la costa de la mar por ser vezinos a esta tierra, los quales dizque después que le vieron tomar la buelta desta tierra no podían hablar, temiendo que los avían de comer, y no les podía quitar el temor, y dezían que no tenían sino un ojo y la cara de perro, y creyýa el Almirante que mentían, y sentía el Almirante que devían de ser del señorío del Gran Can que los captivavan.

Martes 27 de noviembre

Ayer al poner del sol llegó çerca de un cabo que llamó Campana y porque el çielo claro y el viento poco, no quiso yr a tierra a surgir aunque tenía de sotaviento çinco o seys puertos maravillosos, porque se detenía más de lo que quería por el apetito y delectaçión que tenía y resçevía de ver y mirar la hermosura y frescura de aquellas tierras dondequiera que entrava, y por no se tardar en proseguir lo que pretendía. Por estas razones se tuvo aquella noche a la corda y temporejar hasta el día. Y porque los aguajes y corrientes lo avían echado aquella noche más de çinco o seys leguas al sueste adelante de donde avía anocheçido, y le avía pareçido la tierra de Campana, y allende aquel cabo pareçía una grande entrada que mostrava dividir una tierra de otra y hazía como ysla en medio, acordó bolver atrás con viento sudueste y vino adonde le avía pareçido el abertura, y halló que no era sino una grande bayýa y al cabo della de la parte del sueste un cabo en el qual ay una montaña alta y quadrada que pareçía ysla. Saltó el viento en el norte y tornó a tomar la buelta del sueste por correr la costa y descubrir todo lo que por allí oviese. Y vido luego al pie de aquel Cabo de Campana un puerto maravilloso y un gran río, y de [allí] a un quarto de legua otro río, y de allí a media legua otro río, y dende a otra media legua otro río, y dende a una legua otro río, y dende a otra otro río, y dende a otro quarto otro río, y dende a otra legua otro río grande, desde el qual hasta el Cabo de Campana avría 20 millas y le quedan al sueste. Y los más destos ríos tenían grandes entradas y anchas y limpias con sus puertos maravillosos para naos grandíssimas, sin bancos de arena ni de piedras ni restringas. Viniendo así por la costa a la parte del sueste del dicho postrero río, halló una grande poblaçión la mayor que hasta oy aya hallado, y vido venir infinita gente a la ribera de la mar dando grandes bozes todos desnudos con sus azagayas en la mano. Deseó de hablar con ellos y amaynó las velas y surgió, y enbió las barcas de la nao y de la caravela, por manera ordenados que no hiziesen daño alguno a los yndios ni lo resçibiesen, mandando que les diesen algunas cosillas de aquellos resgates. Los yndios hizieron adamanes de no los dexar saltar en tierra y resistillos. Y viendo que las barcas se allegavan más a tierra y que no les avían miedo, se apartaron de la mar. Y creyendo que saliendo dos o tres hombres de las barcas no temieran, salieron tres cristianos diziendo que no oviesen miedo en su lengua porque sabían algo della por la conversaçión de los que traen consigo. En fin, dieron todos a huyr. Ni grande ni chico quedó. Fueron los tres cristianos a las casas que son de paja y de la hechura de las otras que avían visto, y no hallaron a nadie ni cosa en alguna dellas. Bolviéronse a los navíos y alçaron velas a mediodía para yr a un cabo hermoso que quedava al leste que avría hasta él ocho leguas. Aviendo andado media legua por la misma bayýa vido el Almirante a la parte del sur un singularíssimo puerto y de la parte del sueste unas tierras hermosas a maravilla así como una vega montuosa dentro en estas montañas, y parecían grandes humos y grandes poblaçiones en ellas y las tierras muy labradas, por lo qual determinó de se baxar a este puerto y provar si podía aver lengua o prática con ellos; el qual era tal que si a los otros puertos avía alabado, éste dize que alabava más con las tierras y templança y comarca dellas y poblaçión. Dize maravillas de la lindeza de la tierra y de los árboles donde ay pinos y palmas y de la grande vega que aunque no es llana de llano que va al sursueste, pero es llana de montes llanos y baxos, la más hermosa cosa del mundo, y salen por ella muchas riberas de aguas que desçienden destas montañas. Después de surgida la nao saltó el Almirante en la barca para soldar el puerto que es como una escodilla y quando fue frontero de la boca al sur halló una entrada de un río que tenía de anchura que podía entrar una galera por ella y de tal manera que no se vía hasta que se llegase a ella, y entrando por ella tanto como longura de la barca tenía çinco braças y de ocho de hondo. Andando por ella fue cosa maravillosa y las arboledas y frescuras y el agua claríssima y las aves y amenidad, que dize que le parecía que no quisiera salir de allí. Yva diziendo a los hombres que llevava en su compañía que para hazer relaçión a los Reyes de las cosas que vían, no bastaran mill lenguas a referillo, y su mano para lo escrevir, que le pareçía que estava encantado. Deseava que aquello vieran muchas otras personas prudentes y de crédito, de las quales dize ser çierto que no encareçieran estas cosas menos que él. Dize más el Almirante aquí estas palabras: Quánto será el benefiçio que de aquí se puede aver yo no lo escrivo. Es çierto, Señores Prínçipes, que donde ay tales tierras que deve de aver infinitas cosas de provecho, mas yo no me detengo en ningúnd puerto porque querría ver todas las más tierras que yo pudiese para hazer relación dellas a Vuestras Altezas; y también no sé la lengua y la gente destas tierras no me entienden ni yo ni otro que yo tenga a ellos. Y estos yndios que yo traygo muchas vezes le entiendo una cosa por otra al contrario; ni fío mucho dellos, porque muchas vezes an provado a fugir. Mas agora, plaziendo a Nuestro Señor, veré lo más que yo pudiere y poco a poco andaré entendiendo y cognosçiendo y faré enseñar esta lengua a personas de mi casa porque veo que es toda la lengua una fasta aquí. Y después se sabrán los benefiçios y se trabajará de hazer todos estos pueblos cristianos, porque de ligero se hará, porque ellos no tienen secta ninguna ni son ydólatras. Y Vuestras Altezas mandarán hazer en estas partes çiudad e fortaleza, y se convertirán estas tierras. Y çertifico a Vuestras Altezas que debaxo del sol no me pareçe que las pueda aver mejores, en fertilidad, en temperançia de frío y calor, en abundançia de aguas buenas y sanas y no como los ríos de Guinea que son todos pestilençia. Porque, loado Nuestro Señor, hasta oy de toda mi gente no a avido persona que le aya mal la cabeça ni estado en cama por dolençia, salvo un viejo de dolor de piedra de que él estava toda su vida apassionado, y luego sanó al cabo de dos días. Esto que digo es en todos tres los navíos. Así que plazerá a Dios que Vuestras Altezas enbiarán acá o vernán hombres doctos y verán después la verdad de todo. Y porque atrás tengo hablado del sitio de villa e fortaleza en el Río de Mares por el buen puerto y por la comarca es çierto que todo es verdad lo que yo dixe mas no a ninguna conparaçión de allá aquí ni de la Mar de Nuestra Señora. Porque aquí deve aver infra la tierra grandes poblaciones y gente ynumerable y cosas de grande provecho. Porque aquí y en todo lo otro descubierto y tengo esperança de descubrir antes que yo vaya a Castilla, digo que terná toda la cristiandad negociaçión en ellas, quanto más la España a quien deve estar subjecto todo. Y digo que Vuestras Altezas no deven consentir que aquí trate ni faga pie ningúnd estrangero, salvo cathólicos cristianos, pues esto fue el fin y el comienço del propósito que fuese por acreçentamiento y gloria de la religión cristiana, ni venir a estas partes ninguno que no sea buen cristiano. Todas son sus palabras. Subió allí por el río arriba y halló unos braços del río y rodeando el puerto halló a la boca del río estava[n] unas arboledas muy graciosas como una muy deleytable güerta y allí halló una almadía o canoa hecha de un madero tan grande como una fusta de doze bancos, muy hermosa, varada debaxo de una ataraçana o ramada hecha de madera y cubierta de grandes hojas de palma, por manera que ni el sol ni el agua le podían hazer daño. Y dize que allí era el proprio lugar para hazer una villa o çiudad y fortaleza por el buen puerto, buenas aguas, buenas tierras, buenas comarcas y mucha leña.

Miércoles 28 de noviembre

Estúvose en aquel puerto aquel día porque llovía y hazía gran çerrazón aunque podía correr toda la costa con el viento que era sudueste y fuera a popa; pero porque no pudiera ver bien la tierra y no sabiéndola es peligroso a los navíos no se partió. Salieron a tierra la gente de los navíos a lavar su ropa; entraron algunos dellos un rato por la tierra adentro. Hallaron grandes poblaciones y las casas vazías porque se avían huydo todos. Tornáro[n]se por otro río abaxo, mayor que aquel donde estavan en el puerto.

Jueves 29 de noviembre

Porque llovía y el çielo estava de la manera çerrado que ayer no se partió. Llegaron algunos de los cristianos a otra poblaçión çerca de la parte de norueste y no hallaron en las casas a nadie ni nada. Y en el camino toparon con un viejo que no les pudo huyr; tomáronle y dixéronle que no le querían hazer mal, y diéronle algunas cosillas del resgate y dexáronlo. El Almirante quisiera vello para vestillo y tomar lengua de él, porque le contentava mucho la felicidad de aquella tierra y disposición que para poblar en ella avía y juzgava que devía de aver grandes poblaçiones. Hallaron en una casa un pan de çera que truxo a los Reyes, y dize que donde çera ay también deve aver otras mil cosas buenas. Hallaron también los marineros en casa una cabeça de hombre dentro en un çestillo cubierto con otro cestillo y colgado de un poste de la casa, y de la misma manera hallaron otra en otra poblaçión. Creyó el Almirante que devía[n] ser de algunos prinçipales del linaje, porque aquellas casas era[n] de manera que se acojen en ellas mucha gente en una sola, y deven ser parientes desçendientes de uno solo.

Viernes 30 de noviembre

No se pudo partir porque el viento era levante, muy contrario a su camino. Envió ocho hombres bien armados y con ellos dos yndios de los que trayýa para que viesen aquellos pueblos de la tierra dentro y por aver lengua. Llegaron a muchas casas y no hallaron a nadie ni nada, que todos se avían huydo. Vieron quatro mançebos que estavan cavando en su[s] heredades. Así como vieron los cristianos dieron a huyr; no los pudieron alcançar. Anduvieron dizque mucho camino. Vieron muchas poblaçiones y tierra fertilíssima y toda labrada y grandes riberas de agua, y çerca de una vieron una almadía o canoa de noventa y çinco palmos de longura de un solo madero, muy hermosa, y que en ella cabrían y navegarían çiento y çinquenta personas.

Sábado 1o día de diziembre

No se partió, por la misma causa del viento contrario y porque llovía mucho. Asentó una cruz grande a la entrada de aquel puerto que creo llamó el Puerto Sancto sobre unas peñas bivas. La punta es aquella que está de la parte del sueste a la entrada del puerto. Y quien oviere de entrar en este puerto se deve llegar más sobre la parte del norueste de aquella punta que sobre la otra del sueste, puesto que al pie de ambas, junto con la peña, ay doze braços de hondo y muy limpio. Más a la entrada del puerto, sobre la punta del sueste, ay una baxa que sobreagua, la qual dista de la punta tanto que se podría passar entremedias, aviendo neçessidad, porque al pie de la baxa y del cabo todo es fondo de doze y de quinze braças y a la entrada se a de poner la proa al sudueste.

Domingo 2 de diziembre

Todavía fue contrario el viento y no pudo partir. Dize que todas las noches del mundo vienta terral, y que todas las naos que allí estuvieren non ayan miedo de toda la tormenta del mundo porque no puede recalar dentro por una baxa que está al principio del puerto, etc. En la boca de aquel río dizque halló un grumete çiertas piedras que pareçen tener oro; trúxolas para mostrar a los Reyes. Dize que ay por allí a tyro de lombarda grandes ríos.

Lunes 3 de diziembre

Por causa de que hazía siempre tiempo contrario no partía de aquel puerto, y acordó de yr a ver un cabo muy hermoso un quarto de legua del puerto de la parte del sueste. Fue con las barcas y alguna gente armada. Al pie del cabo avía una boca de un buen río, puesta la proa al sueste para entrar, y tenía çient passos de anchura; tenía una braça de fondo a la entrada o en la boca, pero dentro avía doze braças y çinco y quatro y dos, y cabrían en él quantos navíos ay en España. Dexando un braço de aquel río fue al sueste y halló una caleta en que vido çinco muy grandes almadías que los yndios llaman canoas como fustas muy hermosas y labradas que era, dizque, era plazer vellas, y al pie del monte vido todo labrado. Estavan debaxo de árboles muy espessos, y yendo por un camino que salía a ellas fueron a dar a una ataraçana muy bien ordenada y cubierta que ni sol ni agua no les podía hazer daño, y debaxo della avía otra canoa hecha de un madero como las otras como una fusta de diez y siete bancos que era plazer ver las labores que tenía y su hermosura. Subió una montaña arriba y después hallóla toda llana y senbrada de muchas cosas de la tierra y calabaças que era gloria vella, y en medio della estava una gran población. Dio de súbito sobre la gente del pueblo y como los vieron hombres y mugeres dan de huyr. Asegurólos el yndio que llevava consigo de los que trayýa, diziendo que no oviesen miedo, que gente buena era. Hízolos dar el Almirante cascaveles y sortijas de latón, y contezuelas de vidro verdes y amarillas, con que fueron muy contentos. Visto que no tenían oro ni otra cosa preçiosa y que bastava dexallos seguros, y que toda la comarca era poblada y huydos los demás de miedo, y çertifica el Almirante a los Reyes que diez hombres hagan huyr a diez mill, tan cobardes y medrosos son que ni traen armas salvo una[s] varas y en el cabo dellas un palillo agudo tostado, acordó bolverse. Dize que las varas se las quitó todas con buena manera, resgatándoselas de manera que todas las dieron. Tornados adonde avían dexado las barcas, enbió çiertos cristianos al lugar por donde subieron, porque le avía pareçido que avía visto un gran colmenar. Antes que viniesen los que avía enbiado, ayuntáronse muchos yndios y vinieron a las barcas donde ya se avía el Almirante recogido con su gente toda. Uno dellos se adelantó en el río junto con la popa de la barca, y hizo una grande plática que el Almirante no entendía, salvo que los otros yndios de quando en quando alçavan las manos al çielo y davan una grande boz. Pensava el Almirante que lo aseguravan y que les plazía de su venida, pero vido al yndio que consigo trayýa demudarse la cara y amarillo como la çera y temblava mucho, diziendo por señas que el Almirante se fuese fuera del río, que los querían matar. Y llegóse a un cristiano que tenía una ballesta armada y mostróla a los yndios y entendió el Almirante que les dezía que los matarían todos, porque aquella ballesta tyrava lexos y matava. También tomó una espada y la sacó de la vayna, mostrándosela, diziendo lo mismo. Lo qual oyýdo por ellos dieron todos a huyr, quedando todavía temblando el dicho yndio de cobardía y poco coraçón y era hombre de buena estatura y rezio. No quiso el Almirante salir del río, antes hizo remar en tierra hazia donde ellos estavan, que eran muy muchos, todos tyñidos de colorado y desnudos como sus madres los parió y algunos dellos con penachos en la cabeça y otras plumas, todos con sus manojos de azagayas. Lleguéme a ellos y diles algunos bocados de pan y demandéles las azagayas, y dávales por ellas a unos un cascavelito, a otros una sortizuela de latón, a otros unas contezuelas, por manera que todos se apaziguaron y vinieron todos a las barcas y davan quanto tenían por quequiera que les davan. Los marineros avían muerto una tortuga y la cáscara estava en la barca en pedaços, y los grumetes dávanles della como la uña, y los yndios les davan un manojo de azagayas. Ellos son gente como los otros que e hallado (dize el Almirante) y de la misma creençia y creyýan que veníamos del çielo y de lo que tienen luego lo dan por qualquiera cosa que les den sin dezir que es poco y creo que así harían de espeçería y de oro si lo tuviesen. Vide una casa hermosa no muy grande y de dos puertas, porque así son todas, y entré en ella y vide una obra maravillosa como cámaras hechas por una çierta manera que no lo sabría dezir, y colgado al çielo della caracoles y otras cosas. Yo pensé que era templo y los llamé y dixe por señas si hazían en ella oración; dixeron que no, y subió uno dellos arriba y me dava todo quanto allí avía y dello tomé algo.

Martes 4 de diziembre

Hízose a la vela con poco viento y salió de aquel puerto que nombró Puerto Santo. A las dos leguas vido un buen río de que ayer habló. Fue de luengo de costa y corríase toda la tierra, passado el dicho cabo, lessueste y güesnorueste hasta el Cabo Lindo que está al Cabo del Monte al leste quarta del sueste y ay de uno a otro çinco leguas. Del Cabo del Monte a legua y media ay un gran río algo angosto; pareció que tenía buena entrada y era muy hondo, y de allí a tres quartos de legua vido otro grandíssimo río y deve venir de muy lexos. En la boca tenía bien çien passos y en ella ningún banco y en la boca ocho braças y buena entrada porque lo enbié a ver y sondar con la barca y viene el agua dulce hasta dentro en la mar, y es de los caudalosos que avía hallado, y deve aver grandes poblaciones. Después del Cabo Lindo ay una grande bayýa que sería buen pozo por lesnordeste y suest[e] y sursudueste.

Miércoles 5 de diziembre

Toda esta noche anduvo a la corda sobre el Cabo Lindo, adonde anocheció, por ver la tierra que yva al leste, y al salir del sol vido otro cabo al leste a dos leguas y media. Passado aquél vido que la costa bolvía al sur y tomava del sudueste y vido luego un cabo muy hermoso y alto a la dicha derrota, y distava desotro siete leguas. Quisiera yr allá, pero por el deseo que tenía de yr a la ysla de Baneque que le quedava según dezían los yndios que llevava al nordeste, lo dexó. Tanpoco pudo yr al Baneque porque el viento que llevava era nordeste. Yendo así miró al sueste y vido tierra y era una ysla muy grande, de la qual ya tenía dizque informaçión de los yndios, a que llamavan ellos Bohío, poblada de gente. Desta gente dizque los de Cuba o Juana y de todas estotras yslas tienen gran miedo porque dizque comían los hombres. Otras cosas le contavan los dichos yndios por señas muy maravillosas, mas el Almirante no dizque las creyýa, sino que devían tener más astuçia y mejor yngenio los de aquella ysla Bohío para los captivar que ellos, porque eran muy flacos de coraçón. Así que porque el tiempo era nordeste y tomava del norte, determinó de dexar a Cuba o Juana, que hasta entonçes avía tenido por tierra firme por su grandeza porque bien avría andado en un paraje çiento y veynte leguas, y partió al sueste quarta del leste, puesto que la tierra que él avía visto se hazía al sueste, dava este reguardo porque siempre el viento rodea del norte para el nordeste y de allí al leste y sueste. Cargó mucho el viento y llevava todas sus velas, la mar llana y la corriente que le ayudava por manera que hasta la una después de mediodía desde la mañana hazía de camino 8 millas por ora y eran seys oras aún no complidas porque dize que allí eran las noches çerca de quinze oras. Después anduvo diez millas por ora, y así andaría hasta el poner del sol 88 millas que son 22 leguas todo al sueste. Y porque se hazía noche mandó a la caravela Niña que se adelantasse para ver con día el puerto porque era velera; y llegando a la boca del puerto que era como la bayýa de Cáliz y porque era ya de noche, enbió a su barca que sondase el puerto. La qual llevó lumbre de candela, y antes que el Almirante llegasse adonde la caravela estava barloventeando y esperando que la barca le hiziese señas para entrar en el puerto, apagósele la lumbre a la barca. La caravela, como no vido lumbre, corrió de largo y hizo lumbre al Almirante y llegado a ella contaron lo que avía acaeçido. Estando en esto los de la barca hizieron otra lumbre: la caravela fue a ella y el Almirante no pudo y estuvo toda aquella noche barloventeando.

Jueves 6 de diziembre

Quando amaneció se halló quatro leguas del puerto; púsole nombre Puerto María y vido un cabo hermoso al sur quarta del sudueste al qual puso nombre Cabo de l[a] Estrella y pareçióle que era la postrera tierra de aquella ysla hazia el sur y estaría el Almirante de él xxviii millas. Pareçíale otra tierra como ysla no grande al leste y estaría de él 40 millas. Quedávale otro cabo muy hermoso y bien hecho a quien puso nombre Cabo del Elefante al leste quarta del sueste y distávale ya 54 millas. Quedávale otro cabo al lessueste al que puso nombre el Cabo de Çinquin; estaría de él 28 millas. Quedávale una gran scisura o abertura o abra a la mar que le pareçió ser río al sueste y tomava de la quarta del leste, avría de él a la abra 20 millas. Pareçíale que entre el Cabo del Elifante del de Çinquin avía una grandíssima entrada y algunos de los marineros dezían que era apartamiento de ysla; aquella puso por nombre la Ysla de la Tortuga. Aquella ysla grande pareçía altíssima tierra no çerrada con montes, sino rasa como hermosas campiñas y pareçe toda labrada o grande parte della y parecían las sementeras como trigo en el mes de mayo en la campiña de Córdova. Viéronse muchos huegos aquella noche, y de día muchos humos como atalayas que pareçía estar sobre aviso de alguna gente con quien tuviesen guerra. Toda la costa desta tierra va al leste. A oras de bísperas entró en el puerto dicho y púsole nombre Puerto de San Nicolao porque era día de Sant Nicolás por honrra suya, y a la entrada de él se maravilló de su hermosura y bondad. Y aunque tiene mucho alabados los puertos de Cuba, pero sin duda dize él que no es menos éste, antes los sobrepuja y ninguno le es semejante. En boca y entrada tiene legua y media de ancho y se pone la proa al sursueste puesto que por la grande anchura se puede poner la proa adonde quisieren. Va desta manera al sursueste dos leguas, y a la entrada de él por la parte del sur se haze como una angla y de allí se sigue así ygual hasta el cabo adonde está una playa muy hermosa y un campo de árboles de mill maneras y todos cargados de frutas que creyýa el Almirante ser de especerías y nuezes moscadas sino que no estava[n] maduras y no se cognoscían, y un río en medio de la playa. El hondo deste puerto es maravilloso, que hasta llegar a la tierra en longura de una [nao] no llegó la sondaresa o plomada al fondo con quarenta braças, y ay hasta esta longura el hondo de xv braças y muy limpio. Y así es todo el dicho puerto de cada cabo hondo dentro a una passada de tierra de 15 braças y limpio; y desta manera es toda la costa muy hondable y limpia que no pareçe una sola baxa. Y al pie della tanto como longura de un remo de barca de tierra tiene çinco braças. Y después de la longura del dicho puerto yendo al sursueste, en la qual longura pueden barloventear mill carracas, bojó un braço del puerto al nordeste por la tierra dentro una grande media legua y siempre en una misma anchura como que lo hizieran por un cordel; el qual queda de manera que estando en aquel braço que será de anchura de veynte y çinco passos no se puede ver la boca de la entrada grande, de manera que queda puerto çerrado, y el fondo deste braço es así en el comienço hasta la fin de onze braças y todo basa o arena limpia, y hasta tierra y poner los bordos en las yervas tiene ocho braças. Es todo el puerto muy ayroso y desabahado de árboles, raso. Toda esta ysla le pareçió de más peñas que ninguna otra que aya hallado. Los árboles más pequeños y muchos dellos de la naturaleza de España como carrascos y madroños y otros y lo mismo de las yervas. Es tierra muy alta y toda campiña o rasa y de muy buenos ayres y no se a visto tanto frío como allí aunque no es de contar por frío mas díxolo al respecto de las otras tierras. Hazia enfrente de aquel puerto una hermosa vega y en medio della el río susodicho; y en aquella comarca (dize) deve aver grandes poblaçiones según se vían las almadías con que navegan, tantas y tan grandes dellas como una fusta de 15 bancos. Todos los yndios huyeron y huyýan como vían los navíos. Los que consiguo de las ysletas trayýa tenían tanta gana de yr a su tierra, que pensava (dize el Almirante) que después que se partiese de allí los tenía de llevar a sus casas, y que ya lo tenían por sospechoso porque no lleva el camino de su casa, por lo qual dize que ni les creyýa lo que le dezían, ni los entendía bien ni ellos a él, y dizque avían el mayor miedo del mundo de la gente de aquella ysla. Así que por querer aver lengua con la gente de aquella ysla, le fuera neçessario detenerse algunos días en aquel puerto, pero no lo hazía por ver mucha tierra y por dudar que el tiempo le duraría. Esperava en Nuestro Señor que los yndios que trayýa sabrían su lengua y él la suya y después tornaría y hablara con aquella gente, y plazerá a Su Magestad (dize él) que hallara algún buen resgate de oro antes que buelva.

Viernes 7 de diziembre

Al rendir del quarto del alva dio las velas y salió de aquel Puerto de Sant Nicolás y navegó con el viento sudueste al nordeste dos leguas hasta un cabo que haze el Cheranero, y quedávale al sueste un angla, y el Cabo de la Estrella al sudueste y distava del Almirante 24 millas. De allí navegó al leste luengo de costa hasta el Cabo Çinquin que sería 48 millas; verdad es que las veynte fueron al leste quarta del nordeste. Y aquella costa es tierra toda muy alta y muy grande fondo; hasta dar en tierra es de veynte y treynta braças y fuera tanto como un tiro de lombarda no se halla fondo lo qual todo lo provó el Almirante aquel [día] por la costa, mucho a su plazer con el viento sudueste. El angla que arriba dixo llega dizque al Puerto de San Nicolás tanto como tyro de una lombarda que si aquel espacio se atajase o cortase quedaría hecha ysla lo demás. Bojaría en el çerco 3 [o] 4 millas. Toda aquella tierra era muy alta y no de árboles grandes, sino como carrascos y madroños propria dizque tierra de Castilla. Antes que llegase al dicho Cabo Çinquin con dos leguas halló un a[n]grezuela como la abertura de una montaña por la qual descubrió un valle grandíssimo y vídolo todo senbrado como çevadas y sintió que devía de aver en aquel valle grandes poblaçiones y a las espaldas de él avía grandes montañas y muy altas. Y quando llegó al Cabo de Çinquin le demorava el cabo de la Ysla Tortuga al nordeste, y avría treynta y dos millas. Y sobre este Cabo Çinquin a tyro de una lombarda está una peña en la mar que sale en alto que se puede ver bien. Y estando el Almirante sobre el dicho cabo le demorava el Cabo del Elifante al leste quarta del sueste y avría hasta él 70 millas y toda tierra muy alta. Y a cabo de seys leguas halló una grande angla, y vido por la tierra dentro muy grandes valles y campiñas y montañas altíssimas todo a semejança de Castilla. Y dende a ocho millas halló un río muy hondo, sino que era angosto, aunque bien pudiera entrar en él una carraca y la boca toda limpia, sin banco ni baxas. Y dende a diez y seys millas halló un puerto muy ancho y muy hondo hasta no hallar fondo en la entrada ni a las bordas a tres passos salvo 15 braças y va dentro un quarto de legua. Y puesto que fuese aun muy temprano como la una después de mediodía y el viento era a popa y rezio, pero porque el çielo mostrava querer llover mucho y avía gran çerrazón que es peligrosa aun para la tierra que se sabe quanto más en la que no se sabe, acordó de entrar en el puerto al qual llamó Puerto de la Conçepçión, y salió a tierra en un río no muy grande que está al cabo del puerto que viene por unas vegas y campiñas que era maravilla ver su hermosura. Llevó redes para pescar y antes que llegase a tierra saltó una liça como las de España propria en la barca que hasta entonces no avía visto peçe que pareçiese a los de Castilla. Los marineros pescaron y mataron otras, y lenguados y otros peçes como los de Castilla. Anduvo un poco por aquella tierra que es toda labrada y oyó cantar el ruyseñor y otros paxaritos como los de Castilla. Vieron çinco hombres, mas no les quisieron aguardar sino huyr. Halló arraynán y otros árboles y yervas como las de Castilla y así es la tierra y las montañas.

Sábado 8 de diziembre

Allí en aquel puerto les llovió mucho con viento norte muy rezio. El puerto es seguro de todos los vientos excepto norte puesto que no le puede hazer daño alguno porque la resaca es grande que no da lugar a que la nao labore sobre las amarras ni el agua del río. Después de medianoche se tornó el viento al nordeste y después al leste, de los quales vientos es aquel puerto bien abrigado por la Ysla de la Tortuga, que está frontera a 36 millas.

Domingo 9 de diziembre

Este día llovió y hizo tiempo de invierno como en Castilla por otubre. No avía visto poblaçión sino una casa muy hermosa en el Puerto de Sant Nicolás, y mejor hecha que en otras partes de las que avía visto. La ysla es muy grande y, dize el Almirante, no será mucho que boje dozientas leguas. A visto que es toda muy labrada; creyýa que devían ser las poblaçiones lexos de la mar de donde veen quándo llegava, y así huyýan todos y llevavan consigo todo lo que tenían y hazían ahumadas como gente de guerra. Este puerto tiene en la boca mill passos que es un quarto de legua; en ella ni ay banco ni baxa, antes no se halla quasi fondo hasta en tierra a la orilla de la mar, y hazia dentro en luengo va tres mill passos todo limpio y basa que qualquiera nao puede surgir en él sin miedo y entrar sin reguardo. Al cabo de él tiene dos bocas de ríos que traen poca agua. Enfrente de él ay unas vegas las más hermosas del mundo y quasi semejables a las tierras de Castilla, antes éstas tienen ventaja por lo qual puso nombre a la dicha ysla la Ysla Española.

Lunes 10 de diziembre

Ventó mucho el nordeste y hízole garrar las anclas medio cable de que se maravilló el Almirante y echólo a que las anclas estavan mucho a tierra y venía sobre ella el viento. Y visto que era contrario para yr donde pretendía, embió seys hombres bien adereçados de armas a tierra que fuesen dos o tres leguas dentro en la tierra para ver si pudieran aver lengua. Fueron y bo[l]vieron no aviendo hallado gente ni casas: hallaron enpero unas cabañas y caminos muy anchos y lugares donde avían hecho lumbre muchos. Vieron las mejores tierras del mundo y hallaron árboles de almáçiga muchos y truxeron della y dixeron que avía mucha salvo que no es agora el tiempo para cogella porque no quaja.

Martes 11 de diziembre

No partió por el viento que todavía era leste y nordeste. Frontero de aquel puerto como está dicho está la Ysla de la Tortuga y pareçe grande ysla, y va la costa della quasi como la Española y puede aver de la una a la otra a lo más diez leguas, conviene a saber, desde el cabo de Çinquin a la cabeça de la Tortuga, la qual está al norte de la Española. Después la costa della se corre al sur. Dize que quería ver aquel entremedio destas dos yslas por ver la ysla Española que es la más hermosa cosa del mundo y porque según le dezían los yndios que trayýa por allí se avía de yr a la ysla de Baneque. Los quales le dezía[n] que era ysla muy grande y de muy grandes montañas y ríos y valles, y dizían que la ysla de Bohío era mayor que la Juana a que llaman Cuba y que no está çercada de agua y pareçe dar a entender ser tierra firme que es aquí detrás desta Española a que ellos llaman Caritaba y que es cosa ynfinita. Y quasi traen razón que ellos sean trabajados de gente astuta, porque todas estas yslas biven con gran miedo de los de Caniba. Y así torno a dezir como otras vezes dixe, dize él, que Caniba no es otra cosa sino la gente del Gran Can que deve ser aquí muy vezino, y terná navíos y vernán a captivarlos y como no buelven creen que se los [han] comido. Cada día entendemos más a estos yndios y ellos a nosotros puesto que muchas vezes ayan entendido uno por otro, dize el Almirante. Enbió gente a tierra. Hallaron mucha almáçiga sin quajarse; dize que las aguas lo deven hazer, y que en Xío la cogen por março y que en enero la cogerían en aquellas tierras por ser tan templadas. Pescaron muchos pescados como los de Castilla: alvures, salmones, pijotas, gallos, pámpanos, liças, corvinas, camarones, y vieron sardinas. Hallaron mucho lignáloe.

Miércoles 12 de diziembre

No partió aqueste día por la misma causa del viento contrario dicha. Puso un[a] gran cruz a la entrada del puerto de la parte del hueste en un alto muy vistoso en señal (dize él) que Vuestras Altezas tienen la tierra por suya y principalmente por señal de Jesucristo Nuestro Señor, y honrra de la cristiandad. La qual puesta, tres marineros metiéronse por el monte a ver los árboles y yervas, y oyeron un gran golpe de gente todos desnudos como los de atrás a los quales llamaron e fueron tras ellos, pero dieron los yndios a huyr. Y finalmente tomaron una muger que no pudieron más porque yo, él dize, les avía mandado que tomasen algunos para honrallos y hazelles perder el miedo y se oviese alguna cosa de provecho, como no pareçe poder ser otra cosa segúnd la fermosura de la tierra; y así truxeron la muger muy moça y hermosa a la nao y habló con aquellos yndios porque todos tenían una lengua. Hyýzola el Almirante vestir y diole cuentas de vidro y cascaveles y sortijas de latón, y tornóla enbiar a tierra muy honrradamente según su costumbre, y enbió algunas personas de la nao con ella, y tres de los yndios que llevava consigo porque hablasen con aquella gente. Los marineros que yvan en la barca quando la llevavan a tierra dixeron al Almirante que ya no quisiera salir de la nao sino quedarse con las otras mugeres yndias que avía hecho tomar en el Puerto de Mares de la ysla Juana de Cuba. Todos estos yndios que venían con aquella yndia dizque venían en una canoa, que es su caravela en que navegan de alguna parte, y quando asomaron a la entrada del puerto y vieron los navíos bolviéronse atrás y dexaron la canoa por allí en algún lugar y fuéronse camino de su poblaçión. Ella mostrava el paraje de la población. Trayýa esta muger un pedaçito de oro en la nariz, que era señal que avía en aquella ysla oro.

Jueves 13 de diziembre

Volviero[n] los tres hombres que avía enbiado el Almirante con la muger a tres oras de la noche, y no fueron con ella hasta la poblaçión porque les pareçió lexos o porque tuvieron miedo. Dixeron que otro día vernían mucha gente a los navíos, porque ya devían de estar asegurados por las nuevas que daría la muger. El Almirante con deseo de saber si avía alguna cosa de provecho en aquella tierra, y por aver alguna lengua con aquella gente por ser la tierra tan hermosa y fértil y tomasen gana de servir a los Reyes, determinó de tornar a enbiar a la población confiando en las nuevas que la yndia avría dado de los cristianos ser buena gente, para lo qual escogió nueve hombres bien adereçados de armas y aptos para semejante negocio, con los quales fue un yndio de los que trayýa. Estos fueron a la poblaçión que estava quatro leguas y media al sueste, la qual hallaron en un grandíssimo valle, y vazía porque como sintieron yr los cristianos todos huyeron dexando quanto tenían la tierra dentro. La poblaçión era de mil casas y de más de tres mill hombres. El yndio que llevavan los cristianos corrió tras ellos dando bozes diziendo que no oviesen miedo, que los cristianos no eran de Caniba mas antes eran del çielo y que davan muchas cosas hermosas a todos los que hallavan. Tanto les imprimió lo que dezía que se aseguraron y vinieron juntos dellos más de dos mill, y todos venían a los cristianos y les ponían las manos sobre cabeça que era señal de gran reverençia y amistad, los quales estavan todos temblando hasta que mucho los aseguraro[n]. Dixeron los cristianos que después que ya estavan sin temor, yvan todos a sus casas y cada uno les trayýa de lo que tenía de comer que es pan de niamas que son unas rayýzes como rávanos grandes que naçen, que siembra[n] y naçen y plantan en todas estas tierras, y es su vida, y hazen dellas pan y cuezen y asan y tienen sabor proprio de castañas y no ay quien no crea comiéndolas que no sean castañas. Y dávanles pan y pescados y de lo que tenían. Y porque los yndios que trayýa en el navío tenían entendido que el Almirante deseava tener algún papagayo, parez que aquel yndio que yva con los cristianos díxoles algo desto, y así les truxeron papagayos y les davan quanto les pedían sin querer nada por ello. Rogávanles que no se viniesen aquella noche y que les darían otras muchas cosas que tenían en la sierra. Al tiempo que toda aquella gente estava junta con los cristianos, vieron venir una gran batalla o multitud de gente con el marido de la muger que avía el Almirante honrrado y enbiado la qual trayýan cavallera sobre sus hombros y venían a dar graçias a los cristianos por la honrra que el Almirante le avía hecho y dádivas que le avía dado. Dixeron los cristianos al Almirante que era toda gente más hermosa y de mejor condiçión que ninguna otra de las que avían hasta allí hallado; pero dize el Almirante que no sabe cómo puedan ser de mejor condiçión que las otras, dando a entender que todas las que avían en las otras yslas hallado era[n] de muy buena condición. Quanto a la hermosura dezían los cristianos que no avía comparaçión, así en los hombres como en las mugeres, y que son blancos más que los otros, y que entre los otros vieron dos mugeres moças tan blancas como podían ser en España. Dixeron también de la hermosura de las tierras que vieron, que ninguna comparaçión tienen las de Castilla las mejores en hermosura y en bondad. Y el Almirante así lo vía por las que a visto y por las que tenía presentes. Y dizíanle que las que vía ninguna comparación tenían con aquellas de aquel valle, ni la campiña de Córdova llegava [a] aquella con tanta differençia como tiene el día de la noche. Dezían que todas aquellas tierras estavan labradas y que por medio de aquel valle passava un río muy ancho y grande que podía regar todas las tierras. Estavan todos los árboles verdes y llenos de fruta, y las yervas todas floridas y muy altas; los caminos muy anchos y buenos; los ayres eran como en abril en Castilla; cantava el ruyseñor y otros paxaritos como en el dicho mes en España, que dizen que era la mayor dulçura del mundo. Las noches cantavan algunos paxaritos suavemente; los grillos y ranas se oyýan muchas; los pescados, como en España; vieron muchos almáçigos y lignáloe y algodonales. Oro no hallaron, y no es maravilla en tan poco tiempo no se halle. Tomó aquí el Almirante experiençia de qué oras era el día y la noche y de sol a sol halló que passaron veynte ampolletas que son de a media ora, aunque dize que allí puede aver defecto porque o no la buelven tan presto o dexa de passar algo. Dize también que halló por el quadrante que estava de la línea equinocial 34 grados.

Viernes 14 de diziembre

Salió de aquel Puerto de la Conçepción con terral y luego desde a poco calmó y así lo experimentó cada día de los que por allí estuvo. Después vino viento levante; navegó con él al nornordeste, llegó a la Ysla de la Tortuga, vido una punta della que llamó la Punta Pierna que estava al lesnordeste de la cabeça de la ysla y avría 12 millas, y de allí descubrió otra punta que llamó la Punta Lançada en la misma derrota del nordeste que avría diez y seys millas. Y así desde la cabeça de la Tortuga hasta la Punta Aguda avría 44 millas que son onze leguas al lesnordeste. En aquel camino avía algunos pedaços de playa grandes. Esta isla de la Tortuga es tierra muy alta pero no montañosa y es muy hermosa y muy poblada de gente como la de la ysla Española, y la tierra así toda labrada que pareçía ver la campiña de Córdova. Visto que el viento le era contrario y no podía yr a la ysla Baneque, acordó tornarse al Puerto de la Conçepçión de donde avía salido, y no pudo cobrar un río que está de la parte del leste del dicho puerto dos leguas.

Sábado 15 de diziembre

Salió del Puerto de la Conçepçión otra vez para su camino pero en saliendo del puerto ventó leste rezio su contrario y tomó la buelta de la Tortuga hasta ella y de allí dio buelta para ver aquel río que ayer quisiera ver y tomar y no pudo, y desta buelta tampoco lo pudo tomar, aunque surgió media legua de sotaviento en una playa, buen surgidero y limpio. Amarrados sus navíos, fue con las barcas a ver el río y entró por un braço de mar que está antes de media legua y no era la boca. Bolvió y halló la boca que no tenía aún una braça, y venía muy rezio. Entró con las barcas por él para llegar a las poblaçiones que los que antier avía enbiado avían visto, y mandó echar la sirga en tierra y tyrando los marineros della subieron las barcas dos tiros de lombarda y no pudo andar más por la reziura de la corriente del río. Vido algunas casas y el valle grande donde están las poblaçiones y dixo que otra cosa más hermosa no avía visto por medio del qual valle viene aquel río. Vido también gente a la entrada del río, mas todos dieron a huyr. Dize más: que aquella gente deve ser muy caçada, pues bive con tanto temor, porque en llegando que llegan a qualquiera parte luego hazen ahumadas de las atalayas por toda la tierra y esto más en esta ysla Española y en la Tortuga que también es grande ysla, que en las otras que atrás dexava. Puso nombre al valle Valle del Parayýso, y al río Guadalquivir, porque dizque así viene tan grande como Guadalquivir por Córdova y a las veras o riberas de él, playa de piedras muy hermosas, y todo andable.

Domingo 16 de diziembre

A la medianoche con el ventezuelo de tierra dio las velas por salir de aquel golpho, y viniendo del bordo de la ysla Española yendo a la bolina porque luego a ora de terçia ventó leste, a medio golpho halló una canoa con un yndio solo en ella, de que se maravillava el Almirante cómo se podía tener sobre el agua siendo el viento grande. Hyýzolo meter en la nao a él y a su canoa, y halagado diole cuentas de vidro, cascaveles y sortijas de latón, y llevólo en la nao hasta tierra a una poblaçión que estava de allí diez y seys millas junto a la mar, donde surgió el Almirante y halló buen surgidero en la playa junto a la poblaçión que pareçía ser de nuevo hecha porque todas las casas eran nuevas. El yndio fuése luego con su canoa a tierra, y da nuevas del Almirante y de los cristianos ser buena gente, puesto que ya las tenían por lo passado de las otras donde avían ydo los seys cristianos, y luego vinieron más de quinientos hombres, y desde a poco vino el rey dellos, todos en la playa juntos a los navíos porque estavan surgidos muy çerca de tierra. Luego uno a uno y muchos a muchos venían a la nao, sin traer consigo cosa alguna, puesto que algunos trayýan algunos granos de oro finíssimo a las orejas o en la nariz el qual luego davan de buena gana. Mandó hazer honrra a todos el Almirante, y dize él: porque son la mejor gente del mundo y más mansa. Y sobre todo (dize) que tengo mucha esperança en Nuestro Señor que Vuestras Altezas los harán todos cristianos y serán todos suyos que por suyos los tengo. Vido también que el dicho rey estava en la playa y que todos le hazían acatamiento. Embióle un presente el Almirante, el qual dizque rescibió con mucho estado, y que sería moço de hasta veynte y un años, y que tenía un ayo viejo y otros consejeros que le consejavan y respondían, y que él hablava muy pocas palabras. Uno de los yndios que trayýa el Almirante habló con él, y le dixo cómo venían los cristianos del çielo, y que andava en busca de oro, y que quería yr a la ysla de Baneque; y él respondió que bien era y que en la dicha ysla avía mucho oro. El qual amostró al alguazil del Almirante que le llevó el presente, el camino que avía de llevar y que en dos días yría de allí a ella, y que si de su tierra avían menester algo lo daría de muy buena voluntad. Este rey y todos los otros andavan desnudos como sus madres los parieron, y así las mugeres sin algún empacho. Y son los más hermosos hombres y mugeres que hasta allí ovieron hallado, harto blancos, que si vestidos anduviesen y se guardasen del sol y del ayre serían quasi tan blancos como en España. Porque esta tierra es harto fría y la mejor que lengua puede dezir. Es muy alta y sobre el mayor monte podrían arar bueyes, y hecha toda de campiñas y valles. En toda Castilla no ay tierra que se pueda comparar a ella en hermosura y bondad. Toda esta ysla y la de la Tortuga son todas labradas como la campiña de Córdova. Tienen sembrado en ellas ajes, que son unos ramillos que plantan, y al pie dellos naçen unas rayýzes como çanahorias, que sirven por pan y rallan y amassan y hazen pan dellas, y después tornan a plantar el mismo ramillo en otra parte y torna a dar quatro y çinco de aquellas rayýzes que son muy sabrosas proprio gusto de castañas. Aquí las ay las más gordas y buenas que avía visto en ninguna [parte] porque también dizque de aquellas avía en Guinea. Las de aquel lugar eran tan gordas como la pierna, y aquella gente todos dizque eran gordos y valientes y no flacos, como los otros que antes avía hallado, y de muy dulçe conversaçión sin secta. Y los árboles de allí dizque eran tan viçiosos, que las hojas dexavan de ser verdes y eran prietas de verdura. Era cosa de maravilla ver aquellos valles y los ríos y buenas aguas, y las tierras para pan, para ganado de toda suerte, de que ellos no tienen alguna; para güertas y para todas las cosas del mundo que el hombre sepa pedir. Después a la tarde vino el rey a la nao. El Almirante le hizo la honrra que devía y le hizo dezir cómo era de los Reyes de Castilla, los quales eran los mayores príncipes del mundo. Mas ni los yndios que el Almirante trayýa que eran los intérpretes creyýan nada, ni el rey tampoco, sino creyýan que venían del çielo, y que los reynos de los Reyes de Castilla eran en el çielo y no en este mundo. Pusiéronle de comer al rey de las cosas de Castilla, y él comía un bocado y después dávalo todo a sus consejeros y al ayo y a los demás que metió consigo. Crean Vuestras Altezas que estas tierras son en tanta cantidad buenas y fértiles y en especial estas desta ysla Española, que no ay persona que lo sepa dezir, y nadie lo puede creer si no lo viese. Y crean que esta ysla y todas las otras son así suyas como Castilla, que aquí no falta salvo assiento y mandarles hazer lo que quisieren, porque yo con esta gente que traygo que no son muchos, correría todas estas yslas sin afrenta, que ya e visto solos tres destos marineros desçender en tierra y aver multitud destos yndios y todos huyr sin que les quisiesen hazer mal. Ellos no tienen armas y son todos desnudos y de ningún ingenio en las armas y muy cobardes que mill no aguardarían tres, y así son buenos para les mandar y les hazer trabajar sembrar y hazer todo lo otro que fuere menester, y que hagan villas y se enseñen a andar vestidos y a nuestras costumbres.

Lunes 17 de diziembre

Ventó aquella noche reziamente viento lesnordeste; no se alteró mucho la mar porque lo estorva y escuda la Ysla de la Tortuga que está frontera y haze abrigo. Así estuvo allí aqueste día. Embió a pescar los marineros con redes. Holgáronse mucho con los cristianos los yndios, y truxéronles ciertas flechas de los de Caniba o de los caníbales, y son de las espigas de cañas y enxiérenles uno[s] palillos tostados y agudos y son muy largos. Mostráronles dos hombres que les faltavan algunos pedaços de carne de su cuerpo y hiziéronles entender que los caníbales los avían comido a bocados; el Almirante no lo creyó. Tornó a embiar çiertos cristianos a la población, y a trueque de contezuelas de vidro rescataron algunos pedaços de oro labrado en hoja delgada. Vieron a uno que tuvo el Almirante por governador de aquella provinçia, que llamavan caçique, un pedaço tan grande como la mano de aquella hoja de oro y pareçía que lo quería resgatar; el qual se fue a su casa, y los otros quedaron en la plaça. Y él hazía hazer pedaçuelos de aquella pieça, y trayendo cada vez un pedaçuelo resgatávalo. Después que no ovo más dixo por señas que él avía enbiado por más y que otro día lo traerían. Estas cosas todas y la manera dellos y sus costumbres y mansedumbre y consejo muestra de ser gente más despierta y entendida que otros que hasta allí oviese hallado, dize el Almirante. En la tarde vino allí una canoa de la Ysla de la Tortuga con bien quarenta hombres, y en llegando a la playa toda la gente del pueblo que estava junta se assentaron todos en señal de paz, y algunos de la canoa y quasi todos desçendieron en tierra. El caçique se levantó solo y con palabras que parecían de amenazas los hizo bolver a la canoa y les echava agua, y tomava piedras de la playa y las echava en el agua y después que ya todos con mucha obediencia se pusieron y enbarcaron en la canoa, él tomó una piedra y la puso en la mano a mi alguazil para que la tyrase, al qual yo avía enbiado a tierra y al escrivano y a otros para ver si trayýan algo que aprovechase, y el alguazil no les quiso tyrar. Allí mostró mucho aquel caçique que se favoreçía con el Almirante. La canoa se fue luego, y dixeron al Almirante después de yda que en la Tortuga avía más oro que en la ysla Española porque es más çerca de Baneque. Dixo el Almirante que no creyýa que en aquella ysla Española ni en la Tortuga oviese minas de oro, sino que lo trayýan de Baneque, y que traen poco, porque no tiene[n] aquellos qué dar por ello. Y aquella tierra es tan gruessa que no a menester que trabajen mucho para sustentarse ni para vestirse, como anden desnudos. Y creyýa el Almirante que estava muy çerca de la fuente y que Nuestro Señor le avía de mostrar dónde nasçe el oro. Tenía nueva que de allí al Baneque avía quatro jornadas que podrían ser xxx o xl leguas que en un día de buen tiempo se podían andar.

Martes 18 de diziembre

Estovo en aquella playa surto este día porque no avía viento y también porque avía dicho el caçique que avía de traer oro, no porque tuviese en mucho el Almirante el oro (dizque) que podía traer pues allí no avía minas sino por saber mejor de dónde lo trayýan. Luego en amaneçiendo mandó ataviar la nao y la caravela de armas y vanderas por la fiesta que era este día de Sancta María de la O o comemoraçión de la Anunçiaçión. Tyráronse muchos tyros de lombardas y el rey de aquella ysla Española (dize el Almirante) avía madrugado de su casa que devía de distar çinco leguas de allí según pudo juzgar y llegó a ora de terçia a aquella poblaçión, donde ya estavan algunos de la nao que el Almirante avía enbiado para ver si venía oro, los quales dixeron que venían con el rey más de dozientos hombres, y que lo trayýan en unas andas quatro hombres y era moço como arriba se dixo. Oy estando el Almirante comiendo debaxo del castillo llegó a la nao con toda su gente. Y dize el Almirante a los Reyes: Sin duda pareçiera bien a Vuestras Altezas su estado y acatamiento que todos le tienen puesto que todos andan desnudos. El así como entró en la nao halló que estava comiendo a la mesa debaxo del castillo de popa y él a buen andar se vino a sentar a par de mí, y no me quiso dar lugar que yo me saliese a él ni me levantase de la mesa, salvo que yo comiese. Yo pensé que él ternía a bien de comer de nuestras viandas; mandé luego traerle cosas que él comiesse. Y quando entró debaxo del castillo hizo señas con la mano que todos los suyos quedasen fuera y así lo hizieron con la mayor priesa y acatamiento del mundo y se assentaron todos en la cubierta, salvo dos hombres de una edad madura que yo estimé por sus consejeros y ayo, que vinieron y se assentaron a sus pies. Y de las viandas que yo le puse delante, tomava de cada una tanto como se toma para hazer la salva, y después luego lo demás enbiávalo a los suyos y todos comían della y así hizo en el bever que solamente llegava a la boca y después así lo dava a los otros, y todo con un estado maravilloso y muy pocas palabras y aquellas que él dezía, según yo podía entender, eran muy assentadas y de seso y aquellos dos le miravan a la boca y hablavan por él y con él y con mucho acatamiento. Después de comido un escudero trayýa un çinto que es proprio como los de Castilla en la hechura, salvo que es de otra obra, que él tomó y me lo dio, y dos pedaços de oro labrados que eran muy delgados, que creo que aquí alcançan poco de él, puesto que tengo que están muy vezinos de donde naçe y ay mucho. Yo vide que le agradava un arambel que yo tenía sobre mi cama. Yo se lo di y unas cuentas muy buenas de ámbar que yo trayýa al pescueço, y unos çapatos colorados, y una almarraxa de agua de azahar de que quedó tan contento que fue maravilla. Y él y su ayo y consejeros llevan grande pena porque no me entendían ni yo a ellos. Con todo le cognoscí que me dixo, que si me compliese algo de aquí, que toda la ysla estava a mi mandar. Yo embié por unas cuentas mías adonde por un señal tengo un exçelente de oro en que está esculpido Vuestras Altezas y se lo amostré, y le dixe otra vez como ayer que Vuestras Altezas mandavan y señoreavan todo lo mejor del mundo, y que no avía tan grandes prínçipes. Y le mostré las vanderas reales y las otras de la cruz, de que él tuvo en mucho y qué grandes señores serían Vuestras Altezas, dezía él contra sus consejeros, pues de tal lexos y del çielo me avían enbiado hasta aquí sin miedo y otras cosas muchas se passaron que yo no entendía, salvo que bien vía que todo tenía a grande maravilla. Después que ya fue tarde y él se quiso yr, el Almirante le enbió en la barca muy honrradamente y hizo tyrar muchas lombardas, y puesto en tierra subió en sus andas y se fue con sus más de dozientos hombres. Y su hijo le llevavan atrás en los hombros de un yndio, hombre muy honrrado. A todos los marineros y gente de los navíos dondequiera que lo topava les mandava dar de comer y hazer mucha honrra. Dixo un marinero que le avía topado en el camino y visto, que todas las cosas que le avía dado el Almirante y cada una dellas llevava delante del rey un hombre a lo que pareçía de los más honrrados. Yva su hijo atrás del rey buen rato con tanta compañía de gente como él. Y otro tanto un hermano del mismo rey, salvo que yva el hermano a pie, y llevávanlo de braço dos hombres honrrados. Este vino a la nao después del rey, al qual dio el Almirante algunas cosas de los dichos resgates, y allí supo el Almirante que al rey llamavan en su lengua caçique. En este día se resgató dizque poco oro, pero supo el Almirante de un hombre viejo, que avía muchas yslas comarcanas a çient leguas y más, según pudo entender, en las quales nasçe muy mucho oro, hasta dezirle que avía ysla que era toda oro, y en las otras que ay tanta cantidad que lo cogen y çiernen como con çedaço, y lo funden y hazen vergas y mill labores: figurava por señas la hechura. Este viejo señaló al Almirante la derrota y el paraje donde estava. Determinóse el Almirante de yr allá, y dixo que si no fuera el dicho viejo tan prinçipal persona de aquel rey, que lo detuviera y llevara consigo, o si supiera la lengua que se lo rogara y creyýa según estava bien con él y con los cristianos que se fuera con él de buena gana. Pero porque tenía ya aquellas gentes por de los Reyes de Castilla, y no era razón de hazelles agravio, acordó de dexallo. Puso una cruz muy poderosa en medio de la plaça de aquella poblaçión, a lo qual ayudaron los yndios mucho y hizieron dizque oraçión y la adoraron, y por la muestra que dan espera en Nuestro Señor el Almirante que todas aquellas yslas an de ser cristianos.

Miércoles 19 de diziembre

Esta noche se hizo a la vela por salir de aquel golpho que haze allí la Ysla de la Tortuga con la Española, y siendo de día tornó el viento levante, con el qual todo este día no pudo salir de entre aquellas dos yslas, y a la noche no pudo tomar un puerto que por allí pareçía. Vido por allí tres o quatro cabos de tierra y una grande bayýa y río, y de allí vido una angla muy grande y tenía una poblaçión, y a las espaldas un valle entre muchas montañas altíssimas llenas de árboles, que juzgó ser pinos, y sobre los Dos Hermanos ay una montaña muy alta y gorda que va de nordeste al sudueste, y del Cabo de Torres al lesueste está una ysla pequeña a la qual puso nombre Sancto Thomás porque es mañana su vigilia. Todo el çerco de aquella ysla tiene cabos y puertos maravillosos, según juzgava él desde la mar. Antes de la ysla de la parte del güeste ay un cabo que entra mucho en la mar alto y baxo, y por eso le puso nombre Cabo Alto y Baxo. Del Cabo de Torres al leste quarta del sueste ay 60 millas hasta una montaña más alta que otra que entra en la mar y pareçe desde lexos ysla por sí por un degollado que tiene de la parte de tierra. Púsole nombre Monte Caribata, porque aquella provincia se llamava Caribata. Es muy hermoso y lleno de árboles verdes y claros sin nieve y sin ñiebla, y era entonçes por allí el tiempo, quanto a los ayres y templança como por março en Castilla, y en quanto a los árboles y yervas como por mayo; las noches dizque eran de quatorze oras.

Jueves 20 de diziembre

Oy al poner del sol entró en un puerto que estava entre la ysla de Sancto Thomás y el Cabo de Caribata y surgió. Este puerto es hermosíssimo y que cabrían en él quantas naos ay en cristianos. La entrada de él pareçe desde la mar impossible a los que no oviesen en él entrado, por unas restringas de peñas que passan desde el monte hasta quasi la ysla y no puestas por orden, sino unas acá y otra[s] acullá, unas a la mar y otras a la tierra; por lo qual es menester estar despiertos para entrar por unas entradas que tiene muy anchas y buenas para entrar sin temor y todo muy fondo de siete braças, y passadas las restringas dentro ay doze braças. Puede la nao estar con una cuerda qualquiera amarrada contra qualesquiera vientos que aya. A la entrada deste puerto dizque avía un cañal, que queda a la parte del güeste de una ysleta de arena, y en ella muchos árboles, y hasta el pie della ay siete braças. Pero ay muchas baxas en aquella comarca, y conviene abrir el ojo hasta entrar en el puerto; después no ayan miedo a toda la tormenta del mundo. De aquel puerto se pareçía un valle grandíssimo y todo labrado que desciende a él del sueste, todo çercado de montañas altíssimas que pareçe que llegan al çielo, y hermosíssimas, llenas de árboles verdes. Y sin duda que ay allí montañas más altas que la ysla de Tenerife en Canaria, que es tenida por de las más altas que puede hallarse. Desta parte de la ysla de Santo Thomás está otra ysleta a una legua, y dentro della otra, y en todas ay puertos maravillosos; mas cumple mirar por las baxas. Vido también poblaçiones y ahumadas que se hazían.

Viernes 21 de diziembre

Oy fue con las barcas de los navíos a ver aquel puerto el qual vido ser tal que afirmó que ninguno se le yguala de quantos aya jamás visto, y escúsase diziendo que a loado los passados tanto que no sabe cómo lo encareçer, y que teme que sea juzgado por manificador exçessivo más de lo que es la verdad. A esto satisfaze diziendo que él trae consigo marineros antiguos, y estos dizen y dirán lo mismo, y todos quantos andan en la mar, conviene a saber, todas las alabanças que a dicho de los puertos passados ser verdad, y ser éste muy mejor que todos ser asimismo verdad. Dize más desta manera: Yo e andado veynte y tres años en la mar sin salir della tiempo que se aya de contar, y vi todo el levante y poniente que dize por yr al camino de septentrión que es Inglaterra, y e andado la Guinea, mas en todas estas partidas no se hallará la perfeción de los puertos ***

fallados siempre lo ***

mejor que el otro que yo con buen tiento mirava mi escrevir, y torno a dezir que affirmo aver bien escripto y que agora éste es sobre todos. Y cabrían en él todas las naos del mundo, y çerrado, que con una cuerda la más vieja de la nao la tuviese amarrada. Desde la entrada hasta el fondo avrá çinco leguas. Vido unas tierras muy labradas, aunque todas son así, y mandó salir dos hombres fuera de las barcas que fuesen a un alto para que viesen si avía poblaçión, porque de la mar no se vía ninguna, puesto que aquella noche çerca de las diez oras vinieron a la nao en una cano[a] çiertos yndios a ver al Almirante y a los cristianos por maravilla y les dio de los resgates, con que se holgaron mucho. Los dos cristianos bolvieron, y dixeron dónde avían visto una poblaçión grande un poco desviada de la mar. Mandó el Almirante remar hazia la parte donde la poblaçión estava hasta llegar çerca de tierra, y vio unos yndios que venían a la orilla de la mar y pareçía que venían con temor, por lo qual mandó detener las barcas y que les hablasen los yndios que trayýa en la nao, que no les haría mal alguno. Entonçes se allegaron más a la mar y el Almirante más a tierra, y después que del todo perdieron el miedo, venían tantos que cobrían la tierra dando mill gracias así hombres como mugeres y niños. Los unos corrían de acá y los otros de allá a nos traer pan que hazen de niames a que ellos llaman ajes, que es muy blanco y bueno, y nos trayýan agua en calabaças y en cántaros de barro de la hechura de los de Castilla, y nos trayýan quanto en el mundo tenían y sabían que el Almirante quería, y todo con un coraçón tan largo y tan contento que era maravilla. Y no se diga que porque lo que davan valía poco por eso lo davan liberalmente (dize el Almirante) porque lo mismo hazían y tan liberalmente los que davan pedaços de oro como los que davan la calabaça del agua; y fácil cosa es de cognoçer (dize el Almirante) quándo se da una cosa con muy deseoso coraçón de dar. Estas son sus palabras. Esta gente no tiene varas ni azagayas ni otras ningunas armas, ni los otros de toda esta ysla, y tengo que es grandíssima. Son así desnudos como su madre los parió, así mugeres como hombres, que en las otras tierras de la Juana y las otras de las otras yslas trayýan las mugeres delante de sí unas cosas de algodón con que cobijan su natura tanto como una bragueta de calças de hombre. En espeçial después que passan de edad de doze años, mas aquí ni moça ni vieja. Y en los otros lugares todos los hombres hazían esconder sus mugeres de los cristianos por zelos, mas allí no. Y ay muy lindos cuerpos de mugeres y ellas las primeras que venían a dar gracias al çielo, y traer quanto tenían, en espeçial cosas de comer, pan de ajes y gonça avellanada, y de çinco o seys maneras de fructas, de las quales mandó curar el Almirante para traer a los Reyes. No menos dizque hazían las mugeres en las otras partes antes que se ascondiesen. Y el Almirante mandava en todas partes estar todos los suyos sobre aviso que no enojasen a alguno en cosa ninguna, y que nada les tomassen contra su voluntad, y así les pagavan todo lo que dellos resçebían. Finalmente, dize el Almirante que no puede creer que hombre aya visto gente de tan buenos coraçones y francos para dar, y tan temerosos que ellos se deshazían todos por dar a los cristianos quanto tenían, y en llegando los cristianos luego corrían a traerlo todo. Después enbió el Almirante seys cristianos a la poblaçión para que la viesen qué era, a los quales hizieron quanta honrra podían y sabían y les davan quanto tenían, porque ninguna duda les queda sino que creyýan el Almirante y toda su gente aver venido del çielo. Lo mismo creyýan los yndios que consigo el Almirante trayýa de las otras islas, puesto que ya se les avía dicho lo que devían de tener. Después de aver ydo los seys cristianos, vinieron çiertas canoas con gente a rogar al Almirante de partes de un señor que fuese a su pueblo quan[do] de allí se partiese. Canoa es una barca en que navegan y son dellas grandes y dellas pequeñas. Y visto que el pueblo de aquel señor estava en el camino sobre una punta de tierra esperando con mucha gente al Almirante, fue allá. Y antes que se partiese vino a la playa tanta gente que era espanto, hombres y mugeres y niños, dando bozes que no se fuesse sino que se quedase con ellos. Los mensajeros del otro señor que avía venido a conbidar estavan aguardando con sus canoas porque no se fuese sin yr a ver al señor. Y así lo hizo, y en llegando que llegó el Almirante adonde aquel señor le estava esperando, y tenían muchas cosas de comer, mandó assentar toda su gente. Manda que lleven lo que tenían de comer a las barcas donde estava el Almirante junto a la orilla de la mar. Y como vido que el Almirante avía resçebido lo que le avían llevado, todos o los más de los yndios dieron a correr al pueblo que devía estar çerca para traerle más comida y papagayos y otras cosas de lo que tenían con tan franco coraçón que era maravilla. El Almirante les dio cuentas de vidro y sortijas de latón y cascaveles, no porque ellos demandassen algo, sino porque le pareçía que era razón, y sobre todo (dize el Almirante) porque los tiene ya por cristianos y por de los Reyes de Castilla más que las gentes de Castilla, y dize que otra cosa no falta salvo saber la lengua y mandarles, porque todo lo que se les mandare harán sin contradiçión alguna. Partióse de allí el Almirante para los navíos y los yndios davan bozes así hombres como mugeres y niños que no se fuessen y se quedasen con ellos los cristianos. Después que se partían venían tras ellos a la nao canoas llenas dellos, a los quales hizo hazer mucha honrra y dalles de comer y otras cosas que llevaron. Avía también venido antes otro señor de la parte del güeste y aun a nado venían muy mucha gente, y estava la nao más de grande media legua de tierra. El señor que dixe se avía tornado; enbiéle çiertas personas para que le viesen y le preguntasen destas yslas; él los resçibió muy bien y los llevó consigo a su pueblo para dalles çiertos pedaços grandes de oro, y llegaron a un gran río, el qual los yndios passaron a nado; los cristianos no pudieron y así se tornaron. En toda esta comarca ay montañas altíssimas que pareçen llegar al çielo que la de la ysla de Tenerife pareçe nada en comparaçión dellas en altura y en hermosura, y todas son verdes, llenas de arboledas, que es una cosa de maravilla. Entremedias dellas ay vegas muy graçiosas, y al pie deste puerto al sur ay una vega tan grande que los ojos no pueden llegar con la vista al cabo, sin que tenga impedimento de montaña, que pareçe que deve tener quinze o veynte leguas. Por la qual viene un río y es toda poblada y labrada y está tan verde agora como si fuera en Castilla por mayo o por junio, puesto que las noches tienen catorze oras y sea la tierra tanto septentrional. Así, este puerto es muy bueno para todos los vientos que puedan ventar, çerrado y hondo, y todo poblado de gente muy buena y mansa y sin armas buenas ni malas, y puede qualquier navío estar sin miedo en él que otros navíos que vengan de noche a los saltear. Porque, puesto que la boca sea bien ancha, de más de dos leguas, es muy çerrada de dos restringas de piedra que escasamente la veen sobre agua, salvo una entrada muy angosta en esta restringa que no pareçe sino que fue hecho a mano y que dexaron una puerta abierta quanto los navíos puedan entrar. En la boca ay siete braças de hondo hasta el pie de una ysleta llana que tiene una playa y árboles al pie della; de la parte del güeste tiene la entrada y se puede llegar una nao sin miedo hasta poner el bordo junto a la peña. Ayý de la parte del norueste ay tres yslas, y un gran río a una legua del cabo deste puerto. Es el mejor del mundo; púsole nombre el Puerto de la Mar de Sancto Thomás porque era oy su día. Díxole mar por su grandeza.

Sábado 22 de diziembre

En amaneçiendo dio las velas para yr su camino a buscar las yslas que los yndios le dezían que tenían mucho oro y de algunas que tenían más oro que tierra; no le hizo tiempo y ovo de tornar a surgir, y enbió la barca a pescar con la red. El señor de aquella tierra, que tenía un lugar çerca de allí, le enbió una grande canoa llena de gente, y en ella un principal criado suyo a rogar al Almirante que fuese con los navíos a su tierra y que le daría quanto tuviese. Enbióle con aquél un çinto que en lugar de bolsa trayýa una carátula que tenía dos orejas grandes de oro de martillo, y la lengua y la nariz. Y como sea esta gente de muy franco coraçón que quanto le piden dan con la mejor voluntad del mundo, que les pareçe que pidiéndoles algo les hazen grande merçed, esto dize el Almirante, toparon la barca y dieron el çinto a un grumete, y vinieron con su canoa a bordo de la nao con su embaxada. Primero que los entendiese passó alguna parte del día; ni los yndios que él trayýa los entendían bien porque tienen alguna diversidad de vocablos en nombres de las cosas. En fin, acabó de entender por señas su conbite. El qual determinó de partir el domingo para allá, aunque no solía partir de puerto en domingo, sólo por su devoçión y no por superstición alguna; pero con esperança (dize él) que aquellos pueblos an de ser cristianos por la voluntad que muestran y de los Reyes de Castilla, y porque los tiene ya por suyos y porque le sirvan con amor, les quiere y trabaja hazer todo plazer. Antes que partiese oy, enbió seys hombres a una poblaçión muy grande tres leguas de allí de la parte del güeste, porque el señor della vino el día passado al Almirante y dixo que tenía çiertos pedaços de oro. En llegando allá los cristianos, tomó el señor de la mano al escrivano del Almirante, que era uno dellos el qual enbiava el Almirante para que no consintiese hazer a los demás cosa yndevida a los yndios, porque como fuessen tan francos los yndios y los españoles tan cudiçiosos y desmedidos, que no les basta que por un cabo de agujeta y aun por un pedaço de vidro y de escudilla y por otras cosas de no nada les davan los yndios quanto querían; pero, aunque sin dalles algo se lo querrían todo aver y tomar, lo que el almirante siempre prohibía, y aunque también eran muchas cosas de poco valor sino era el oro las que davan a los cristianos; pero el Almirante, mirando al franco coraçón de los yndios, que por seys contezuelas de vidro daría[n] y davan un pedaço de oro, por eso mandava que ninguna cosa se reçibiese dellos que no se les diese algo en pago. Así que tomó por la mano el señor al escrivano y lo llevó a su casa con todo el pueblo, que era muy grande, que le acompañava, y les hizo dar de comer, y todos los yndios les trayýan muchas cosas de algodón labradas y en ovillos hilado. Después que fue tarde, dioles tres ánsares muy gordas el señor y unos pedaçitos de oro, y vinieron con ellos mucho número de gente y les trayýan todas las cosas que allá avían resgatado, y a ellos mismos porfiavan de traellos a cuestas, y de hecho lo hizieron por algunos ríos y por algunos lugares lodosos. El Almirante mandó dar al señor algunas cosas, y quedó él y toda su gente con gran contentamiento, creyendo verdaderamente que avían venido del çielo y en ver los cristianos se tenían por bienaventurados. Vinieron este día más de çiento y veynte canoas a los navíos todas cargadas de gente y todos traen algo, espeçialmente de su pan y pescado y agua en cantarillos de barro, y simientes que son buenas especias. Echavan un grano en una escudilla de agua y bévenla y dezían los yndios que consigo trayýa el Almirante que era cosa saníssima.

Domingo 23 de diziembre

No pudo partir con los navíos a la tierra de aquel señor que lo avía enbiado a rogar y conbidar por falta del viento; pero enbió con los tres mensajeros que allí esperavan las barcas con gente y al escrivano. Entre tanto que aquellos yvan, enbió dos de los yndios que consigo trayýa a las poblaçiones que estavan por allí çerca del paraje de los navíos, y bolvieron con un señor a la nao con nuevas que en aquella ysla Española avía gran cantidad de oro, y que a ella lo venían a comprar de otras partes, y dixéronle que allí hallaría quanto quisiese. Vinieron otros que confirmavan aver en ella mucho oro, y mostrávanle la manera que se tenía en cogello. Todo aquello entendía el Almirante con pena; pero todavía tenía por çierto que en aquellas partes avía grandíssima cantidad dello, y que, hallando el lugar donde se saca, avrá gran barato dello y según ymaginava que por no nada. Y torna a dezir que cree que deve aver mucho, porque en tres días que avía que estava en aquel puerto, avía avido buenos pedaços de oro, y no puede creer que allí lo traygan de otra tierra. Nuestro Señor que tiene en las manos todas las cosas vea de me remediar y dar como fuere su servicio. Estas son palabras del Almirante. Dize que aquella ora cree aver venido a la nao más de mill personas, y que todos trayýan algo de lo que posseen y antes que lleguen a la nao con medio tyro de ballesta, se levantan en sus canoas en pie y toman en las manos lo que traen, diziendo: Tomad, tomad. También cree que más de quinientos vinieron a la nao nadando por no tener canoas y estava surta çerca de una legua de tierra. Juzgava que avían venido çinco señores y hijos de señores con toda su casa, mugeres y niños, a ver los cristianos. A todos mandava dar el Almirante porque todo dizque era bien enpleado, y dize: Nuestro Señor me adereçe por su piedad que halle este oro, digo su mina, que hartos tengo aquí que dizen que la saben. Estas son sus palabras. En la noche llegaron las barcas y dixeron que avía gran camino hasta donde venían, y que al monte de Caribatán hallaron muchas canoas con muy mucha gente que venían a ver al Almirante y a los cristianos del lugar donde ellos yvan. Y tenía por çierto que si aquella fiesta de Navidad pudiera estar en aquel puerto, viniera toda la gente de aquella ysla, que estima ya por mayor que Inglaterra, por verlos. Los quales se bolvieron todos con los cristianos a la poblaçión, la qual dizque affirmavan ser la mayor y la más conçertada de calles que otra de las passadas y halladas hasta allí. La qual dizque es de parte de la Punta Sancta al sueste quasi tres leguas. Y como las canoas andan mucho de remos, fuéronse delante a hazer saber al caçique que ellos llamavan allí. Hasta entonçes no avía podido entender el Almirante si lo dizen por rey o por governador. También dizen otro nombre por grande que llaman 'nitayno': no sabía si lo dezían por hidalgo o governador o juez. Finalmente el caçique vino a ellos, y se ayuntaron en la plaça que estava muy barrida, todo el pueblo, que avía más de dos mill hombres. Este rey hizo mucha honrra a la gente de los navíos, y los populares cada uno les trayýa algo de comer y de bever. Después el rey dio a cada uno unos paños de algodón que visten las mugeres y papagallos para el Almirante y çiertos pedaços de oro; davan también los populares de los mismos paños y otras cosas de sus casas a los marineros por pequeña cosa que les davan. La qual según la recibían pareçía que la estimavan por reliquias. Ya a la tarde, queriendo despedir, el rey les rogava que aguardasen hasta otro día, lo mismo todo el pueblo. Visto que determinavan su venida, venieron con ellos mucho del camino trayéndoles a cuestas lo que el cacique y los otros les avían dado hasta las barcas que quedavan a la entrada del río.

Lunes 24 de diziembre

Antes de salido el sol levantó las anclas con el viento terral. Entre los muchos yndios que ayer avían venido a la nao que les avían dado señales de aver en aquella ysla oro, y nombrado los lugares donde lo cogían, vido uno parece que más dispuesto y afiçionado o que con más alegría le hablava, y halagólo rogándole que se fuese con él a mostralle las minas del oro. Este truxo otro compañero o pariente consigo, los quales entre los otros lugares que nombravan donde se cogía el oro, dixeron de Çipango al qual ellos llaman Çybao. Y allí affirman que ay gran cantidad de oro, y que el caçique trae las vanderas de oro de martillo, salvo que está muy lexos al leste. El Almirante dize aquí estas palabras a los Reyes: Crean Vuestras Altezas que en el mundo todo no puede aver mejor gente ni más mansa. Deven tomar Vuestras Altezas grande alegría porque luego los harán cristianos y los avrán enseñado en buenas costumbres de sus reynos, que más mejor gente ni tierra puede ser, y la gente y la tierra en tanta cantidad que yo no sé ya cómo lo escriva. Porque yo e hablado en superlativo grado [de] la gente y la tierra de la Juana a que ellos llaman Cuba, mas ay tanta differençia dellos y della a ésta en todo como del día a la noche. Ni creo que otro ninguno que esto oviese visto oviese hecho ni dixesse menos de lo que yo tengo dicho y digo que es verdad que es maravilla las cosas de acá y los pueblos grandes desta ysla Española que así la llamé, y ellos le llaman Bohío; y todos de muy singularíssimo tracto amoroso y habla dulçe, no como los otros que pareçe quando hablan que amenazan; y de buena estatura hombres y mugeres y no negros. Verdad es que todos se tiñen, algunos de negro y otros de otra color y los más de colorado. He sabido que lo hazen por el sol, que no les haga tanto mal, y las casas y lugares tan hermosos y con señorío en todos como juez o señor dellos; y todos le obedeçen que es maravilla. Y todos estos señores son de pocas palabras, y muy lindas costumbres, y su mando es lo más con hazer señas con la mano y luego es entendido que es maravilla. Todas son palabras del Almirante. Quien oviere de entrar en la mar de Sancto Thomé se deve meter una buena legua sobre la boca de la entrada sobre una y[s]leta llana que en el medio ay, que le puso nombre la Amiga, llevando la proa en ella. Y después que llegare a ella con el [tiro] de una piedra passe de la parte del güeste y quédele ella al leste y se llegue a ella y no a la otra parte porque viene una restringa muy grande del güeste e aun en la mar fuera della ay unas tres baxas y esta restringa se llega a la Amiga un tyro de lombarda y entremedias passará y hallará a lo más baxo siete braças y casgajos abaxo. Y dentro hallará puerto para todas las naos del mundo y que estén sin amarras. Otra restringa y baxas vienen de la parte del leste a la dicha ysla Amiga y son muy grandes y salen en la mar mucho y llega hasta el cabo quasi dos leguas; pero entrellas pareçió que avía entrada a tiro de dos lombardas de la Amiga. Y al pie del Monte Caribatán de la parte del güeste ay un muy buen puerto y muy grande.

Martes 25 de diziembre, día de Navidad

Navegando con poco viento el día de ayer desde la mar de Sancto Thomé hasta la Punta Sancta sobre la qual a una legua estuvo así hasta passado el primer quarto que serían a las onze oras de la noche, acordó echarse a dormir porque avía dos días y una noche que no avía dormido. Como fuese calma, el marinero que governava la nao acordó yrse a dormir y dexó el governario a un moço grumete, lo que mucho siempre avía el Almirante prohibido en todo el viaje, que oviese viento o que oviese calma, conviene a saber que no dexasen governar a los grumetes. El Almirante estava seguro de bancos y de peñas, porque el domingo quando enbió las barcas a aquel rey avían passado al leste de la dicha Punta Sancta bien tres leguas y media, y avía[n] visto los marineros toda la costa y los baxos que ay desde la dicha Punta Sancta al leste sueste bien tres leguas, y vieron por dónde se podía passar, lo que todo este viaje no hizo. Quiso Nuestro Señor que a las doze oras de la noche como avían visto acostar y reposar el Almirante y vían que era calma muerta y la mar como en una escudilla, todos se acostaron a dormir, y quedó el governallo en la mano de aquel muchacho, y las aguas que corrían llevaron la nao sobre uno de aquellos bancos. Los quales puesto que fuesse de noche sonavan que de una grande legua se oyeran y vieran, y fue sobre él tan mansamente que casi no se sentía. El moço que sintió el governalle y oyó el sonido de la mar dio bozes, a las quales salió el Almirante, y fue tan presto que aún ninguno avía sentido que estuviesen encallados. Luego el maestre de la nao cuya era la guardia salió, y díxoles el Almirante a él y a los otros que halasen el batel que trayýan por popa, y tomasen un ancla, y la echasen por popa y él con otros muchos saltaron en el batel, y pensava el Almirante que hazían lo que les avía mandado; ellos no curaron sino de huyr a la caravela que estava a barlovento media legua. La caravela no los quiso resçebir haziéndolo virtuosamente y por esto bolvieron a la nao; pero primero fue a ella la barca de la caravela. Quando el Almirante vido que se huyýan y que era su gente y las aguas menguavan y estava ya la nao la mar de través, no viendo otro remedio, mandó cortar el mástel y alijar de la nao todo quanto pudieron para ver si podían sacarla; y como todavía las aguas menguassen, no se pudo remediar, y tomó lado hazia la mar traviesa puesto que la mar era poca o nada. Y entonçes se abrieron los conventos y no la nao. El Almirante fue a la caravela para poner en cobro la gente de la nao en la caravela, y como ventase ya ventezillo de la tierra, y también aún quedava mucho de la noche, ni suppiesen quánto duravan los bancos, temporejó a la corda hasta que fue de día, y luego fue a la nao por de dentro de la restringa del banco. Primero avía enbiado el batel a tierra con Diego de Arana, de Córdova, alguazil del armada, y Pero Gutiérrez, respostero de la Casa Real, a hazer saber al rey que los avía enbiado a conbidar y rogar el sábado que se fuese con los navíos a su puerto, el qual tenía su villa adelante obra de una legua y media del dicho banco, el qual como lo supo dizen que lloró, y enbió toda su gente de la villa con canoas muy grandes y muchas a descargar todo lo de la nao. Y así se hizo y se descargó todo lo de las cubiertas en muy breve espaçio: tanto fue el grande aviamiento y diligencia que aquel rey dio. Y él con su persona con hermanos y parientes estavan poniendo diligençia así en la nao como en la guarda de lo que se sacava a tierra para que todo estuvie[se] a muy buen recaudo. De quando en quando enbiava uno de sus parientes al Almirante llorando a lo consolar, diziendo que no rescibiese pena ni enojo que él le daría quanto tuviese. Çertifica el Almirante a los Reyes que en ninguna parte de Castilla tan buen recaudo en todas las cosas se pudiera poner sin faltar un agujeta. Mandólo poner todo junto con las casas entre tanto que se vaziavan algunas casas que quería dar donde se pusiese y guardase todo. Mandó poner hombres armados en rededor de todo que velasen toda la noche. Él con todo el pueblo lloravan; tanto (dize el Almirante) son gente de amor y sin cudiçia y convenibles para toda cosa, que certifico a Vuestras Altezas que en el mundo creo que no ay mejor gente ni mejor tierra. Ellos aman a sus próximos como a sí mismos, y tienen una habla la más dulçe del mundo, y mansa y siempre con risa. Ellos andan desnudos, hombres y mugeres, como sus madres los parieron. Mas crean Vuestras Altezas que entre sí tienen costumbres muy buenas, y el rey muy maravilloso estado de una çierta manera tan continente que es plazer de verlo todo, y la memoria que tienen y todo quieren ver y preguntan qué es y para qué. Todo esto dize así el Almirante.

Miércoles 26 de diziembre

Oy a salir del sol vino el rey de aquella tierra que estava en aquel lugar a la caravela Niña donde estava el Almirante y quasi llorando le dixo que no tuviese pena que él le daría quanto tenía, y que avía dado a los cristianos que estavan en tierra dos muy grandes casas y que más les daría si fuesen menester, y quantas canoas pudiesen cargar y descargar la nao y poner en tierra quanta gente quisiese; y que así lo avía hecho ayer, sin que se tomase una migaja de pan ni otra cosa alguna, tanto (dize el Almirante) son fieles y sin cudiçia de lo ageno; y así era sobre todos aquel rey virtuoso. En tanto que el Almirante estava hablando con él, vino otra canoa de otro lugar que trayýa çiertos pedaços de oro los quales quería dar por un cascavel, porque otra cosa tanto no deseavan como cascaveles, y que aún no llega la canoa a bordo quando llamavan y mostravan los pedaços de oro diziendo chuq chuque, por cascaveles; que están en puntos de se tornar locos por ellos. Después de aver visto esto y partiéndose estas canoas que eran de los otros lugares, llamaron al Almirante y le rogaron que les mandase guardar un cascavel hasta otro día, porque él traería quatro pedaços de oro tan grandes como la mano. Holgó el Almirante de oyýr esto, y después un marinero que venía de tierra dixo al Almirante que era cosa de maravilla las pieças de oro que los cristianos que estavan en tierra resgatavan por no nada; por una agujeta davan pedaços que serían más de dos castellanos, y que entonçes no era nada, al respeto de lo que sería dende a un mes. El rey se holgó mucho con ver al Almirante alegre, y entendió que deseava mucho oro, y díxole por señas que él sabía çerca de allí adónde avía dello muy mucho en grande suma, y que estuviese de buen coraçón que él daría quanto oro quisiese. Y dello dizque le dava razón y en espeçial que lo avía en Çipango a que ellos llamavan Çybao en tanto grado que ellos no lo tienen en nada y que él lo trahería allí aunque también en aquella ysla Española a quien llaman Bohío y en aquella provinçia Caribata lo avía mucho más. El rey comió en la caravela con el Almirante, y después salió con él en tierra, donde hizo al Almirante mucha honrra, y le dio colaçión de dos o tres maneras de ajes y con camarones y caça y otras viandas que ellos tenían y de su pan que llamavan caçabi. Dende lo llevó a ver unas verduras de árboles junto a las casas, y andavan con él bien mill personas, todos desnudos. El señor ya trayýa camisa y guantes que el Almirante le avía dado, y por los guantes hizo mayor fiesta que por cosa de las que le dio. En su comer con su honestidad y hermosa manera de limpieza, se mostrava bien ser de linaje. Después de aver comido que tardó buen rato estar a la mesa, truxeron çiertas yervas con que se fregó mucho las manos; creyó el Almirante que lo hazía para ablandarlas, y diéro[n]lo aguamanos. Después que acabaron de comer, llevó a la playa al Almirante y el Almirante enbió por un arco turquesco y un manojo de flechas, y el Almirante hizo tyrar a un hombre de su compañía que sabía dello; y el señor como no sepa qué sean armas porque no las tienen ni las usan, le pareçió gran cosa; aunque dizque el comienço fue sobre el habla de los de Caniba que ellos llaman caribes que los vienen a tomar y traen arcos y flechas sin hierro que en todas aquellas tierra[s] no avía memoria de él y de azero ni de otro metal salvo de oro y de cobre aunque cobre no avía visto sino poco el Almirante. El Almirante le dixo por señas que los Reyes de Castilla mandarían destruyr a los Caribes y que a todos se los mandarían traer las manos atadas. Mandó el Almirante tyrar una lombarda y una espingarda, y viendo el effecto que su fuerça hazían y lo que penetravan, quedó maravillado. Y quando su gente oyó los tiros cayeron todos en tierra. Truxeron al Almirante una gran carátula que tenía grandes pedaços de oro en las orejas y en los ojos y en otras partes, la qual le dio con otras joyas de oro que el mismo rey avía puesto al Almirante en la cabeça y al pescueço; y a otros cristianos que con él estavan dio también muchas. El Almirante resçibió mucho plazer y consolaçión destas cosas que vía, y se le templó el angustia y pena que avía resçebido y tenía de la pérdida de la nao, y cognosçió que Nuestro Señor avía hecho encallar allí la nao porque hiziese allí asiento. Y a esto (dize él) vinieron tantas cosas a la mano, que verdaderamente no fue aquél desastre salvo gran ventura. Porque es çierto (dize él) que si yo no encallara que yo fuera de largo sin surgir en este lugar; porque él está metido acá dentro en una grande bayýa y en ella dos o más restringas de baxas. Ni este viaje dexara aquí gente, ni aunque yo quisiera dexarla no les pudiera dar tan buen aviamento ni tantos pertrechos ni tantos mantenimientos ni adereço para fortaleza. Y bien es verdad que mucha gente desta que va aquí me avían rogado y hecho rogar que les quisiese dar licencia para quedarse. Agora tengo ordenado de hazer una torre y fortaleza todo muy bien y una grande cava, no porque crea que aya esto menester por esta gente, porque tengo por dicho que con esta gente que yo traygo sojugaría toda esta ysla, la qual creo que es mayor que Portugal y más gente al doblo; mas son desnudos y sin armas y muy cobardes fuera de remedio. Mas es razón que se haga esta torre y se esté como se a de estar, estando tan lexos de Vuestras Altezas; y porque cognozcan el ingenio de la gente de Vuestras Altezas y lo que pueden hazer porque con amor y temor le obedezcan. Y así ternán tablas para hazer toda la fortaleza dellas y mantenimientos de pan y vino para más de un año y simientes para sembrar y la barca de la nao y un calafate y un carpintero y un lombardero, y un tonelero y muchos entre ellos hombres que desean mucho, por servicio de Vuestras Altezas y me hazer plazer, de saber la mina adonde se coge el oro. Así que, que todo es venido mucho a pelo, para que se faga este comienço. Y sobre todo que quando encalló la nao fue tan passo que quasi no se sintió ni avía ola ni viento. Todo esto dize el Almirante. Y añade más para mostrar que fue gran ventura y determinada voluntad de Dios que la nao allí encallase porque dexase allí gente, que si no fuera por la trayçión del maestre y de la gente que eran todos o los más de su tierra, de no querer echar el ancla por popa para sacar la nao como el Almirante les mandava, la nao se salvara y así no pudiera saberse la tierra (dize él) como se supo aquellos días que allí estuvo, y adelante por los que allí entendía dexar porque él yva siempre con intençión de descubrir y no parar en parte más de un día, si no era por falta de los vientos, porque la nao dizque era muy pesada y no para el officio de descubrir. Y llevar tal nao (dizque) causaron los de Palos que no cumplieron con el Rey e la Reyna lo que le avían prometido: dar navíos convenientes para aquella jornada, y no lo hizieron. Concluye el Almirante diziendo que de todo lo que en la nao avía no se perdió una agujeta, ni tabla ni clavo, porque ella quedó sana como quando partió, salvo que se cortó y rajó algo para sacar la vasija y todas las mercaderías y pusiéronlas todas en tierra y bien guardadas como está dicho. Y dize que espera en Dios que, a la buelta que él entendía hazer de Castilla, avía de hallar un tonel de oro que avrían resgatado los que avía de dexar, y que avrían hallado la mina del oro y la espeçería; y aquello en tanta cantidad, que los Reyes antes de tres años enprendiesen y adereçasen para yr a conquistar la casa sancta, que así (dize él) protesté a Vuestras Altezas que toda la ganançia desta mi empresa se gastase en la conquista de Hierusalém y Vuestras Altezas se rieron y dixeron que les plazía y que sin esto tenían aquella gana. Estas son palabras del Almirante.

Jueves 27 de diziembre

En saliendo el sol vino a la caravela el rey de aquella tierra y dixo al Almirante que avía embiado por oro, y que lo quería cobrir todo de oro antes que se fuesse, antes le rogava que no se fuese y comieron con el Almirante el rey e un hermano suyo y otro su pariente muy privado, los quales dos le dixeron que querían yr a Castilla con él. Estando en esto vinieron [nuevas] cómo la caravela Pinta estava en un río al cabo de aquella ysla; luego enbió el caçique allá una canoa, y en ella el Almirante un marinero, porque amava tanto al Almirante que era maravilla. Ya entendía el Almirante con quanta priesa podía por despacharse para la buelta de Castilla.

Viernes 28 de diziembre

Para dar orden y priesa en el acabar de hazer la fortaleza, y en la gente que en ella avía de quedar, salió el Almirante en tierra y pareçióle que el rey le avía visto quando yva en la barca, el qual se entró presto en su casa dissimulando, y enbió a un su hermano que resçibiese al Almirante. Y llevólo a una de las casas que tenía dadas a la gente del Almirante, la qual era la mayor y mejor de aquella villa. En ella le tenían aparejado un estrado de camisas de palma donde le hizieron asentar. Después el hermano enbió un escudero suyo a dezir al rey que el Almirante estava allí como que el rey no sabía que era venido, puesto que el Almirante creyýa que lo dissimulava por hazelle mucha más honrra. Como el escudero se lo dixo, dio el caçique dizque a correr para el Almirante, y púsole al pescueço una gran plasta de oro que trayýa en la mano. Estuvo allí con él hasta la tarde, deliberando lo que avía de hazer.

Sábado 29 de diziembre

En saliendo el sol vino a la caravela un sobrino del rey muy moço y de buen entendimiento y buenos hyýgados (como dize el Almirante). Y como siempre trabajase por saber adónde se cogía el oro, preguntava a cada uno porque por señas ya entendía algo; y así aquel mançebo le dixo que a quatro jornadas avía una ysla al leste que se llamava Guarionex, y otras que se llamavan Macorix, y Mayonic y Fuma y Çybao y Coroay, en las quales avía ynfinito oro, los quales nombres escrivió el Almirante. Y supo esto que le avía dicho un hermano del rey e riñó con él según el Almirante entendió. También otras vezes avía el Almirante entendido que el rey trabajava porque no entendiese dónde nasçía y se cogía el oro, porque no lo fuese a resgatar o comprar a otra parte. Mas es tanto y en tantos lugares y en esta misma ysla Española (dize el Almirante) que es maravilla. Siendo ya de noche le embió el rey una gran carátula de oro, y enbióle a pedir un baçín de aguamanos y un jarro; creyó el Almirante que lo pedía para mandar hazer otro y así se lo enbió.

Domingo 30 de diziembre

Salió el Almirante a comer a tierra y llegó a tiempo que avían venido çinco reyes subjectos a aqueste que se llamava Guacanagarí, todos con sus coronas representando muy buen estado que dize el Almirante a los Reyes que Sus Altezas ovieran plazer de ver la manera dellos. En llegando en tierra, el rey vino a rescebir al Almirante y lo llevó de braços a [la] misma casa de ayer a do tenía un estrado y sillas en que asentó al Almirante y luego se quitó la corona de la cabeça y se la puso al Almirante y el Almirante se quitó del pesqüeço un collar de buenos alaqueques y cuentas muy hermosas de muy lindos colores que pareçía muy bien en toda parte, y se lo puso a él, y se desnudó un capuz de fina grana, que aquel día se avía vestido, y se lo vistió, y enbió por unos borzeguíes de color que le hizo calçar, y le puso en el dedo un grande anillo de plata, porque avían dicho que vieron una sortija de plata a un marinero y que avía hecho mucho por ella. Quedó muy alegre y muy contento, y dos de aquellos reyes que estavan con él vinieron adonde el Almirante estava con él, y truxeron al Almirante dos grandes plastas de oro cada uno la suya. Y estando así vino un yndio diziendo que avía dos días que dexara la caravela Pinta al leste en un puerto. Tornóse el Almirante a la caravela, y Viçeynte Anes, capitán della, affirmó que avía visto ruybarbo, y que lo avía en la ysla Amiga que está a la entrada de la mar de Sancto Thomé que estava seys leguas de allí, e que avía cognosçido los ramos y rayýz. Dizen que el ruybarbo echa unos ramitos fuera de tierra y unos frutos que pareçen moras verdes quasi secas y el palillo que está çerca de la rayýz es tan amarillo y tan fino, como la mejor color que puede ser para pintar, y debaxo de la tierra haze la rayýz como una grande pera.

Lunes 31 de diziembre

Aqueste día se ocupó en mandar tomar agua y leña para la partida a España, por dar noticia presto a los Reyes para que enbiasen navíos que descubriesen lo que quedava por descubrir, porque ya el negoçio parecía tan grande y de tanto tomo que es maravilla (dixo el Almirante). Y dize que no quisiera partirse hasta que oviera visto toda aquella tierra que yva hazia el leste y andarla toda por la costa por saber también (dizque) el tránsito de Castilla a ella, para traer ganados y otras cosas. Mas como oviese quedado con un solo navío, no le pareçía razonable cosa ponerse a los peligros que le pudieran ocurrir descubriendo. Y quexávase que todo aquel mal e inconveniente [provenía de] averse apartado de él la caravela Pinta.

Martes 1o de enero

A media noche despachó la barca que fuese a la ysleta Amiga para traer el ruybarbo. Bolvió a bísperas con un serón dello; no truxeron más porque no llevaron açada para cavar; aquello llevó por muestra a los Reyes. El rey de aquella tierra dizque avía embiado muchas canoas por oro. Vino la canoa que fue a saber de la Pinta y el marinero y no la hallaron. Dixo aquel marinero que a veynte leguas de allí avían visto un rey que trayýa en la cabeça dos grandes plastas de oro, y luego que los yndios de la canoa le hablaron se las quitó, y vido también mucho oro a otras personas. Creyó el Almirante que el rey Guacanagarí devía de aver prohibido a todos que no vendiesen oro a los cristianos, porque passasse todo por su mano. Mas él avía sabido los lugares como dixo antier donde lo avía en tanta cantidad que no lo tenían en preçio. También la espeçería que comen (dize el Almirante) es mucha y más vale que pimienta y manegueta. Dexava encomendados a los que allí quería dexar que oviesen quanta pudiesen.

Miércoles 2 de enero

Salió de mañana en tierra para se despedir del rey Guacanagarí e partirse en el nombre del Señor e diole una camisa suya. Y mostróle la fuerça que tenían y effecto que hazían las lombardas. Por lo qual mandó armar una y tyrar al costado de la nao que estava en tierra, porque vino a propósito de platica[r] sobre los caribes con quien tienen guerra. Y vido hasta dónde llegó la lombarda y cómo passó el costado de la nao y fue muy lexos la piedra por la mar. Hizo hazer también un escaramuça con la gente de los navíos armada diziendo al caçique que no oviese miedo a los caribes aunque viniesen. Todo esto dizque hizo el Almirante porque tuviese por amigos a los cristianos que dexava, y por ponerle miedo que los temiese. Llevólo el Almirante a comer consigo a la casa donde estava aposentado y a los otros que yvan con él. Encomendóle mucho el Almirante a Diego de Arana, y a Pero Gutiérrez, y a Rodrigo Escobedo que dexava juntamente por sus tenientes de aquella gente que allí dexava, porque todo fuese bien regido y governado a servicio de Dios y de Sus Altezas. Mostró mucho amor el caçique al Almirante y gran sentimiento en su partida mayormente quando lo vido yr a embarcarse. Dixo al Almirante un privado de aquel rey que avía mandado hazer un estatua de oro puro tan grande como el mismo Almirante y que de desde a diez días la avían de traer. Enbarcóse el Almirante con propósito de se partir luego mas el viento no le dio lugar. Dexó en aquella ysla Española que los yndios dizque llamavan Bohío treynta y nueve hombres con la fortaleza y dizque mucho amigos de aquel rey Guacanagarí e sobre aquellos por sus tenientes a Diego de Arana natural de Córdova, y a Pero Gutiérrez respostero de estrado del Rey criado del despensero mayor, e a Rodrigo de Escobedo natural de Segovia sobrino de fray Rodrigo Pérez con todos sus poderes que de los Reyes tenía. Dexóles todas las mercaderías que los Reyes mandaron comprar para los resgates que eran muchas, para que las trocasen y resgatasen por oro con todo lo que trayýa la nao. Dexóles también pan vizcocho para un año y vino y mucha artillería, y la barca de la nao para que ellos como marineros que eran los más fuesen quando viessen que convenía a descubrir la mina del oro, porque a la buelta que bolviese el Almirante hallase mucho oro; y lugar donde se assentasse una villa porque aquél no era puerto a su voluntad. Mayormente que el oro que allí trayýan venía dizque del leste, y quanto más fuesen al leste tanto estavan çercanos de España. Dexóles tanbién simientes para sembrar, y sus officiales escrivano y alguazil, y entre aquellos un carpintero de naos y calafate y un buen lombardero que sabe bien de ingenios y un tonelero y un phísico, y un sastre y todos dizque hombres de la mar.

Jueves 3 de enero

No partió oy porque anoche dizque vinieron tres de los yndios que trayýa de las yslas que se avían quedado, y dixéronle que los otros y sus mugeres vernían al salir del sol. La mar también fue algo alterada y no pudo la barca estar en tierra; determinó partir mañana mediante la gracia de Dios. Dixo que si él tuviera consigo la caravela Pinta, tuviera por çierto de llevar un tonel de oro porque osara seguir las costas destas yslas, lo que no osava hazer por ser solo, porque no le acaeçiese algún ynconveniente. Y se impidiese su buelta a Castilla y la notiçia que devía dar a los Reyes de todas las cosas que avía hallado. Y si fuera çierto que la caravela Pinta llegara a salvamento en España con aquel Martín Alonso Pinçón, dixo que no dexara de hazer lo que deseava. Pero porque no sabía de él, y porque ya que vaya podrá ynformar a los Reyes de mentiras porque no le manden dar la pena que él mereçía como a quien tanto mal avía hecho y hazía en averse ydo sin liçençia y estorvar los bienes que pudieran hazerse y saberse de aquella vez, dize el Almirante, confiava que Nuestro Señor le daría buen tiempo y se podía remediar todo.

Viernes 4 de enero

Saliendo el sol levantó las anclas con poco viento con la barca por proa el camino del norueste para salir fuera de la restringa por otra canal más ancha de la que entró. La qual y otras son muy buenas para yr por delante de la Villa de la Navidad. Y por todo aquello el más baxo fondo que halló fueron tres braças hasta nueve y estas dos van de norueste al sueste segúnd aquellas restringas eran grandes que duran desde el Cabo Sancto hasta el Cabo de Sierpe que son más de seys leguas y fuera en la mar bien tres y sobre el Cabo Sancto a una legua no ay más de ocho braças de fondo, y dentro del dicho cabo de la parte del leste ay muchos baxos y canales para entrar por ellos y toda aquella costa se corre norueste sueste y es toda playa y la tierra muy llana hasta bien quatro leguas la tierra adentro. Después ay montañas muy altas y es toda muy poblada de poblaçiones grandes y buena gente según se mostravan con los cristianos. Navegó así al leste camino de un monte muy alto que quiere pareçer ysla pero no lo es porque tiene participaçión con tierra muy baxa, el qual tiene forma de un alfaneque muy hermoso al qual puso nombre Monte Cristo. El qual está justamente al leste de el Cabo Santo y avrá diez y ocho leguas. Aquel día por ser el viento muy poco no pudo llegar al Monte Cristi con seys leguas. Halló quatro ysletas de arena muy baxas con una restringa que salía mucho al norueste y andava mucho al sueste. Dentro ay un grande golpho que va desde el dicho monte al sueste bien veynte leguas, el qual deve ser todo de poco fondo y muchos bancos. Y dentro de él en toda la costa muchos ríos no navegables aunque aquel marinero que el Almirante enbió con la canoa a saber nuevas de la Pinta dixo que vido un río en el qual podían entrar naos. Surgió por allí el Almirante seys leguas de Monte en diez y nueve braças dando la buelta a la mar por apartarse de muchos baxos y restringa[s] que por allí avía, donde estuvo aquella noche. Da el Almirante aviso que el que oviere de yr a la Villa de la Navidad que cognosciere a Monte Cristo deve meterse en la mar dos leguas, etc., pero porque ya se sabe la tierra y más por allí no se pone aquí. Concluye que Çipango estava en aquella ysla, y que ay mucho oro y espeçería y almáçiga y ruybarbo.

Sábado 5 de enero

Quando el sol quería salir dio la vela con el terral; después ventó leste, y vido que de la parte del susueste del Monte Cristo entre él y una ysleta pareçía ser buen puerto para surgir esta noche, y tomó el camino al lessueste y después al sursueste bien seys leguas açerca del Monte y halló andadas la[s] seys leguas diez y siete braças de hondo y muy limpio y anduvo así tres leguas con el mismo fondo. Después abaxó a doze braças hasta el morro del Monte, y sobre el morro del Monte a una legua halló nueve, y limpio todo, arena menuda. Siguió así el camino hasta que entró entre el Monte y la ysleta adonde halló tres braças y media de fondo con baxamar muy singular puerto adonde surgió. Fue con la barca a la ysleta donde halló huego y rastro que avían estado allí pescadores. Vido allí muchas piedras pintada[s] de colores o cantera de piedras tales de labores naturales muy hermosas dizque para edifiçios de iglesia o de otras obras reales como las que halló en la ysleta de Sant Salvador. Halló también en esta ysleta muchos pies de almáçiga. Este Monte Cristo dizque es muy hermoso y alto y andable de muy linda hechura, y toda la tierra çerca de él es baxa, muy linda campiña, y él queda así alto que viéndolo de lexos pareçe ysla que no comunique con alguna tierra. Después del dicho monte al leste vido un cabo a xxiiii millas al qual llamó Cabo del Bezerro desde el qual hasta el dicho monte passa[n] en la mar bien dos leguas unas restringas de baxos aunque le pareçió que avía entre ellas canales para poder entrar; pero conviene que sea de día, y vaya soldando con la barca primero. Desde el dicho monte al leste hazia el Cabo del Bezerro las quatro leguas es todo playa y tierra muy baxa y hermosa y lo otro es todo tierra muy alta y grandes montañas labradas y hermosas y dentro de la tierra va una sierra de nord[u]este al sueste, la más hermosa que avía visto que pareçe propria como la sierra de Córdova. Pareçen también muy lexos otras montañas muy altas hazia el sur y el sueste, y muy grandes valles y muy verdes y muy hermosos y muy muchos ríos de agua; todo esto en tanta cantidad apazible que no creyýa encareçerlo la milléssima parte. Después vido al leste del dicho monte una tierra que pareçía otro monte así como aquel de Cristo en grandeza y hermosura. Y dende a la quarta del leste al nordeste es tierra no tan alta y avría bien çien millas, o çerca.

Domingo 6 de enero

Aquel puerto es abrigado de todos los vientos salvo de norte y norueste y dize que poco reynan por aquella tierra; y aun destos se pueden guareçer detrás de la ysleta. Tiene tres hasta quatro braças. Salido el sol dio la vela por yr la costa delante, la qual toda corría al leste. Salvo que es menester dar reguardo a muchas restringas de piedra y arena que ay en la dicha costa; verdad es que dentro della ay buenos puertos y buenas entradas por sus canales. Después de mediodía ventó leste rezio, y mandó sobir a un marinero al topo del mástel para mirar los baxos, y vido venir la caravela Pinta con leste a popa, y llegó al Almirante, y porque no avía donde surgir por ser baxo bolvióse el Almirante al Monte Cristi a desandar diez leguas atrás que avía andado, y la Pinta con él. Vino Martín Alonso Pinçón a la caravela Niña donde yva el Almirante a se escusar diziendo que se avía partido de él contra su voluntad, dando razones para ello; pero el Almirante dize que eran falsas todas y que con mucha sobervia y cudiçia se avía apartado aquella noche que se apartó de él. Y que no sabía (dize el Almirante) de dónde le oviese venido las sobervias y deshonestidad que avía usado con él aquel viaje. Las quales quiso el Almirante dissimular, por no dar lugar a las malas obras de Sathanás que deseava impedir aquel viaje como hasta entonçes avía hecho. Sino que por dicho de un yndio de los que el Almirante le avía encomendado con otros que lleva en su caravela, el qual le avía dicho que en una ysla que se llamava Baneque avía mucho oro, y como tenía el navío sotil y ligero se quiso apartar y yr por sí dexando al Almirante. Pero el Almirante quísose detener y costear la ysla Joana y la Española pues todo era un camino del leste. Después que Martín Alonso fue a la ysla Baneque dizque yý no halló nada de oro, se vino a la costa de la Española, por informaçión de otros yndios que le dixeron aver en aquella ysla Española que los yndios llamavan Bohío mucha cantidad de oro y muchas minas, y por esta causa llegó çerca de la Villa de la Navidad, obra de quinze leguas y avía entonçes más de veynte días; por lo qual pareçe que fueron verdad las nuevas que los yndios davan por las quales enbió el rey Guacanagarí la canoa y el Almirante el marinero; y devía de ser yda quando la canoa llegó. Y dize aquí el Almirante que resgató la caravela mucho oro que por un cabo de agujeta le davan buenos pedaços de oro del tamaño de dos dedos y a vezes como la mano, y llevava el Martín Alonso la mitad y la otra mitad se repartía por la gente. Añide el Almirante diziendo a los Reyes: Así que, Señores Príncipes, que yo cognozco que milagrosamente mandó quedar allí aquella nao Nuestro Señor, porque es el mejor lugar de toda la ysla para hazer el assiento y más açerca de las minas de oro. También dizque supo que detrás de la ysla Joana de la parte del sur ay otra ysla grande en que ay muy mayor cantidad de oro que en ésta en tanto grado que cogían los pedaços mayores que havas y en la ysla Española se cogían los pedaços de oro de las minas como granos de trigo. Llamávase dizque aquella ysla Yamaye. También dizque supo el Almirante que allí hazia el leste avía una ysla adonde no avía sino solas mugeres, y esto dizque de muchas personas lo sabía. Y que aquella ysla Española o la otra ysla Y[a]maye estava çerca de tierra firme diez jornadas de canoa que podía ser sesenta o setenta leguas y que era la gente vestida allí.

Lunes 7 de enero

Este día hizo tomar una agua que hazía la caravela; calafetalla; y fueron los marineros en tierra a traer leña y dizque hallaron muchos almáçigos y lignáloe.

Martes 8 de enero

Por el viento leste y sueste mucho que ventava no partió este día; por lo qual mandó que se guarneçiese la caravela de agua y leña y de todo lo nesçessario para todo el viaje. Porque aunque tenía voluntad de costear toda la costa de aquella Española que andando al camino pudiese; pero porque los que puso en las caravelas por capitanes que eran hermanos, conviene a saber Martín Alonso Pinçón y Viceynte Anes, y otros que les seguían con sobervia y cudiçia estimando que todo era ya suyo, no mirando la honrra que el Almirante les avía hecho y dado, no avían obedeçido ni obedeçían sus mandamientos, antes hazían y dezían muchas cosas no devidas contra él, y el Martín Alonso lo dexó desde 21 de noviembre hasta seys de enero sin causa ni razón sino por su desobediençia; todo lo qual el Almirante avía çufrido y callado por dar buen fin a su viaje; así que por salir de tan mala compañía con los quales dize que cunplía dissimular aunque gente desmandada y aunque tenía dizque consigo muchos hombres de bien, pero no era tiempo de entender en castigo, acordó bolverse y no parar más, con la mayor priesa que le fuese possible. Entró en la barca y fue al río que es allí junto, hazia el sursueste del Monte Cristo una grande legua donde yvan los marineros a tomar agua para el navío, y halló que el arena de la boca del río el qual es muy grande y hondo era dizque toda llena de oro y en tanto grado que era maravilla puesto que era muy menudo. Creyýa el Almirante que por venir por aquel río abaxo se desmenuzava por el camino. Puesto que dize que en poco espacio halló muchos granos tan grandes como lantejas; mas de lo menudito dize que avía mucha cantidad. Y porque la mar era llena y entrava la agua salada con la dulce, mandó subir con la barca el río arriba un tiro de piedra: hincheron los barriles desde la barca, y bolviéndose a la caravela hallavan metidos por los aros de los barriles pedaçitos de oro y lo mismo en los aros de la pipa. Puso por nombre el Almirante al río, el Río del Oro. El qual de dentro passada la entrada muy hondo aunque la entrada es baxa y la boca muy ancha y de él a la Villa de la Navidad diez y siete leguas. Entremedias ay otros muchos ríos grandes, en especial tres, los quales creyýa que devían tener mucho más oro que aquél porque son más grandes, puesto que éste es quasi tan grande como Guadalquivir por Córdova; y dellos a las minas de oro no ay veynte leguas. Dize más el Almirante que no quiso tomar de la dicha arena que tenía tanto oro, pues sus Altezas lo tenía[n] todo en casa y a la puerta de su Villa de la Navidad, sino venirse a más andar, por llevalles las nuevas; y por quitarse de la mala compañía que tenía y que siempre avía dicho que era gente desmandada.

Miércoles 9 de enero

A medianoche levantó las velas con el viento sueste y navegó al lesnordeste. Llegó a una punta que llamó Punta Roxa que está justamente al leste del Monte Cristo sesenta millas y al abrigo della surgió a la tarde, que serían tres oras antes que anocheçiese. No osó salir de allí de noche porque avía muchas restringas, hasta que se sepan, porque después serán provechosas si tienen como deven tener canales y tienen mucho fondo y buen surgidero seguro de todos vientos. Estas tierras desde Monte Cristo hasta allí donde surgió son tierras altas y llanas y muy lindas campiñas y a las espaldas muy hermosos montes que van de leste a güeste y son todos labrados y verdes que es cosa de maravilla ver su hermosura y tienen muchas riberas de agua. En toda esta tierra ay muchas tortugas de las quales tomaron los marineros en el Monte Cristi que venían a desovar en tierra, y eran muy grandes como una grande tablachina. El día passado quando el Almirante yva al Río del Oro, dixo que vido tres serenas que salieron bien alto de la mar pero no eran tan hermosas como las pintan, que en alguna manera tenían forma de hombre en la cara. Dixo que otras vezes vido algunas en Guinea en la costa de la Manegueta. Dize que esta noche con el nombre de Nuestro Señor partiría a su viaje sin más detenerse en cosa alguna, pues avía hallado lo que buscava porque no quiere más enojo con aquel Martín Alonso hasta que Sus Altezas supiesen las nuevas de su viaje y de lo que a hecho. Y después no çufriré (dize él) hechos de malas personas y de poca virtud. Las quales contra quien les dio aquella honrra presumen hazer su voluntad con poco acatamiento.

Jueves 10 de enero

Partióse de donde avía surgido y al sol puesto llegó a un río al qual puso nombre Río de Graçia; está de la parte del sueste tres leguas. Surgió a la boca que es buen surgidero a la parte del leste; para entrar dentro tiene un banco que no tiene sino dos braças de agua y muy angosto; dentro es buen puerto çerrado sino que tiene mucha bruma. Y della yva la caravela Pinta donde yva Martín Alonso muy maltratada, porque dizque estuvo allí resgatando diez y seys días donde resgataron mucho oro que era lo que deseava Martín Alonso. El qual después que supo de los yndios que el Almirante estava en la costa de la misma ysla Española y que no lo podía errar, se vino para él. Y dizque quisiera que toda la gente del navío jurara que no avían estado allí sino seys días. Mas dizque era cosa tan pública su maldad que no [se] podía encobrir. El qual (dize el Almirante) tenía hechas leyes que fuese para él la mitad del oro que se resgatase o se oviese. Y quando ovo de partirse de allí, tomó quatro hombres yndios y dos moços por fuerça. A los quales el Almirante mandó dar de vestir y tornar en tierra que se fuesen a sus casas. Lo qual (dize) es servicio de Vuestras Altezas, porque hombres y mugeres son todos de Vuestras Altezas así desta ysla en especial como de las otras. Mas aquí donde tiene[n] ya asiento Vuestras Altezas se deve hazer ho[n]rra y favor a los pueblos pues que en esta ysla ay tanto oro y buenas tierra y espeçería.

Viernes 11 de enero

A medianoche salió del Río de Graçia con el terral; navegó al leste hasta un cabo que llamó Belprado quatro leguas y de allí al sueste está el monte a quien puso Monte de Plata y dize que ay ocho leguas. De allí del Cabo de Belprado al leste quarta del sueste está el cabo que dixo del Aýngel y ay diez y ocho leguas; y deste cabo al Monte de Plata ay un golfo y tierras las mejores y más lindas del mundo todas campiñas altas y hermosas que van mucho la tierra dentro; y después ay una sierra que va de leste a güeste muy grande y muy hermosa y al pie del monte ay un puerto muy bueno y en la entrada tiene quatorze braças. Y este monte es muy alto y hermoso, y todo esto es poblado mucho. Y creyýa el Almirante devía aver buenos ríos y mucho oro. Del Cabo del Aýngel al leste quarta del sueste ay quatro leguas a una punta que puso del Hierro y al mismo camino, quatro leguas, está una punta que llamó la Punta Seca. Y de allí al mismo camino a seys leguas está el cabo que dixo Redondo; y de allí al leste está el Cabo Françés, y en este cabo de la parte del leste ay una angla grande mas no le pareçió aver surgidero. De allí una legua está el Cabo del Buen Tiempo; de éste al sur quarta del sueste ay un cabo que llamó Tajado, una grande legua. De éste hazia el sur vido otro cabo y pareçióle que avría quinze leguas. Oy hizo gran camino por[que] el viento y las corrientes yvan con él. No osó surgir por miedo de los baxos y así estuvo a la corda toda la noche.

Sábado 12 de enero

Al quarto del alva navegó al leste con viento fresco y anduvo así hasta el día y en este tiempo veynte millas y en dos oras después andaría veynte y quatro millas. De allí vido al sur tierra y fue hazia ella y estaría della 48 millas y dize que dado reguardo al navío andaría esta noche 28 millas al nornordeste. Quando vido la tierra llamó a un cabo que vido el Cabo de Padre y Hijo porque a la punta de la parte del leste tiene dos farallones, mayor el uno que el otro. Después al leste dos leguas vido una grande abra y muy hermosa entre dos grandes montañas, y vido que era grandíssimo puerto bueno y de muy buena entrada; pero por ser muy de mañana y no perder camino, porque por la mayor parte del tiempo haze por allí lestes y entonces le lleva nornorueste, no quiso detenerse más. Siguió su camino al leste hasta un cabo muy alto y muy hermoso y todo de piedra tajado a quien puso por nombre Cabo del Enamorado el qual estava al leste de aquel puerto a quien llamó Puerto Sacro 32 millas. Y en llegando a él descubrió otro muy más hermoso y más alto y redondo de peña todo así como el Cabo de Sant Viçeynte en Portugal y estava del Enamorado al leste 12 millas. Después que allegó a emparejarse con el del Enamorado vido, entremedias de él y de otro, vido que se hazía una grandíssima bayýa que tiene de anchor tres leguas y en medio della está una ysleta pequeñuela, el fondo es mucho a la entrada hasta tierra. Surgió allí en doze braças; enbió la barca en tierra por agua y por ver si avían lengua; pero la gente toda huyó. Surgió también por ver si toda era aquella una tierra con la Española; y lo que dixo ser golpho sospechava no fuese otra ysla por sí. Quedava espantado de ser tan grande la ysla Española.

Domingo 13 de enero

No salió deste puerto por no hazer terral con que saliese; quisiera salir por yr a otro mejor puerto porque aquél era algo descubierto, y porque quería ver en qué parava la conjunçión de la luna con el sol que esperava a 17 deste mes y la opposiçión della con Júpiter y conjunçión con Mercurio y el Sol en oppósito con Júpiter, que es causa de grandes vientos. Enbió la barca a tierra en una hermosa playa para que tomasen de los ajes para comer, y hallaron çiertos hombres con arcos y flechas con los quales se pararon a hablar y les compraron dos arcos y muchas flechas y rogaron a uno dellos que fuese a hablar al Almirante a la caravela y vino, el qual dizque era muy disforme en el acatadura más que otros que oviese visto. Tenía el rostro todo tyznado de carbón, puesto que en todas partes acostumbran de se teñir de diversas colores. Trayýa todos los cabellos muy largos y encogidos y atados atrás, y después puestos en una redezilla de plumas de papagayos y él así desnudo como los otros. Juzgó el Almirante que devía de ser de los caribes que comen los hombres, y que aquel golfo que ayer avía visto, que hazía apartamiento de tierra y que sería ysla por sí. Preguntóle por los caribes y señalóle al leste çerca de allí la qual dizque ayer vio el Almirante antes que entrase en aquella bayýa, y díxole el yndio que en ella avía muy mucho oro, señalándole la popa de la caravela que era bien grande y que pedaços avía tan grandes. Llamava al oro tuob y no entendía por caona como le llaman en la primera parte de la ysla, ni por noçay como lo nombravan en San Salvador y en las otras yslas. Al alambre, o a un oro baxo llaman en la Española tuob. De la ysla de Matinino dixo aquel yndio que era toda poblada de mugeres sin hombres y que en ella ay muy mucho tuob que es oro o alambre y que es más al leste de Carib. También dixo de la ysla de Goanin adonde ay mucho tuob. Destas yslas dize el Almirante que avía por muchas personas días avía notiçia. Dize más el Almirante que en las yslas passadas estavan con gran temor de Carib y en algunas le llamavan Caniba, pero en la Española Carib, y que deve de ser gente arriscada, pues andan por todas estas yslas y comen la gente que pueden aver. Dize que entendía algunas palabras, y por ellas dizque saca otras cosas, y que los yndios que consigo trayýa entendían más puesto que fallava differençia de lenguas por la gran distançia de las tierras. Mandó dar al yndio de comer, y diole pedaços de paño verde y colorado y cuentezuelas de vidro a que ellos son muy affiçionados, y tornóle a embiar a tierra, y díxole que truxese oro si lo avía lo qual creyýa por algunas cositas suyas que él trayýa. En llegando la barca a tierra, estavan detrás los árboles bien çinquenta y çinco hombres desnudos con los cabellos muy largos así como las mugeres los traen en Castilla. Detrás de la cabeça trayýan penachos de plumas de papagayos y de otras aves y cada uno trayýa su arco. Desçendió el yndio en tierra y hizo que los otros dexasen sus arcos y flechas y un pedaço de palo que es como un *** muy pesado que traen en lugar de espada. Los quales después se llegaron a la barca y la gente de la barca salió a tierra y començáronles a comprar los arcos y flechas y las otras armas porque el Almirante así lo tenía ordenado. Vendidos dos arcos no quisieron dar más; antes se aparejaron de arremeter a los cristianos y prendellos. Fueron corriendo a tomar sus arcos y flechas donde los tenían apartados, y tornaron con cuerdas en las manos para dizque atar los cristianos. Viéndolos venir corriendo a ellos, estando los cristianos apercebidos, porque siempre los avisava desto el Almirante, arremetieron los cristianos a ellos, y dieron a un yndio una gran cuchillada en las nalgas y a otro por los pechos hirieron con una saetada lo qual visto que podían ganar poco aunque no eran los cristianos sino siete y ellos çinquenta y tantos, dieron a huyr que no quedó ninguno, dexando uno aquí las flechas y otro allí los arcos. Mataran dizque los cristianos muchos dellos, si el piloto que yva por capitán dellos no lo estorvara. Bolviéronse luego a la caravela los cristianos con su barca, y sabido por el Almirante dixo que por una parte le avía plazido y por otra no, porque ayan miedo a los cristianos, porque sin duda (dize él) la gente de allí es dizque de mal hazer y que creyýa que eran los de Carib, y que comiesen los hombres, y porque viniendo por allí la barca que dexó a los xxxix hombres en la fortaleza y Villa de la Navidad, tengan miedo de hazerles algún mal. Y que si no son de los caribes al menos deven ser fronteros y de las mismas costumbres, y gente sin miedo, no como los otros de las otras yslas que son cobardes y sin armas fuera de razón. Todo esto dize el Almirante y que querría tomar algunos dellos. Dizque hazían muchas ahumadas como acostumbrava[n] en aquella ysla Española.

Lunes 14 de enero

Quisiera enbiar esta noche a buscar las casas de aquellos yndios por tomar algunos dellos, creyendo que eran caribes, y por el mucho leste y nordeste y mucha ola que hizo en la mar; pero ya de día vieron mucha gente de yndios en tierra, por lo qual mandó el Almirante yr allá la barca con gente bien adereçada. Los quales luego vinieron todos a la popa de la barca, y especialmente el yndio que el día antes avía venido a la caravela y el Almirante le avía dado las cosillas de resgate. Con este dizque venía un rey el qual avía dado al yndio dicho unas cuentas que diese a los de la barca en señal de seguro y de paz. Este rey con tres de los suyos entraron en la barca y viniero[n] a la caravela. Mandóles el Almirante dar de comer vizcocho y miel, y diole un bonete colorado y cuentas y un pedaço de paño colorado, y a los otros también pedaços de paño el qual dixo que traería mañana una carátula de oro afirmando que allí avía mucho, y en Carib y en Matinino. Después los enbió a tierra bien contentos. Dize más el Almirante que le hazían agua mucha las caravelas por la quilla y quéxase mucho de los calafates que en Palos las calafatearon muy mal y que quando vieron que el Almirante avía entendido el defecto de su obra y los quisiera constreñir a que la emendaran, huyeron. Pero no obstante la mucha agua que las caravelas hazían, confía en Nuestro Señor que lo truxo, lo tornara por su piedad y misericordia que bien sabía su Alta Magestad quánta controversia tuvo primero antes que se pudiese expedir de Castilla, que ningún otro fue en su favor sino Él porque Él sabía su coraçón y después de Dios Sus Altezas, y todo lo demás le avía sido contrario sin razón alguna. Y dize más así: Y an seyýdo causa que la corona real de Vuestras Altezas no tenga çient cuentos de renta más de la que tiene después que yo vine a les servir que son siete años agora a veynte días de henero este mismo mes y más lo que acreçentado sería de aquí en adelante. Mas aquel poderoso Dios remediará todo. Estas son sus palabras.

Martes 15 de enero

Dize que se quiere partir porque ya no aprovecha nada detenerse por aver passado aquellos desconciertos; deve dezir del escándalo de los yndios. Dize también que oy a sabido que toda la fuerça del oro estava en la comarca de la Villa de la Navidad de Sus Altezas y que en la ysla de Carib avía mucho alambre y en Matinino puesto que será dificultoso en Carib porque aquella gente dizque come carne humana; y que de allí se parecía la ysla dellos y que tenía determinado de yr a ella, pues está en el camino y a la de Matinino que dizque era poblada toda de mugeres, sin hombres, y ver la una y la otra y tomar dizque algunos dellos. Embió el Almirante la barca a tierra, y el rey de aquella tierra no avía venido porque dizque la poblaçión estava lexos; mas enbió su corona de oro como avía prometido. Y vinieron otros muchos hombres con algodón y con pan y ajes todos con sus arcos y flechas. Después que todo lo ovieron resgatado, vinieron dizque quatro mancebos a la caravela, y pareçiéronle al Almirante dar tan buena cuenta de todas aquellas yslas que estavan hazia el leste en el mismo camino que el Almirante avía de llevar, que determinó de traer a Castilla consigo. Allí dizque no tenían hierro ni otro metal que se oviese visto, aunque en pocos días no se puede saber de una tierra mucho, así por la dificultad de la lengua que no entendía el Almirante sino por discreçión, como porque ellos no saben lo que él pretendía en pocos días. Los arcos de aquella gente dizque eran tan grandes como los de Françia e Inglaterra; las flechas son proprias como las azagayas de las otras gentes que hasta allí avía visto, que son de los pinpollos de las cañas, quando son simiente, que quedan muy derechas y de longura de una vara y media y de dos, y después ponen al cabo un pedaço de palo agudo de un palmo y medio y ençima deste palillo algunos le inxieren un diente de pescado, y algunos y los más le pone[n] allí yerva, y no tyran como en otras partes, salvo por una çierta manera que no pueden mucho offender. Allí avía muy mucho algodón y muy fino y luengo y ay muchas almáçigas, y pareçíale que los arcos eran de texo y que ay oro y cobre. También hay mucho axí que es su pimienta, della que vale más que pimienta y toda la gente no come sin ella que la halla muy sana; puédense cargar çinquenta caravelas cada año en aquella Española. Dize que halló mucha yerva en aquella bayýa de la que hallavan en el golpho quando venía al descubrimiento, por lo qual creyýa que avía yslas al leste hasta en derecho de donde las començó a hallar; porque tiene por çierto que aquella yerva nasce en poco fondo junto a tierra. Y dize que si así es, muy çerca estavan estas yndias de las yslas de Canaria, y por esta razón creyýa que distavan menos de quatrocientas leguas.

Miércoles 16 de enero

Partió antes del día tres oras del golfo que llamó el Golfo de las Flechas con viento de la tierra; después con viento güeste llevando la proa al leste quarta del nordeste para yr dizque a la ysla de Carib donde estava la gente a quien todas aquellas yslas y tierras tanto miedo tenían, porque dizque con sus canoas sin número andavan todas aquellas mares y dizque comían los hombres que pueden aver. La derrota dizque le avía[n] mostrado unos yndios de aquellos quatro que tomó ayer en el Puerto de las Flechas. Después de aver andado a su pareçer 64 millas señaláronle los yndios quedaría la dicha ysla al sueste; quiso llevar aquel camino y mandó templar las velas, y después de aver andado dos leguas, refrescó el viento muy bueno para yr a España. Notó en la gente que començó a entristeçerse por desviarse del camino derecho por la mucha agua que hazían ambas caravelas y no tenían algún remedio salvo el de Dios. Ovo de dexar el camino que creyýa que lleva de la ysla, y bolvió al derecho de España, nordeste quarta del leste, y anduvo así hasta el sol puesto 48 millas, que son doze leguas. Dixéronle los yndios que por aquella vía hallaría la ysla de Matinino que dizque era poblada de mugeres sin hombres, lo qual el Almirante mucho quisiera [ver] por llevar dizque a los Reyes çinco o seys dellas; pero dudava que los yndios supiesen bien la derrota, y él no se podía detener por el peligro del agua que cogían las caravelas; mas dizque era çierto que las avía, y que a çierto tiempo del año venían los hombres a ellas de la dicha ysla de Carib que dizque estava dellas diez o doze leguas, y si parían niño enbiávanlo a la ysla de los hombres, y si niña, dexávanla consigo. Dize el Almirante que aquellas dos yslas no devían distar de donde avía partido xv o xx leguas y creyýa que eran al sueste y que los yndios no le supieron señalar la derrota. Después de perder de vista el cabo que nombró de Sant Theramo de la ysla Española, que le quedava al güeste diez y seys leguas, anduvo doze leguas al leste quarta del nordeste. Llevava muy buen tiempo.

Jueves 17 de enero

Ayer al poner del sol calmóle algo el viento; andaría 14 ampolletas que tenía cada una media ora o poco menos hasta el rendir del primer quarto, y andaría quatro millas por ora que son 28 millas. Después refrescó el viento y anduvo así todo aquel quarto que fueron diez ampolletas y después otras seys hasta salido el sol ocho millas por ora y así andaría por todas ochenta y quatro millas que son 21 leguas al nordeste quarta del leste, y hasta el sol puesto andaría unas quarenta y quatro millas que son onze leguas al leste. Aquí vino un alcatraz a la caravela, y después otro, y vido mucha yerva de la que está en la mar.

Viernes 18 de enero

Navegó con poco viento esta noche al leste quarta del sueste quarenta millas que son 10 leguas y después al sueste quarta del leste 30 millas que son 7 leguas y media hasta salido el sol. Después de salido [el] sol navegó todo el día con poco viento lesnordeste y nordeste y con leste más y menos puesta la proa a vezes al norte y a vezes a la quarta del nordeste y al nornordeste; y así contando lo uno y lo otro creyó que andaría sesenta millas que son 15 leguas. Pareçió poca yerva en la mar pero dize que ayer y oy pareçió la mar quajada de atunes y creyó el Almirante que de allí devían de yr a las almadravas del Duque de Conil y de Cáliz. Por un pescado que se llama rabiforcado que anduvo alrededor de la caravela y después se fue la vía del sursueste creyó el Almirante que avía por allí algunas yslas. Y al lessueste de la ysla Española dixo que quedava la ysla de Carib y la de Matinino y otras muchas.

Sábado 19 de enero

Anduvo esta noche çinquenta y seys millas al norte quarta del nordeste y 64 al nordeste quarta del norte. Después del sol salido navegó al nordeste con el viento lessueste con viento fresco y después a la quarta del norte, y andaría 84 millas que son veynte y una leguas. Vido la mar quajada de atunes pequeños; ovo alcatrazes, rabos de juncos, y rabiforcados.

Domingo 20 de enero

Calmó el viento esta noche y a rratos ventava unos balços de viento y andaría por todo veynte millas al nordeste. Después del sol salido andaría onze millas al sueste, después al nornordeste 36 millas que son nueve leguas. Vido infinitos atunes pequeños; los ayres dizque muy suaves y dulçes, como en Sevilla por abril o mayo, y la mar, dize, a Dios sean dadas muchas gracias, siempre muy llana. Rabiforcados y pardelas y otras aves muchas pareçieron.

Lunes 21 de enero

Ayer después del sol puesto navegó al norte quarta del nordeste con el viento leste y nordeste; andaría 8 millas por ora hasta media noche que serían çinquenta y seys millas. Después anduvo al nornordeste 8 millas por ora, y así serían en toda la noche çiento y quatro millas que son xxvi leguas a la quarta del norte de la parte del nordeste. Después del sol salido navegó al nornordeste con el mismo viento leste y a vezes a la quarta del nordeste, y andaría 88 millas en onze oras que tenía el día que son 21 leguas sacada una que perdió porque arribó sobre la caravela Pinta por hablalle. Hallava los ayres más fríos y pensava dizque hallarlos más cada día quanto más se llegase al norte, y también por las noches ser más grandes por el angostura de la esp[h]era. Pareçieron muchos rabos de juncos y pardelas y otras aves pero no tantos peçes dizque por ser el agua más fría; vido mucha yerva.

Martes 22 de enero

Ayer después del sol puesto navegó al nornordeste con viento leste y tomava del sueste; andava 8 millas por ora hasta passadas çinco ampolletas y tres de antes que se començase la guardia que eran ocho ampolletas. Y así avría andado setenta y dos millas que son diez [y] ocho leguas. Después anduvo a la quarta del nordeste al norte seys ampolletas que serían otras 18 millas. Después quatro ampolletas de la segunda guarda al nordeste seys millas por ora que son tres leguas al nordeste. Después hasta el salir del sol anduvo al lesnordeste onze ampolletas seys leguas por ora que son siete leguas. Después al lesnordeste hasta las onze oras del día 32 millas. Y así calmó el viento y no anduvo más en aquel día. Nadaron los yndios, vieron rabos de juncos y mucha yerva.

Miércoles 23 de enero

Esta noche tuvo muchos mudamientos en los vientos; tanteado todo y dados los reguardos que los marineros buenos suelen y deven dar, dize que andaría esta noche al nordeste quarta del norte 84 millas que son 21 leguas. Esperava muchas vezes a la caravela Pinta porque andava mal de la bolina porque se ayudava poco de la mezana por el mástel no ser bueno. Y dize que si el capitán della, que [era] Martín Alonso Pinçón, tuviera tanto cuydado de proveerse de un buen mástel en las yndias donde tantos y tales avía, como fue cudiçioso de se apartar de él pensando de hinchir el navío de oro, él lo pusiera bueno. Pareçieron muchos rabos de juncos, y mucha yerva; el çielo todo turbado estos días pero no avía llovido y la mar siempre muy llana como en un río a Dios sean dadas muchas gracias. Después del sol salido andaría al nordeste franco çierta parte del día 30 millas que son siete leguas y media, y después lo demás anduvo al lesnordeste otras treynta millas que son siete leguas y media.

Jueves 24 de enero

Andaría esta noche toda, consideradas muchas mudanças que hizo el viento, al nordeste 44 millas que fueron onze leguas. Después de salido el sol hasta puesto andaría al lesnordeste quatorze leguas.

Viernes 25

Navegó esta noche al lesnordeste un pedaço de la noche que fueron treze ampolletas nueve leguas y media; después anduvo al nornordeste otras seys millas. Salido el sol todo el día, porque calmó el viento, andaría al lesnordeste 28 millas que son 7 leguas. Mataron los marineros una tonina y un grandíssimo tiburón, y dizque lo avían bien menester porque no trayýan ya de comer sino pan y vino y ajes de las yndias.

Sábado 26 de enero

Esta noche anduvo al leste quarta del sueste 56 millas que son quatorze leguas. Después del sol salido navegó a las vezes al lessueste y a las vezes al sueste; andaría hasta las onze oras del día quarenta millas. Después hizo otro bordo y después anduvo a la relinga y hasta la noche anduvo hazia el norte 24 millas que son seys leguas.

Domingo 27 de enero

Ayer después del sol puesto anduvo al nordeste y al norte y al norte quarta del nordeste y andaría çinco millas por ora y en treze oras serían 65 millas que son 16 leguas y media. Después del sol salido anduvo hazia el nordeste 24 millas que son seys leguas hasta mediodía y de allí hasta el sol puesto andaría tres leguas al lesnordeste.

Lunes 28 de enero

Esta noche toda navegó al lesnordeste; andaría 36 millas que son 9 leguas. Después del sol salido anduvo hasta el sol puesto al lesnordeste 20 millas que son çinco leguas. Los ayres halló templados y dulçes; vido rabos de juncos y pardelas, y mucha yerva.

Martes 29 de enero

Navegó al lesnordeste y andaría en la noche con sur y sudueste 39 millas que son 9 leguas y media. En todo el día andaría 8 leguas. Los ayres muy templados como en abril en Castilla, la mar muy llana. Peçes que llaman dorados vinieron a bordo.

Miércoles 30 de enero

En toda esta noche andaría 7 leguas al lesnordeste. De día corrió al sur quarta al sueste treze leguas y media. Vido rabos de juncos y mucha yerva y muchas toninas.

Jueves 31 de enero

Navegó esta noche al norte quarta del nordeste treynta millas, y después al nordeste treynta y çinco millas que son diez y seys leguas. Salido el sol hasta la noche anduvo al lesnordeste 13 leguas y media. Vieron rabo de junco y pardelas.

Viernes 1o de hebrero

Anduvo esta noche al lesnordeste 16 leguas y media. El día corrió al mismo camino 29 leguas y un quarto. La mar muy llana a Dios gracias.

Sábado 2 de hebrero

Anduvo esta noche al lesnordeste quarenta millas que son 10 leguas. De día con el mismo viento a popa corrió 7 millas por ora por manera que en onze oras anduvo 77 millas que son 19 leguas y quarta. La mar muy llana gracias a Dios y los ayres muy dulçes. Vieron tan quajada la mar de yerva que si no la ovieran visto temieran ser baxos. Pardelas vieron.

Domingo 3 de hebrero

Esta noche yendo a popa con la mar muy llana a Dios gracias andaría 29 leguas. Parecióle la estrella del norte muy alta como en el Cabo de Sant Viçeynte. No pudo tomar el altura con el astrolabio ni quadrante porque la ola no le dio lugar. El día navegó al lesnordeste su camino y andaría diez millas por ora y así en onze oras 27 leguas.

Lunes 4 de hebrero

Esta noche navegó al leste quarta del nordeste; parte anduvo 12 millas por ora y parte diez y así andaría 130 millas que son 32 leguas y media. Tuvo el çielo muy turbado y llovioso y hizo algún frío por lo qual dizque cognoscía que no avía llegado a las yslas de los Açores. Después del sol levantado mudó el camino y fue al leste. Anduvo en todo el día 77 millas que son 19 leguas y quarta.

Martes 5 de hebrero

Esta noche navegó al leste; andaría toda ella 54 millas que son quatorze leguas menos media. El día corrió 10 millas por ora y así en onze oras fueron 110 millas que son 27 leguas y media. Vieron pardelas y unos palillos que era señal que estavan çerca de tierra.

Miércoles 6 de hebrero

Navegó esta noche al leste; andaría onze millas por ora. En treze oras de la noche andaría 143 millas que son 35 leguas y quarta. Vieron mucha[s] aves y pardelas. El día corrió 14 millas por ora y así anduvo aquel día 154 millas que son 38 leguas y media. De manera que fueron entre día y noche 74 leguas poco más o menos. Viceynte Anes [halló] que oy por la mañana le quedava la ysla de Flores al norte, y la de la Madera al leste. Roldán dixo que la ysla del Fayal o la de Sant Gregorio le quedava al nornordeste y el Puerto Sancto al leste. Pareció mucha yerva.

Jueves 7 de hebrero

Navegó esta noche al leste; andaría 10 millas por ora y así en treze oras 130 millas que son 32 leguas y media. El día, ocho millas por ora, en onze oras, 88 millas que son 22 leguas. En esta mañana estava el Almirante al sur de la ysla de Flores 75 leguas y el piloto Pero Alonso yendo al norte passava entre la Terçera y la de Sancta María, y a[l] leste passava de barlovento de la ysla de la Madera doze leguas de la parte del norte. Vieron los ma[rineros] yerva de otra manera de la passada de la que ay mucha en las yslas de los Açores. Después se vido de la passada.

Viernes 8 de hebrero

Anduvo esta noche tres millas por ora al leste por un rato y después caminó a la quarta del sueste; anduvo toda la noche 12 leguas. Salido el sol hasta mediodía corrió 27 millas; después hasta el sol puesto otras tantas que son treze leguas al sursueste.

Sábado 9 de hebrero

Un rato desta noche andaría tres leguas al sursueste y después al sur quarta del sueste; después al nordeste hasta las diez oras del día otras çinco leguas; y después hasta la noche anduvo 9 leguas al leste.

Domingo 10 de hebrero

Después del sol puesto navegó al leste toda la noche 130 millas que son 32 leguas y media. Al sol salido hasta la noche anduvo 9 millas por ora y así anduvo en onze oras 99 millas que son 24 leguas y media y una quarta.

En la caravela del Almirante carteavan o echavan punto Viçeynte Yanes y los dos pilotos Sancho Royýz y Pero Alonso Niño y Rondán, y todos ellos passavan mucho adelante de las yslas de los Açores al leste por sus cartas y navegando al norte ninguno tomara la ysla de Sancta María que es la postrera de todas las de los Açores; antes serían delante con çinco leguas e fueran en la comarca de la ysla de la Madera o en el Puerto Sancto. Pero el Almirante se hallava muy desviado de su camino hallándose mucho más atrás que ellos. Porque esta noche le quedavan la ysla de Flores al norte y al leste yva en demanda a Nafe en Africa y pasava a barlovento de la ysla de la Madera de la parte del norte *** leguas. Así que ellos estavan más çerca de Castilla que el Almirante con 150 leguas. Dize que mediante la gracia de Dios desque vean tierra se sabrá quién andava más çierto. Dize aquí también que primero anduvo 263 leguas de la ysla del Hierro a la venida que viese la primera yerva, etc.

Lunes 11 de hebrero

Anduvo esta noche doze millas por ora a su camino y así en toda ella contó 39 leguas, y en todo el día corrió 16 leguas y media. Vido muchas aves de donde creyó estar çerca de tierra.

Martes 12 de hebrero

Navegó al leste seys millas por ora esta noche y andaría hasta el día 73 millas que son 18 leguas y un quarto. Aquí començó a tener grande mar y tormenta y si no fuera la caravela dizque muy buena y bien adereçada temiera perderse. El día correría onze o doze leguas con mucho trabajo y peligro.

Miércoles 13 de hebrero

Después del sol puesto hasta el día tuvo gran trabajo del viento y de la mar muy alta y tormenta; relampagueó hazia el nornordeste tres vezes; dixo ser señal de gran tempestad que avía de venir de aquella parte, o de su contrario. Anduvo a árbol seco lo más de la noche; después dio una poca de vela y andaría 52 millas que son treze leguas. En este día blandeó un poco el viento; pero luego creçió, y la mar se hizo terrible y cruzavan las olas que atormentavan los navíos. Andaría 55 millas que son treze leguas y media.

Jueves 14 de hebrero

Esta noche creció el viento y las olas eran espantables, contraria una de otra, que cruzavan y enbaraçavan el navío que no podía passar adelante ni salir de entremedias dellas y quebravan en él. Llevava el papahígo muy baxo para que solamente lo sacase algo de las ondas; andaría así tres oras y correría 20 millas. Creçía mucho la mar y el viento, y viendo el peligro grande, començó a correr a popa donde el viento le llevase, porque no avía otro remedio. Entonçes començó a correr también la caravela Pinta en que yva Martín Alonso y desapareçió aunque toda la noche hizo faroles el Almirante y el otro le respondía hasta que parez que no pudo más por la fuerça de la tormenta y porque se hallava muy fuera del camino del Almirante. Anduvo el Almirante esta noche al nordeste quarta del leste 54 millas que son 13 leguas. Salido el sol fue mayor el viento y la mar cruzando más terrible; llevava el papahígo solo y baxo para que el navío saliese de entre las ondas que cruzavan porque no lo hundiesen. Andava el camino del lesnordeste y después a la quarta hasta el nordeste; andaría seys oras así y en ellas 7 leguas y media.

Él ordenó que se echase un romero que fuese a Sancta María de Guadalupe y llevase un cirio de çinco libras de çera y que hiziesen voto todos que al que cayesse la suerte cumpliese la romería. Para lo qual mandó traer tantos garvanços quantas personas en el navío venían y señalar uno con un cuchillo haziendo una cruz y metellos en un bonete bien rebueltos. El primero que metió la mano fue el Almirante y sacó el garbanço de la cruz y así cayó sobre él la suerte y desde luego se tuvo por romero y deudor de yr a complir el voto. Echóse otra vez la suerte para enbiar romero a Santa María de Loreto que está en la marca de Ancona tierra del Papa que es casa donde Nuestra Señora a hecho y haze muchos y grandes milagros y cayó la suerte a un marinero del Puerto de Sancta María que se llamava Pedro de Villa, y el Almirante le prometió de le dar dineros para las costas. Otro romero acordó que se enbiase a que velase una noche en Sancta Clara de Moguer y hiziese dezir una missa para lo qual se tornaron a echar los garvanços con el de la cruz, y cayó la suerte al mismo Almirante. Después desto el Almirante y toda la gente hizieron voto de en llegando a la primera tierra yr todos en camissa en proçessión a hazer oraçión en una iglesia que fuese de la invocaçión de Nuestra Señora.

Allende los votos generales, o comunes, cada uno hazía en espeçial su voto porque ninguno pensava escapar, teniéndose todos por perdidos según la terrible tormenta que padeçían. Ayudava a acrecentar el peligro que venía el navío con falta de lastre por averse alivianado la carga siendo ya comidos los bastimentos y el agua y vino bevido. Lo qual por cudiçia del próspero tiempo que entre las yslas tuvieron no proveyó el Almirante, teniendo propósito de lo mandar lastrar en la ysla de las mugeres adonde lleva propósito de yr. El remedio que para esta neçessidad tuvo fue quando hazerlo pudieron henchir las pipas que tenían vazías de agua y vino, de agua de la mar y con esto en ella se remediaron.

Escrive aquí el Almirante las causas que le ponían temor de que allí Nuestro Señor no quisiese que pereciese y otras que le davan esperança de que Dios lo avía de llevar en salvamento para que tales nuevas como llevava a los Reyes no pereçiesen. Pareçíale que el deseo grande que tenía de llevar estas nuevas tan grandes y mostrar que avía salido verdadero en lo que avía dicho y proferídose a descubrir, le ponía grandíssimo miedo de no lo conseguir y que cada mosquito dizque le podía perturbar e impedir. Atribúyelo esto a su poca fe y desfalleçimiento de confiança de la providencia divina. Confortáva[n]le por otra parte las merçedes que Dios le avía hecho en dalle tanta victoria descubriendo lo que descubierto avía y complídole Dios todos sus deseos, aviendo passado en Castilla en sus despachos muchas adversidades y contrariedades. Y que como antes oviese puesto su fin y endereçado todo su negoçio a Dios, y le avía oyýdo y dado todo lo que le avía pedido, devía creer que le daría complimiento de lo començado y le llevaría en salvamento. Mayormente que pues le avía librado a la yda quando tenía mayor razón de temer de los trabajos que [tenía] con los marineros y gente que llevava, los quales todos a una boz estavan determinados de se bolver y alçarse contra él haziendo protestaçiones, y el eterno Dios le dio esfuerço y valor contra todos y otras cosas de mucha maravilla que Dios avía mostrado en él y por él en aquel viaje, allende aquellas que Sus Altezas sabían de las personas de su casa; así que (dize) que no deviera temer la dicha tormenta. Mas su flaqueza y congoxa (dize él) no me dexava asensar la ánima. Dize más que también le dava gran pena dos hijos que tenía en Córdova al estudio que los dexava güérfanos de padre y madre en tierra estraña, y los Reyes no sabían los servicios que les avía en aquel viaje hecho y nuevas tan prósperas que les llevava, para que se moviesen a los remediar. Por esto y porque supiesen Sus Altezas cómo Nuestro Señor le avía dado victoria de todo lo que deseava de las yndias y suppiesen que ninguna tormenta avía en aquellas partes lo qual dize que se puede cognosçer por la yerva y árboles que están nacidos y creçidos hasta dentro en la mar; y porque si se perdiese con aquella tormenta los Reyes oviesen noticia de su viaje, tomó un pargamino y escrivió en él todo lo que pudo de todo lo que avía hallado, rogando mucho a quien lo hallase que lo llevase a los Reyes. Este pargamino enbolvió en un paño ençerado atado muy bien, y mandó traer un gran barril de madera y púsolo en él sin que ninguna persona supiese qué era, sino que pensaron todos que era alguna devoçión y así lo mandó echar en la mar. Después con los aguaçeros y turvionadas se mudó el viento al güeste y andaría así a popa sólo con el triquete çinco oras con la mar muy desconçertada y andaría dos leguas y media al nordeste. Avía quitado el papahígo de la vela mayor, por miedo que alguna onda de la mar no se lo llevase del todo.

Viernes 15 de hebrero

Ayer después del sol puesto començó a mostrarse claro el çielo de la vanda del güeste y mostrava que quería de hazia allí ventar. Dio la boneta a la vela mayor; todavía la mar era altíssima aunque yva algo baxándose. Anduvo al lesnordeste quatro millas por ora y en treze oras de noche fueron treze leguas. Después del sol salido vieron tierra; parecíales por proa al lesnordeste. Algunos dezían que era la ysla de la Madera, otros que era la Roca de Sintra en Portugal, junto a Lisboa. Saltó luego el viento por proa lesnordeste, y la mar venía muy alta del güeste; avría de la caravela a la tierra 5 leguas. El Almirante por su navegaçión se hallava estar con las yslas de los Açores, y creyýa que aquella era una dellas; los pilotos y marineros se hallavan ya con tierra de Castilla.

Sábado 16 de hebrero

Toda esta noche anduvo dando bordos por encavalgar la tierra que ya se cognoscía ser ysla; a vezes yva al nordeste, otras al nornordeste, hasta que salió el sol, que tomó la buelta del sur por llegar a la ysla que ya no vían por la gran cerrazón, y vido por popa otra ysla que distaría 8 leguas. Después del sol salido hasta la noche anduvo dando bueltas por llegarse a la tierra con el mucho viento y mar que llevava. Al dezir de la Salve que es a boca de noche algunos vieron lumbre de sotavento y pareçía que devía ser la ysla que vieron ayer primero; y toda la noche anduvo barloventeando y allegándose lo más que podía para ver si al salir del sol vía alguna de las yslas. Esta noche reposó el Almirante algo porque desde el miércoles no avía dormido ni podido dormir y quedava muy tollido de las piernas por estar siempre desabrigado al frío y al agua y por el poco comer. El sol salido, navegó al sursudueste y a la noche llegó a la ysla, y por la gran cerrazón no pudo cognosçer qué ysla era.

Lunes 18 de hebrero

Después ayer del sol puesto anduvo rodeando la ysla para ver dónde avía de surgir y tomar lengua; surgió con una ancla que luego perdió; tornó a dar la vela y barloventeó toda la noche. Después del sol salido, llegó otra vez de la parte del norte de la ysla y donde le pareció surgió con un ancla y enbió la barca en tierra y ovieron habla con la gente de la ysla y supieron cómo era la ysla de Sancta María, una de las de los Açores, y enseñáronles el puerto dónde avían de poner la caravela; y dixo la gente de la ysla que jamás avían visto tanta tormenta como la que avía hecho los quinze días passados, y que se maravillavan cómo avían escapado. Los quales (dizque) dieron muchas gracias a Dios y hizieron muchas alegrías por las nuevas que sabían de aver el Almirante descubierto las yndias. Dize el Almirante que aquella su navegaçión avía sido muy çierta y que avía carteado bien, que fuesen dadas muchas gracias a Nuestro Señor, aunque se hazía algo delantero, pero tenía por çierto que estava en la comarca de las yslas de los Açores y que aquella era una dellas. Y dizque fingió aver andado más camino por desatinar a los pilotos y marineros que carteavan, por quedar él señor de aquella derrota de las yndias como de hecho queda, porque ninguno de todos ellos trayýa su camino çierto por lo qual ninguno puede estar seguro de su derrota para las yndias.

Martes 19 de hebrero

Después del sol puesto vinieron a la ribera tres hombres de la ysla y llamaron. Enbióles la barca en la qual vinieron y truxeron gallinas y pan fresco y era día de Carnestolendas y truxeron otras cosas que le enbiava el capitán de la ysla, que se llamava Juan de Castañeda, diziéndole que lo cognoscía muy bien y que por ser noche no venía a vello, pero que en amaneçiendo vernía y traería más refresco, y traería consigo tres hombres que allá quedavan de la caravela, y que no los enbiava por el gran plazer que con ellos tenía oyendo las cosas de su viaje. El Almirante mandó hazer mucha honrra a los mensajeros y mandóles dar camas en que durmiesen aquella noche porque era tarde y estava la poblaçión lexos. Y porque el jueves passado quando se vido en la angustia de la tormenta hizieron el voto y votos susodichos, y el de que en la primera tierra donde oviese casa de Nuestra Señora saliesen en camisa, etc., acordó que la mitad de la gente fue[se] a complillo a una casita que estava junto con la mar como hermita, y él yría después con la otra mitad. Viendo que era tierra segura y confiando en las ofertas del capitán y en la paz que tenía Portogal con Castilla, rogó a los tres hombres que se fuesen a la poblaçión y hiziesen venir un clérigo para que les dixese una missa. Los quales ydos en camisa en complimiento de su romería y estando en su oraçión, saltó contra ellos todo el pueblo a cavallo y a pie con el capitán, y prendiéronlos a todos. Después estando el Almirante sin sospecha esperando la barca para salir él a complir su romería con la otra gente hasta las onze del día, viendo que no venían sospechó que los detenían, o que la barca se avía quebrado, por toda la ysla esta[r] çercada de peñas muy altas. Esto no podía ver el Almirante porque la hermita estava detrás de una punta. Levantó el ancla y dio la vela hasta en derecho de la hermita, y vido muchos de cavallo que se apearon y entraron en la barca con armas y vinieron a la caravela para prender al Almirante. Levantóse el capitán en la barca y pidió seguro al Almirante. Dixo que se lo dava, pero ¿qué ynnovaçión era aquella que no vía ninguno de su gente en la barca? Y añidió el Almirante que viniese y entrase en la caravela, que él haría todo lo que él quisiese. Y pretendía el Almirante con buenas palabras traello por prendello para recuperar su gente, no creyendo que violava la fe dándole seguro, pues él aviéndole ofreçido paz y seguridad lo avía quebrantado. El capitán como dizque trayýa mal propósito no se fió a entrar. Visto que no se llegava a la caravela, rogóle que le dixese la causa porqué detenía su gente y que dello pesaría al Rey de Portogal y que en tierra de los Reyes de Castilla reçebían los portogueses mucha honrra y entravan y estavan seguros como en Lisboa, y que los Reyes avían dado cartas de recomendaçión para todos los prínçipes y señores y hombres del mundo, las quales le mostraría si se quisiese llegar, y que él era su Almirante del mar Oçéano y Visorey de las Yndias que agora eran de Sus Altezas, de lo qual mostraría las provisiones firmadas de sus firmas y selladas con sus sellos, las quales le enseñó de lexos; y que los Reyes estavan en mucho amor y amistad con el Rey de Portogal y le avían mandado que hiziese toda la honrra que pudiese a los navíos que topase de Portugal, y que dado que no le quisiese darle su gente, no por eso dexaría de yr a Castilla pues tenía harta gente para navegar hasta Sevilla y serían él y su gente bien castigados haziéndole aquel agravio. Entonçes respondió el capitán y los demás no cognoscer acá Rey e Reyna de Castilla ni sus cartas ni le avían miedo; antes les darían a saber qué era Portugal, quasi amenazando. Lo qual oyýdo, el Almirante ovo mucho sentimiento y dizque pensó si avía passado algún desconçierto entre un reyno y otro después de su partida, y no se pudo çufrir que no les respondiese lo que era razón. Después tornóse dizque a levantar aquel capitán desde lexos y dixo al Almirante que se fuese con la caravela al puerto, y que todo lo que él hazía y avía hecho el Rey su Señor se lo avía embiado a mandar. De lo qual el Almirante tomó testigos los que en la caravela estavan; y tornó el Almirante a llamar al capitán y a todos ellos y les dio su fe y prometió como quien era de no descender ni salir de la caravela hasta que llevase un çiento de portogueses a Castilla y despoblar toda aquella ysla. Y así se bolvió a surgir en el puerto donde estava primero porque el tiempo y viento era muy malo para hazer otra cosa.

Miércoles 20 de hebrero

Mandó adereçar el navío y hinchir las pipas de agua de la mar por lastre porque estava en muy mal puerto y temió que se le cortasen las amarras y así fue; por lo qual dio la vela hazia la ysla de Sant Miguel aunque en ninguna de las de los Açores ay buen puerto para el tiempo que entonçes hazía, y no tenía otro remedio sino huyr a la mar.

Jueves 21 de hebrero

Partió ayer de aquella ysla de Sancta María para la ysla de Sant Miguel para ver si hallara puerto para poder çufrir tan mal tiempo como hazía, con mucho viento y mucha mar y anduvo hasta la noche sin poder ver tierra una ni otra por la gran çerrazón y escurana que el viento y la mar causavan. El Almirante dize que estava con poco plazer porque no tenía sino tres marineros solos que supiesen de la mar porque los que más allí estavan no sabían de la mar nada. Estuvo a la corda toda esta noche con muy mucha tormenta y grande peligro y trabajo. Y en lo que Nuestro Señor le hizo merced fue, que la mar o las ondas della venían de sola una parte, porque si cruzaran como las passadas muy mayor mal padeçiera. Después del sol salido, visto que no vía la ysla de Sant Miguel, acordó tornarse a la Sancta María por ver si podía cobrar su gente y la barca y las amarras y anclas que allá dexava.

Dize que estava maravillado de tan mal tiempo como avía en aquellas yslas y partes, porque en las yndias navegó todo aquel invierno sin surgir e avía siempre buenos tiempos y que una sola ora no vido la mar que no se pudiese bien navegar, y en aquellas yslas avía padeçido tan grave tormenta y lo mismo le acaeçió a la yda hasta las yslas de Canaria; pero passado dellas siempre halló los ayres y la mar con gran templança. Concluyendo dize el Almirante que bien dixeron los sacros theólogos y los sabios philósophos que el Parayýso Terrenal está en el fin de Oriente porque es lugar temperadíssimo. Así que aquellas tierras que agora él avía descubierto es (dize él) el fin del Oriente.

Viernes 22 de hebrero

Ayer surgió en la ysla de Santa María en el lugar o puerto donde primero avía surgido, y luego vino un hombre a capear desde unas peñas que allí estavan fronteras diziendo que no se fuesen de allí. Luego vino la barca con çinco marineros y dos clérigos y un escrivano. Pidieron seguro, y dado por el Almirante, subieron a la caravela y porque era noche durmieron allí y el Almirante les hizo la honrra que pudo. A la mañana le requirieron que les mostrasse poder de los Reyes de Castilla para que a ellos les constase cómo con poder dellos avía hecho aquel viaje. Sintió el Almirante que aquello hazían por mostrar color que no avían en lo hecho errado sino que tuvieron razón, porque no avían podido aver la persona del Almirante la qual devieran de pretender coger a las manos, pues vinieron con la barca armada, sino que no vieron que el juego les saliera bien. Y con temor de lo que el Almirante les avía dicho y amenazado, lo qual tenía propósito de hazer, y creyýa que saliera con ello. Finalmente por aver la gente que lo tenían ovo de mostralles la carta general de los Reyes para todos los prínçipes y señores de encomienda y otras provisiones y dioles de lo que tenía y fuéronse a tierra contentos, y luego dexaron toda la gente con la barca, de los quales supo que si tomaran al Almirante nunca lo dexaran libre, porque dixo el capitán que el Rey su señor se lo avía así mandado.

Sábado 23 de hebrero

Ayer començó a querer abonançar el tiempo; levantó las anclas y fue a rodear la ysla para buscar algún buen surgidero para tomar leña y piedra para lastre, y no pudo tomar surgidero hasta oras de completas.

Domingo 24 de hebrero

Surgió ayer en la tarde para tomar leña y piedra y porque la mar era muy alta no pudo la barca llegar en tierra y al rendir de la primera guardia de noche començó a ventar güeste y sudueste. Mandó levantar las velas por el gran peligro que en aquellas yslas ay en esperar el viento sur sobre el ancla y en ventando sudueste luego vienta sur. Y visto que era buen tiempo para yr a Castilla, dexó de tomar leña y piedra y hizo que governasen al leste y andaría hasta el sol salido, que avría seys oras y media, 7 millas por ora que son 45 millas y media. Después del sol salido hasta el ponerse, anduvo 6 millas por ora que en onze oras fueron 66 millas y quarenta y çinco y media de la noche fueron 111 y media y por consiguiente 28 leguas.

Lunes 25 de hebrero

Ayer después del sol puesto navegó al leste su camino çinco millas por ora; en treze oras desta noche andaría 65 millas que son 16 leguas y quarta. Después del sol salido hasta ponerse anduvo otras diez y seys leguas y media, con la mar llana gracias a Dios. Vino a la caravela un ave muy grande que pareçía águila.

Martes 26 de hebrero

Ayer después del sol puesto navegó a su camino al leste, la mar llana, a Dios gracias; lo más de la noche andaría 8 millas por ora. Anduvo 100 millas que son 25 leguas. Después del sol salido con poco viento; después tuvo aguaçeros. Anduvo obra de ocho leguas al lesnordeste.

Miércoles 27 de hebrero

Esta noche y día anduvo fuera de camino por los vientos contrarios y grandes olas y mar. Y hallávase çiento y veynte y çinco leguas del Cabo de San Viceynte, y ochenta de la ysla de la Madera, y çiento y seys de la de Santa María. Estava muy penado con tanta tormenta agora que estava a la puerta de casa.

Jueves 28 de hebrero

Anduvo de la mesma manera esta noche con diversos vientos al sur y al sueste y a una parte y a otra y al nordeste y al lesnordeste y desta manera todo este día.

Viernes 1o de março

Anduvo esta noche al leste quarta al nordeste doze leguas; el día corrió al leste quarta del nordeste 23 leguas y media.

Sábado 2 de março

Anduvo esta noche a su camino al leste quarta del nordeste 28 leguas. Y el día corrió 20 leguas.

Domingo 3 de março

Después del sol puesto navegó a su camino al leste; vínole una turbiada que le rompió todas las velas y vídose en gra[n] peligro, mas Dios los quiso librar. Echó suertes para enbiar un peregrino dizque a Santa María de la Çinta en Güelva, que fuese en camisa y cayó la suerte al Almirante. Hizieron todos también voto de ayunar el primer sábado que llegasen a pan y agua. Andaría sesenta millas antes que se le rompiesen las velas; después anduvieron a árbol seco, por la gran tempestad del viento y la mar que de dos partes los comía. Vieron señales de estar çerca de tierra. Hallávanse todo çerca de Lisboa.

Lunes 4 de março

Anoche padecieron terrible tormenta que se pensaron perder de las mares de dos partes que venían y los vientos que parecía que levantavan la caravela en los ayres, y agua del çielo y relámpagos de muchas partes; plugo a Nuestro Señor de lo sostener, y anduvo así hasta la primera guardia, que Nuestro Señor le mostró tierra viéndola los marineros. Y entonces por no llegar a ella hasta cognoscella, por ver si hallava algún puerto o lugar donde se salvar, dio el papahígo por no tener otro remedio y andar algo aunque con gran peligro haziéndose a la mar, y así los guardó Dios hasta el día que dizque fue con infinito trabajo y espanto. Venido el día cognosçió la tierra que era la Roca de Sintra que es junto con el río de Lisboa, adonde determinó entrar porque no podía hazer otra cosa, tan terrible era la tormenta que hazía en la villa de Casca[es], que es a la entrada del río. Los del pueblo dizque estuvieron toda aquella mañana haziendo plegarias por ellos, y después que estuvo dentro, venía la gente a verlos por maravilla de cómo avían escapado. Y así a ora de terçia vino a passar a Rastelo dentro del río de Lisboa, donde supo de la gente de la mar que jamás hizo invierno de tantas tormentas y que se avían perdido 25 naos en Flandes, y otras estavan allí que avía quatro meses que no avían podido salir. Luego escrivió el Almirante al Rey de Portogal que estava nueve leguas de allí de cómo los Reyes de Castilla le avía[n] mandado que no dexase de entrar en los puertos de Su Alteza a pedir lo que oviese menester por sus dineros, y que el Rey le mandase dar lugar para yr con la caravela a la çiudad de Lisboa, porque algunos ruyýnes, pensando que trayýa mucho oro, estando en puerto despoblado, se pusiesen a cometer alguna ruyndad, y también porque supiese que no venía de Guinea sino de las yndias.

Martes 5 de março

Oy después que el patrón de la nao grande del Rey de Portogal, la qual estava también surta en Rastelo y la más bien artillada de artillería y armas que dizque nunca nao se vido, vino el patrón della que se llamava Bartolomé Díaz de Lisboa con el batel armado a la caravela y dixo al Almirante que entrase en el batel para yr a dar cuenta a los hazedores del Rey e al Capitán de la dicha nao. Respondió el Almirante que él era Almirante de los Reyes de Castilla y que no dava él tales cuentas a tales personas ni saldría de las naos ni navíos donde estuviese, si no fuesse por fuerça de no poder çufrir las armas. Respondió el patrón que enbiase al maestre de la caravela; dixo el Almirante que ni al maestre ni a otra persona si no fuesse por fuerça. Porque en tanto tenía el dar persona que fuese como yr él, y que esta era la costumbre de los Almirantes de los Reyes de Castilla de antes morir que se dar ni dar gente suya. El patró[n] se moderó y dixo que pues estava en aquella determinaçión que fuese como él quisiese, pero que le rogava que le mandase mostrar las cartas de los Reyes de Castilla si las tenía. Al Almirante plugo de mostrárselas, y luego se bolvió a la nao y hizo relación al capitán que se llamava Alvaro Damán. El qual con mucha orden, con atabales y trompetas y añafiles haziendo gran fiesta, vino a la caravela, y habló con el Almirante y le ofreçió de hazer todo lo que él mandase.

Miércoles 6 de março

Sabido cómo el Almirante venía de las yndias oy vino tanta gente a verlo y a ver los yndios de la çiudad de Lisboa que era cosa de admiración, y las maravillas que todos hazían, dando gracias a Nuestro Señor y diziendo que por la gran fe que los Reyes de Castilla tenían y deseo de servir a Dios que Su Alta Magestad los dava todo esto.

Jueves 7 de março

Oy vino infinitíssima gente a la caravela y muchos cavalleros y entre ellos los hazedores del Rey, y todos davan infinitíssimas gracias a Nuestro Señor por tanto bien y acreçentamiento de la cristiandad que Nuestro Señor avía dado a los Reyes de Castilla, el qual dizque apropiavan porque Sus Altezas se trabajavan y ejerçitava[n] en el acreçentamiento de la religión de Cristo.

Viernes 8 de março

Oy resçibió el Almirante una carta del Rey de Portugal con don Martín de Noroña por la qual le rogava que se llegase adonde él estava pues el tiempo no era para partir con la caravela. Y así lo hizo por quitar sospecha puesto que no quisiera yr, y fue a dormir a Sacamben. Mandó el Rey a sus hazedores que todo lo que oviese el Almirante menester y su gente y la caravela se lo diese sin dineros y se hiziese todo como el Almirante quisiese.

Sábado 9 de março

Oy partió de Sacanben para yr adonde el Rey estava que era el Valle del Parayýso, nueve leguas de Lisboa; porque llovió no pudo llegar hasta la noche. El Rey le mandó resçebir a los principales de su casa muy honrradamente, y el Rey tanbién le rescibió con mucha honrra, y le hizo mucho favor y mandó sentar y habló muy bien ofreciéndole que mandaría hazer todo lo que a los Reyes de Castilla y a su servicio compliese complidamente y más que por cosa suya y mostró aver mucho plazer del viaje aver avido buen término y se aver hecho, mas que entendía que en la capitulaçión que avía entre los Reyes y él que aquella conquista le perteneçía. A lo qual respondió el Almirante que no avía visto la capitulaçión ni sabía otra cosa, sino que los Reyes le avían mandado que no fuese a la Mina ni en toda Guinea y que así se avía mandado apregonar en todos los puertos del Andaluzía antes que para el viaje partiese. El Rey graçiosamente respondió que tenía él por çierto que no avría en esto menester terçeros. Diole por güésped al prior del Clato que era la más prinçipal persona que allí estava, del qual el Almirante resçibió muy muchas honrras y favores.

Domingo 10 de março

Oy después de missa le tornó a dezir el Rey si avía menester algo que luego se lo daría, y departió mucho con el Almirante sobre su viaje, y siempre le mandava estar sentado y hazer mucha honrra.

Lunes 11 de março

Oy se despidió del Rey e le dixo algunas cosas que dixese de su parte a los Reyes mostrándole siempre mucho amor. Partióse después de comer, y enbió con él a don Martín de Noroña, y todos aquellos cavalleros le vinieron a acompañar y hazer honrra buen rato. Después vino a un monasterio de Sant Antonio que es sobre un lugar que se llama Villafranca donde estava la Reyna y fuele a hazer reverençia y besarle las manos, porque le avía enbiado a dezir que no se fuese hasta que la viese. Con la qual estava el Duque y el Marqués donde resçibió el Almirante mucha honrra. Partióse della el Almirante [de] noche y fue a dormir [a] Allandra.

Martes 12 de março

Oy estando para partir de Allandra para la caravela llegó un escudero del Rey que le ofreçió de su parte que si quisiese yr a Castilla por tierra, que aquél fuese con él para lo aposentar y mandar dar bestias y todo lo que oviese menester. Quando el Almirante de él se partió le mandó dar una mula y otra a su piloto que llevava consigo y dizque al piloto mandó hazer merçed de veynte espadines segúnd supo el Almirante. Todo dizque se dezía que lo hazía porque los Reyes lo supiesen. Llegó a la caravela en la noche.

Miércoles 13 de março

Oy a las ocho oras con la marea de yngente y el viento nornorueste levantó las anclas y dio la vela para yr a Sevilla.

Jueves 14 de março

Ayer después del sol puesto sig[u]ió su camino al sur y antes del sol salido se halló sobre el Cabo de San Viçeynte que es en Portugal. Después navegó al leste para yr a Saltés y anduvo todo el día con poco viento hasta agora que está sobre Faro.

Viernes 15 de março

Ayer después del sol puesto navegó a su camino hasta el día con poco viento y al salir del sol se halló sobre Saltés, y a ora de mediodía con la marea de montante entró por la barra de Saltés hasta dentro del puerto de donde avía partido a tres de agosto del año passado. Y así dize él que acabava agora esta escriptura, salvo que estava de propósito de yr a Barçilona por la mar, en la qual çiudad le davan nuevas que Sus Altezas estavan. Y esto para les hazer relaçión de todo su viaje que Nuestro Señor le avía dexado hazer y le quiso alumbrar en él. Porque çiertamente allende que él sabía y tenía firme y fuerte sin escrúpulo que Su Alta Magestad haze todas las cosas buenas, y que todo es bueno salvo el pecado, y que no se puede abalar ni pensar cosa que no sea con su consentimiento, esto deste viaje cognosco (dize el Almirante) que milagrosamente lo a mostrado así como se puede comprehender por esta escriptura por muchos milagros señalados que a mostrado en el viaje y de mí que a tanto tiempo que estoy en la corte de Vuestras Altezas con oppósito y contra sentençia de tantas personas prinçipales de vuestra casa los quales todos eran contra mí poniendo este hecho que era burla. El qual espero en Nuestro Señor que será la mayor honrra de la cristiandad que así ligeramente aya jamás apareçido. Estas son finales palabras del Almirante don Cristóval Colón, de su primer viaje a las yndias y al descubrimiento dellas.

 

 

 


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